Treinta años de impunidad y un nuevo aniversario del ataque a la Embajada de Israel
17/03/2022 OPINIÓNEl 17 de marzo de 1992 nuestro país entró brutalmente en la agenda del terrorismo internacional. Sobre qué pasó en la política internacional de la Argentina a partir del atentado, opinaron para Télam Ornela Fabani, Dra. en Relaciones Internacionales (UNR), miembro de equipos de investigación sobre Política Exterior Argentina en la UNR, e Ignacio Rullansky, sociólogo, profesor de la Licenciatura en Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella. Ambos son becarios postdoctorales del Conicet y miembros del Instituto de Relaciones Internacionales (IRI) de la Universidad Nacional de La Plata y del Dpto. de Medio Oriente del IRI.
Hoy el mundo observa a Kiev, un espejo que devuelve la imagen de una ciudad arrasada. La mirada conmina a imaginar la humanidad del otro como la propia. Mucho se critica sobre cómo las vidas de los nuevos refugiados europeos parecen conmover más que las de los buscadores de asilo africanos y asiáticos, entre ellos las de sirios, yemeníes y afganos, envueltos en largos conflictos. De cualquier forma, el ejercicio es provocativo: ¿cómo se vería mi ciudad de ser atacada? En Buenos Aires no tenemos que imaginarlo.
Hace 30 años, el 17 de marzo de 1992, se produjo el atentado a la Embajada de Israel en la Argentina. Aún impune, éste fue el primer ataque terrorista sucedido en nuestro país, con 22 víctimas fatales y cerca de 250 heridos. Las familias de los diplomáticos israelíes y de los ciudadanos argentinos cuyas vidas se vieron atravesadas por este hecho aún esperan justicia.
El atentado ocurrió durante la presidencia de Carlos Menem, quien adoptó una política exterior de alto perfil hacia el Medio Oriente. Primero, recordemos que el mandatario recorrió la región en reiteradas ocasiones. Más notable aún es que, pese a sus raíces sirias, Menem fuera el primer presidente argentino en visitar el Estado de Israel. De hecho, el propio expresidente se propuso como mediador en el conflicto palestino-iraelí, postulando a Buenos Aires como sede de una conferencia de paz. Esta política convivió, además, con el envío de naves argentinas a la Guerra del Golfo.
Tanto el ataque contra la embajada, como el que se produjo contra la sede de la AMIA en 1994, fueron relacionados, inexorablemente, al involucramiento de la administración Menem en los conflictos vigentes en Medio Oriente. Distintas pistas y versiones atribuyen responsabilidades a ciudadanos y funcionarios iraníes y libaneses. Pese a las diversas hipótesis investigadas, a las alertas rojas, a los procesos judiciales abiertos y tras el fracaso del Memorándum de Entendimiento con Irán, no ha habido justicia para las víctimas ni pena para sus autores.
No sorprenderá que ambos ataques ocuparan cierta centralidad en la agenda bilateral entre Argentina y el Estado de Israel. Cabe destacar que aunque pasaron tres décadas de impunidad y de mala justicia, la relación bilateral no sólo se sostiene, sino que en los últimos tiempos, se fortaleció. Durante el gobierno de Mauricio Macri se produjo la primera visita de un primer ministro israelí cuando Benjamín Netanyahu, junto a una comitiva de empresarios, nos visitó en septiembre de 2017. Luego, en enero de 2020, el flamante presidente Alberto Fernández hizo su primera visita internacional a Jerusalén, donde participó del Foro Mundial del Holocausto.
A lo largo de 2020 y como efecto de la pandemia de Covid 19, el cierre de mercados europeos forzó a redireccionar la exportación de carne bovina argentina e Israel se convirtió en un destino atractivo, registrándose un aumento del 23% de las ventas. Desde entonces, dichos incrementos se sostuvieron. Por último, tanto las provincias como la Ciudad de Buenos Aires han firmado convenios de cooperación promoviendo intercambios comerciales y en materia de innovación tecnológica y energética.
No obstante, los aspectos positivos del vínculo bilateral no bastan para que la Argentina persiga justicia por los atentados cometidos en su propio suelo. En un contexto pospandémico, donde nos acostumbramos a leer cifras de contagios y muertes, y donde la guerra ocupa titulares a nivel global, nuestro país se debe al ejercicio de reconocer la humanidad de sus víctimas y evitar una década más de impunidad.
Por Ornela Fabani, Dra. en Relaciones Internacionales (UNR), becaria postdoctoral del Conicet, miembro de equipos de investigación sobre Política Exterior Argentina en la UNR, e Ignacio Rullansky, sociólogo, becario postdoctoral del Conicet, y profesor de la Licenciatura en Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella. Ambos son miembros del Instituto de Relaciones Internacionales (IRI) de la Universidad Nacional de La Plata y del Dpto. de Medio Oriente del IRI.