Una escuela de vida y organización política

Iniciar una conversación entre la memoria, la organización política H.I.J.O.S y mi experiencia vital la podría describir en la imagen de un tsunami. Una serie de olas gigantescas que movieron todos mis cimientos.

Iniciar una conversación entre la memoria, la organización política H.I.J.O.S y mi experiencia vital la podría describir en la imagen de un tsunami. Una serie de olas gigantescas que movieron todos mis cimientos. En lo político fue el primer espacio de participación, análisis, debate, reflexión y acción política. La metodología asamblearia como forma de construcción y hacer político. Organizar las comisiones y elegir a cuál ponerle más cabeza o más cuerpo, las discusiones eternas y el ejercicio de voluntad de consenso un inmenso e intenso desafío. El mismo valor de voces en una amplia ronda disparando interrogantes, dudas, inquietudes, diferencias, similitudes, coincidencias, necesidades… Lo colectivo descosiendo lo individual tejiendo una urdimbre entre el deseo, lo posible y hacer lo imposible. En los inicios era agujerear la impunidad. Pensar la irrupción y la interrupción de la escena pública, en un contexto hostil donde reinaban las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y los Indultos, requería utilizar la creatividad, era vital y un arma cargada de futuro. Articular con otras organizaciones políticas, sociales, sindicales y estudiantiles del desgarrado campo local indispensable. Acompañar a las madres los jueves en la ronda, se convirtió en una de nuestras actividades semanales. Las tertulias eternas con las y los compañeros sobrevivientes y la necesidad de leer todo lo que caía en nuestras manos.

La militancia poco a poco fue tomando cuerpo en todas las comisiones que íbamos creando; la de barrios populares en que a fuerza de olla y meriendas compartíamos con lxs vecinos talleres de murga, guitarra, apoyo escolar, elaboración de revistas entre tantas otras cosas, pero sobre todo nos tenía pensando en qué barrios y ciudades queríamos, mientras poníamos los cimientos hacía una patria para todas y todos. En algunas oportunidades nos encontramos con recuerdos de vecinas que tenían de protagonista al padre o madre de algún compañerx. Momento mágico, enterarse que por ahí laburó tu viejx.

Las charlas en escuelas, acompañar a las y los estudiantes a armar sus centros otra de las tareas cotidianas. Las acciones en las universidades las tomas contra el arancelamiento, la ley federal, la mar en coche y sus comisiones de lucha.

Los escraches que implicaban un sin fin de tareas y quehaceres para llevarlos adelante, pero sobre todo creatividad y articulación.

La participación en las reuniones de la coordinadora de trabajo carcelario que nos imponía desafíos diarios.

Los juicios que implicaron labores de investigación, escuchar, aprender, conocer, realizar entrevistas con familiares y sobrevivientes, en tantos otros quehaceres imposibles de pormenorizar. Pero hay algo que es significativo resaltar con fosforescente y purpurina; la tarea de nuestrxs compañexs abogadxs que socializaron su praxis para construir alegatos colectivos. Caravanas de horas explicándonos cuestiones técnicas y respondiendo a centenares de preguntas disimiles. Una verdadera gesta de paciencia que deja entrever la potencia de lo colectivo.

Precisamente fue ese hacer cotidiano que transformó lo personal en colectivo. Esa imagen de la que hablaba al principio que mueve los cimientos y te lleva a preguntarte cuánto hay de vos sin los otrxs. Porque tu experiencia vital es una trama de hilos asamblearios, que tienen la multiplicidad de colores de todas las comisiones que fuiste y eres parte. Y que son nada más ni nada menos que cada unx de tus compañerxs.

Por lo tanto, enunciar lo que significa o significó ser parte de está organización es en lo personal haber puesto en duda la carrera elegida y cambiarla por la que es hoy mi actual profesión, trabajo social. Una labor que está muy ligada a lidiar con la frustración en la búsqueda de estrategias que posibiliten el acceso a los derechos fundamentales. Quienes han participado de asambleas seguramente pueden dar cuenta de la importancia de ejercitar la tolerancia a la frustración, de aprender a respetar los tiempos de tus compas y descubrir los propios. La imperiosa necesidad de pensar y hacer junto a otrxs. Sorprenderte en un debate porque tu cabeza inmediatamente linkea con lo que diría un compañero o compañera en esa situación. En este sentido la organización puede ser además una especie de familia algo díscola, pero es en la que hemos crecido y aprendido a caminar, por momentos entre la penumbra en otros con mayor claridad y a veces en plena neblina. Pero siempre convencidos que nuestra lucha es en unidad, por la memoria, la verdad y la justicia.

Hoy a treinta años, nos encontramos luchando contra la impunidad de un gobierno que hace de la violencia un acto cotidiano contra su pueblo. Exigiendo que el único lugar para los genocidas es la cárcel común y efectiva. Y a pocos días de conseguir junto con las organizaciones sociales, políticas, sindicales, estudiantiles y la mesa de organismos de derechos humanos, una de las mayores, multitudinarias y unitaria marcha, repetimos:  No Olvidamos. No Perdonamos. No Nos Reconciliamos

Por Romina Marucco*

* militante de H.I.J.O.S Rosario

Fuente: Página 12