Un Papa que fue distinto
23/04/2025 OPINIÓNFrancisco fue, sin dudas, un papa distinto. No solo porque llegó al Vaticano desde Latinoamérica –la primera vez en dos mil años de historia que un Papa no era europeo– sino porque con sus gestos, reformistas, acercó a la Iglesia a quienes no comulgaban con el catolicismo y encolerizó a los sectores eclesiásticos más conservadores. Fue punta de lanza de una línea de pensamiento humanista al interior de una institución que miraba con comodidad a la derecha y hacía tiempo se alejaba de las personas más humildes. Bergoglio, a los distintos y distintas, les abrió la puerta.
Entre las posturas que lo hicieron un Papa diferente, una fue su ruptura con el discurso hegemónico, histórico, del Vaticano hacia la homosexualidad y el colectivo LGBT+. Además, buscó romper con décadas de impunidad y silencio frente a los abusos sexuales cometidos por sacerdotes, y quebrar el muro que excluye a las mujeres de roles relevantes en el Vaticano. ¿Cuánto cambió realmente a la Iglesia Católica? Dejo algunas pinceladas de su historia para repensar su legado.
Como arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio fue uno de los principales detractores de la ley de matrimonio igualitario sancionada en Argentina durante 2010. En ese momento llevó adelante una fuerte campaña contra el tratamiento en el Congreso. Y llegó a pedir apoyo a la «guerra de Dios» contra la reforma legislativa. ¿Cambió como Papa su postura en relación a las personas homosexuales?
Se refirió al tema durante su papado en tres oportunidades:
* A poco de asumir como Papa, en 2013, dijo la famosa frase: “si una persona es homosexual y busca a dios, quién soy yo para juzgarlo”. Bien ha señalado Washington Uranga que no alteran la doctrina (que condena las «prácticas aberrantesˮ, pero no las personas); lo único que aconsejaba Francisco era que la actitud hacia los que demuestran «estas tendenciasˮ sea tolerante, «siempre y cuando los gays no hagan política en defensa de sus derechos ˮ.
* En 2018, al regresar de un viaje a Irlanda, les dijo a un papa y a una mamá: «Nunca echen de una casa a una hija o hijo homosexual, acéptenlo, elaboren eso en la familia».
* En 2023, en una entrevista con The Associated Press, advirtió que lamentablemente hay treinta países que criminalizan la homosexualidad. Y de esos treina, casi diez tiene la pena de muerte.
También se mostró abierto con las uniones civiles entre personas del mismo sexo, autorizando a los sacerdotes a bendecir a las parejas homosexuales y afirmando que estas tienen derecho a formar una familia. Y habló sobre las personas trans y no binarias, en el documental Amén. Francisco responde, estrenado en abril de 2023. Ante una pregunta de une joven no binarie, respondió: “La Iglesia no puede cerrarle la puerta a nadie”. Y, se sabe, ha tenido muchos gestos de compasión con personas trans, y solía recibir a trabajadoras sexuales trans para compartir alguna comida. Fueron medidas y gestos importantes para personas LGBT+ de familias católicas. Fue un abrazo amoroso con quienes todavía en muchas sociedades son perseguidas y encarceladas, por el solo hecho de existir. Sin dudas, significó un quiebre enorme si se tiene en cuenta que su antecesor, el papa Benedicto XVI, sostenía que había un «mal moral intrínseco» en las personas homosexuales.
Pero no significa que Francisco haya cambiado la doctrina. Para la Iglesia católica los actos y conductas homosexuales constituyen un grave pecado debido a que atentan contra el orden natural de la sexualidad humana creado por Dios y son consideradas prácticas aberrantes.
En asuntos sexuales, Francisco mantuvo la doctrina católica que únicamente admite el uso de métodos anticonceptivos naturales, como son el celibato y la abstinencia. Pero respaldó que se debata el tema, y llegó a admitir que el preservativo es un método eficaz para prevenir virus como el del sida y del zika. Fue intransigente, en cambio, en relación al aborto y el celibato sacerdotal. Pero como recordó ayer Católicas por el Derecho a Decidir, también permitió, en el marco del Jubileo de la Misericordia, que las mujeres que habían abortado pudieran recibir la absolución de cualquier sacerdote, sin necesidad de recurrir a un obispo. “Esto no sólo implicó una apertura pastoral, sino también un reconocimiento simbólico hacia las mujeres que durante siglos fueron condenadas al silencio, la culpa y exclusión en estos temas”, destacó CDD.
