Todas las fotos, todas: el 24 de marzo en el que la creatividad le ganó a la pandemia

El encuentro fue dinámico, conciso y con poca gente, pero los organizadores celebraron poder haber hecho lo que las Madres hoy no pueden.

El encuentro fue dinámico, conciso y con poca gente, pero los organizadores celebraron poder haber hecho lo que las Madres hoy no pueden.

No lo imaginó nadie nunca. Para ingresar este 24 de marzo a Plaza de Mayo hay que ponerse alcohol en gel en las manos y tomarse la temperatura, como si se tratara de un lugar cerrado. Es muy temprano, todavía no son las 8, y en el costado de la Avenida Yrigoyen hay unos gazebos blancos de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad  por los que hay que transitar para cumplir con los protocolos y ver de cerca un homenaje a la militancia de las Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora.

El perímetro de la acción está delimitado por unas sogas con pañuelos blancos colgados que dicen: “memoria, verdad, justicia”. Unos pocos pasacalles entre los árboles completan el mensaje. Uno, de La Poderosa, enuncia: «30 mil vacunas contra la impunidad. ¡45 años de presencialidad!». Todo en la imagen resulta extraño. Imposible no evocar con nostalgia la plaza ruidosa y llena, les niñes en brazos de sus padres, el lento andar de las Madres guiando a la multitud. Pero dentro del cuadro hay un elemento familiar: la bandera azul con las caras y los nombres y apellidos de los desaparecidos que aparece en todas las manifestaciones hace más de una década. Y que explicita, también, las fechas en que fueron vistos por última vez.

Esta enorme bandera, que a diferencia de otras que contienen simplemente leyendas tiene la particularidad de poner rostro y nombre a las víctimas del terrorismo de Estado, espera en el piso para ser utilizada en una intervención. La ceremonia es íntima, forzosamente excluyente. No tuvo difusión pública para que no se armara un amontonamiento de gente. Las Madres, por razones obvias, no están. Fueron ellas mismas quienes pidieron al Grupo de Apoyo a Madres-Línea Fundadora alguna alternativa para desembarcar en la Plaza amén de la pandemia.

«Sentimos la necesidad de la presencia de las Madres y los compañeros detenidos y desaparecidos en Plaza de Mayo. Se los recuerda con alegría pero cuidando la vida, que es lo que ellos amaban», define Natalia Bermejo, del Grupo, integrado por varias hijas de las Madres y nietes de las Abuelas. Ella es, aparte, secretaria de Madres.

Casi todos los presentes lucen remeras y pecheras de sindicatos u organizaciones. Pertenecen al Sindicato de las Telecomunicaciones (Foetra), UTE, Ctera, Suteba, la Asociación del Personal Aeronáutico (APA), ATE, Nuestra América y la Defensoría, entre otros espacios. Hay quienes se encargan del cumplimiento de los cuidados. Otros, como los militantes de Flores Solidario, protegen la bandera como lo hacen todos los años. Estas entidades, explica Bermejo, también integran activamente el Grupo: «Queríamos que sean ellos quienes levanten la bandera de nuestros compañeros desaparecidos, que dicho sea de paso eran en su mayoría trabajadores y trabajadoras y delegados de fábricas».

El sol asoma desde detrás de la Pirámide de Mayo en una mañana apacible. “El ‘presentes’ hay que decirlo bien arriba. Esto es corto y conciso”: Marcelo D’Ambrosio, militante, con pechera de Flores Solidario, va recorriendo en la previa distintos sectores de la plaza y da instrucciones. Carlos «Charly» Pisoni, de Hijos Capital, bromea: “Es una coreografía”. Alguien comenta que son nueve los paños que están desenrollados en el piso, no los 13 que tiene, completa, esta bandera. María Adela Antokoletz –hermana del desaparecido Daniel Antokoletz– cuenta que las fotografías que la integran estaban expuestas antes en la sede de Madres. En un momento hubo una “avalancha” de familiares que acercaban imágenes. Se les empezó a pedir que sean de un tamaño determinado. Así se fue armando el emblema. Antokoletz no está segura de cuánto hace que las Madres la portan en cada marcha, pero calcula más o menos 13 años.

