Si no une el amor, une el espanto

Ya es posible, y necesario para esta columna, revisar mes y medio después de las PASO la odisea de una candidatura condenada, que fue la que impulsó la que se llamó a sí misma Coalición por la Paz, la Democracia y la Soberanía.

Ya es posible, y necesario para esta columna, revisar mes y medio después de las PASO la odisea de una candidatura condenada, que fue la que impulsó la que se llamó a sí misma Coalición por la Paz, la Democracia y la Soberanía. Una estructura electoral de ciudadan@s conscientes de la modestia y precariedad de su lanzamiento republicano, pero que marchó avante para plantar al menos un ideario que fuera hijo del que en enero de 2002 propuso al pueblo argentino lo que se llamó El Manifiesto Argentino e integraron, entre muchos otros y en diferentes etapas, Héctor Timerman, Angélica Gorodischer, Roberto Cossa, Graciela Bialet, Emilce Moler, Noé Jitrik, Adrián Paenza, Carlos Bosch y otras personalidades.

Nunca fue un grupo de ilusos ni románticos; más bien respondieron siempre a las diversas coyunturas nacionales, que con los años exigieron diferentes tareas y una fuerte aceptación de las grandes y mejores medidas tomadas por Néstor Kirchner y luego por Cristina.

Aquellas propuestas iniciales intentaban modelar la recuperación necesaria y urgente después del espanto menemista, pero la verdad es que no se arraigaron en la conciencia ciudadana, sin dudas superados por el arduo trajín de la política argentina, que siempre se renueva pero, como tantas veces, para peor.

Aquel proceso, que no fue romántico, en cambio sí desarrolló meditadas propuestas políticas que años después, como en las recientes PASO, se recuperaron a conciencia de modestia y limitaciones, pero al menos ofreciendo a la ciudadanía algo de veras diferente. Y es presumible que acaso fue por eso que, por encima de algún menosprecio inicial, finalmente esa alternativa electoral fue impedida por decisión de una jueza veterana y poderosa de quien se dice que es dirigente o puntera, o abogada, del Opus Dei, y quien la última semana previa a la votación del 13 de agosto prohibió participar en las PASO de la Capital Federal a este colectivo que portaba el nombre comicial de Coalición por la Paz, la Democracia y la Soberanía. Y veda a la que siguieron prohibiciones en casi todas las provincias, en por lo menos 20 de las cuales no se permitieron boletas de esta Coalición en aula alguna.

Superados completamente por semejante exclusión, y aunque esa prohibición fue apelada porque se basada en diferencias nimias como que se habían impreso 20 mil boletas menos de las necesarias, la negativa fue un mazazo doloroso más allá de que se recibieron más de 35 mil votos en las pocas provincias donde fiscales no condicionados habilitaron votar boletas de la Coalición.

A todo esto se le sumó el hecho de que fue la única opción que tuvo cero minuto de televisión, la única que no fue convidada a debate preelectoral alguno, y la única difamada por un extenso centimetraje en la telebasura, donde un ex periodista y su gelatinosa secretaría se dedicaron a proclamar que quien firma esta nota recibió lo que ellos perversamente estimaron en más de mil millones de pesos, cuando en realidad la cifra correcta es un cero absoluto, lo que es orgullo no sólo de esta columna sino también de innumerables camaradas de luchas cívicas y de quienes se puede afirmar que igual conducta ética imperó en ellos.

Dicho lo cual, y en breve síntesis, cabe ahora recuperar las propuestas de la originalmente modesta agrupación, las cuales provenían, todas, del ideario firmado hace más de 20 años en nutridos congresos tanto en Santa Fe como en Córdoba. Y propuestas que ­–enorgullece decirlo– solamente en este diario se dieron a conocer a la ciudadanía.

Así hoy, pasadas las PASO y en vísperas del segundo turno electoral el 22 de octubre venidero, el comicio pareciera se hará como de luto, ya que se ha perfeccionado la derrota de la soberanía sobre el Río Paraná, que ya no es un río argentino sino uno internacionalizado porque este país ya no tiene control alguno, ni fiscal ni sanitario, ni de seguridad ni de control de cargas de los 6000 buques anuales que, cargados hasta las verijas, declaran a su antojo lo que es incomprobable.

Y como esta Columna viene informando desde hace por lo menos 30 meses, es visible que tampoco se hará el Canal Magdalena. Lo que autoriza a señalar la gran paradoja: que el único candidato no espantoso de los tres más probables sería, como reitera esta columna desde hace meses, quien se sabe que manejó desde las sombras el Ministerio de Transporte que sostuvo el Decreto 949/20 y luego habría boicoteado sistemáticamente las obras del Canal.

Así, quien ahora aparece como la gran esperanza blanca del peronismo, permitiría parafrasear a Borges en aquello de que «no nos une el amor sino el espanto».

Y es que parece más grande el temor a que se impongan los votos de la confusión, el engaño y la estúpida vocación de suicidio democrático que parece imperar en estos tiempos –en los que hacen estragos cóleras inducidas por periodistas corruptos, gritones despeinados y machonas amenazantes– para desdicha de todo un país.

He aquí, en apretada síntesis y como para regar la idea de que no se vale perder las esperanzas, algunos de los más de 30 puntos que El Manifiesto Argentino, como desde hace dos décadas, seguirá ofreciendo como propuestas que algún día se podrán votar. Entre ellas la restauración del rol fundamental del Estado en el control y planificación de la economía; declarar impagable la enorme deuda externa contraída y/o aceptada por gobiernos anteriores, y ratificar la vigencia de todos los planes sociales.

También es imperativo cambiar la Constitución Nacional, abriendo un urgente debate socio-político orientado a recuperar lo mejor de la última Constitución legal que tuvimos –la de 1949–, derogada ilegalmente mediante un bombardeo aéreo, un acto de subversión y un «bando» dictatorial en abril de 1956.

Asimismo no admitir ni permitir, bajo ningún concepto, el establecimiento de base militar extranjera alguna -obvia o disimulada– en el territorio nacional ni en aguas jurisdiccionales.

A la vez, declarar en comisión al actual Poder Judicial mediante un excepcional DNU y con el cargo inmediato de organizar una nueva magistratura por vía de elección de jueces y fiscales propuestos en base a concursos evaluados por jurados de alto nivel intelectual, nacional y mundial. Y eventualmente designarlos por votación popular, como a todas las autoridades republicanas.

Súmensele la reforma del sistema financiero, colocándolo al servicio prioritario y fundamental del Pueblo y con fuerte control y protagonismo del Banco Central y del Banco Nación, que entre sus misiones fundamentales tendrán la de recuperar el valor y el prestigio del Peso Moneda Nacional como moneda única de circulación soberana en todo el país. Y tanto más, como ordenar una severa y profunda auditoría de la así llamada «deuda externa», para que el Pueblo Argentino sepa, por primera vez en su Historia y para siempre, el verdadero monto de la deuda y los nombres de quienes la tomaron. Y en la primera semana de gobierno, derogar la Ley de Entidades Financieras y la Ley de Inversiones Extranjeras, para que el Estado todo se aplique a fortalecer la Banca Estatal y la Cooperativa.

Hay mucho más, y todo trascendente, que no figuró siquiera en los debates televisivos pero que eran –son– las verdaderas y profundas necesidades de una república en emergencia como la nuestra.

Por Mempo Giardinelli

Fuente: Página 12