Francisco fue el primer Papa que nombró a una mujer para dirigir una oficina administrativa en el Vaticano. También por primera vez, se incluyeron mujeres en el organismo de 70 miembros que selecciona a los obispos y en el consejo de 15 miembros que supervisa las finanzas del Vaticano. Además, en enero nombró a Simona Brambilla como prefecta del Vaticano, convirtiéndose en la primera de la historia en liderar un departamento de la curia romana, el Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, algo que antes estaba reservado para cardenales y arzobispos. Pero, definitivamente, no abrió la puerta para que las mujeres sean sacerdotisas.
Otro de los hechos sin precedente de su papado ha sido que admitió uno de los delitos más grande de la historia de la Iglesia Católica: el abuso sexual de niñas, niños y adolescentes de parte de sacerdotes y otros religiosos y religiosas. En cada país en el que se investigó a fondo, salieron a la luz cientos de casos. Históricamente a los curas pedófilos la propia Iglesia católica los escondía. Tenía un manual de procedimientos para cambiarlos de parroquia, garantizándoles impunidad y que volvieran a abusar. Incluso, se ocupaba de llegar a acuerdos indemnizatorios para silenciar a las víctimas.
Como cardenal, Bergoglio defendió al cura Julio César Grassi, uno de los casos más mediáticos de abuso sexual eclesial de la Argentina. A Grassi nunca se le retiró el título de sacerdote, aunque tiene una condena confirmada por la corte bonaerense a 15 años de prisión por dos hechos de abuso sexual de menores ocurridos en 1996 en la Fundación Felices los Niños. Recordemos que la Conferencia Episcopal Argentina, bajo la presidencia de Bergoglio, encargó a un jurista un libro para defender a Grassi. El libro, de lujosa encuadernación, constaba de un primer tomo de 423 páginas y de un segundo que tiene 646, donde se afirmaba que Grassi era inocente. Pero como Francisco, Bergoglio impulsó reformas –aunque han sido muy lentos los cambios y no se han terminado de materializar– para acabar con esa vergonzosa impunidad. Recibió a víctimas e incluso les pidió disculpas.
El viaje del papa Francisco en enero de 2018 a Chile, donde un escándalo de pederastia clerical había causado una gran indignación, fue un punto de inflexión. Francisco defendió inicialmente a un obispo chileno de las acusaciones de que encubrió los crímenes de un sacerdote anciano, exigiendo a los acusadores que mostraran pruebas de su culpabilidad. Más tarde admitió haber cometido «graves errores» en el caso, algo inédito para un Papa. Convocó a todos los obispos de Chile al Vaticano, tras lo cual todos presentaron su renuncia.
En 2021, la Iglesia católica actualizó su código penal por primera vez en casi 40 años para incluir una mención explícita a los abusos sexuales cometidos por sacerdotes contra menores de edad y discapacitados. Sin embargo, las víctimas siguen alertando que el clero no está obligado a denunciar los abusos a las autoridades civiles según los códigos de la Iglesia, y todo lo que se dice en el confesionario –incluido casos de abuso sexual en las infancias– sigue siendo sacrosanto. Francisco nunca recibió a víctimas argentinas de abuso sexual cometidos por religiosos católicos. Sí, de otros países. E incluso a una chilena, Juan Carlos Cruz, lo invitó a ser miembro de la Comisión Pontificia para la Tutela de Menores, que estudió el problema a nivel global y propuso un amplio abanico de reformas y procedimientos para prevenir los abusos y dar respuestas a las víctimas.
Francisco, con sus luces y sombras, mostró que incluso la Iglesia católica, institución patriarcal milenaria, si las hay, puede quebrar sus límites para ser más misericordiosa y compasiva con quienes históricamente ignoró, discriminió o maltrató. Esa es una de sus grandes enseñanzas.
Por Mariana Carbajal