Corto y conciso, había dicho D’Ambrosio. Así es este acto. Y muy puntual. En pocos minutos, la bandera azul se alza tres veces. Unas 20 personas con tapabocas sostienen cada uno de los paños procurando mantener cierta distancia. “30 mil compañeros detenidos desaparecidos presentes, ahora y siempre” se repite todas las veces. Algunes músiques de La Chilinga cierran la escena con percusión. Se oyen, antes y después de que la bandera sea alzada, algunas canciones. “Como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar” o “Madres de La Plaza, el pueblo las abraza” son algunas de ellas. También una más vieja: «No hubo errores, no hubo excesos. Son todos asesinos los milicos del Proceso».

A pesar de la brevedad del encuentro, su estricta dinámica y la poca cantidad de personas que puede participar, esta acción, como otras que se despliegan en el día, tiene un sentido especial para los organismos de derechos humanos a 45 años del golpe militar. Es que en 2020 para esta fecha recién había llegado la pandemia al país y la típica manifestación fue reemplazada por el «pañuelazo blanco». «No tuvimos tiempo de hacer algo contundente. Eso fue triste», se lamenta Bermejo.

Mercedes Mignone, hermana de Mónica Mignone –detenida-desaparecida el 14 de mayo de 1976– no está pensando en lo que falta. “Después de que el año pasado no pudimos estar, me emociona un montón estar frente a la bandera con mi hermana y todos sus amigos y compañeros”, expresa. “La pandemia desplaza los hábitos y nos obliga a la creatividad. Eso es positivo. Se ponen baldosas, nombres sobre árboles, los chiquitos de los colegios están plantando con un sentido. Esto no pasa cuando marchamos. Se tiene que incorporar”, agrega Adela Antokoletz.

Pisoni, con remera de HIJOS como otros de sus compañeros y con un barbijo que pide «juicio y castigo», recibe una remera de la Conadu que recuerda a los 30 mil. Tiene la fecha de 2020. La mujer que se la entrega le explica que todo este tiempo la tuvo guardada para dársela. El siente mucha «impotencia» por no poder marchar y en este aniversario del golpe reflexiona sobre las «deudas de la democracia». «La dictadura impuso un plan económico genocida que volvió a imponerse durante cuatro años de macrismo. Hoy tenemos más del 50 por ciento de los niños pobres y muchos compañeros y compañeras desocupados. La militancia tiene una larga tarea. Otras deudas son terminar con la violencia institucional y tener una Justicia más democrática. Mientras el 70 por ciento de los genocidas condenados están en prisión domiciliaria un sector de la Justicia persigue a quienes piensan distinto al macrismo», analiza.

«A 45 años, aún el 24 de marzo sigue siendo la fecha que más moviliza a los argentinos», destaca. Antes de que los paños vuelvan a enrollarse para despedirse de la Plaza, una mujer de unos 60 años los recorre pausadamente. Es Laura Kornblihtt. Está buscando entre las miles de caras la de su hermana Adriana, quien desapareció el 31 de marzo de 1977, el mismo día en que cumplía 16 años.

La palabra de las Madres
“Nuestros hijos fueron la razón y el comienzo de nuestra lucha. Que estén presentes en la Plaza en las manos de compañeros que siempre estuvieron a nuestro lado es un abrazo”, consideró la Madre de Plaza de Mayo Taty Almeida. “Todos los que puedan salir, cuidándose, con precaución, que salgan. La memoria tiene que estar en movimiento, expresarse, es necesario que sigamos gritando que no olvidamos a los 30 mil y que no nos olvidamos de los crímenes de los genocidas”, continuó Nora Cortiñas.

Fuente: Página 12