Una proclama por la Patria
El hermoso Delta del Paraná, donde hoy son visibles bestiales lenguas de fuego, riegos con glifosato y violentas expulsiones de antiguas familias isleñas.
21/06/2022 OPINIÓNEl hermoso Delta del Paraná, donde hoy son visibles bestiales lenguas de fuego, riegos con glifosato y violentas expulsiones de antiguas familias isleñas.
Se llama Grain.org y es una pequeña organización internacional fundada en 1990, con sede en Barcelona, España, que trabaja apoyando a campesinos y movimientos comunitarios en sus luchas alimentarias, con estricto respeto a la biodiversidad. Apoya a agricultores de pequeña escala, y sus investigaciones y análisis sirven a redes locales, regionales e internacionales, promoviendo formas de cooperación justas e igualitarias en África, Asia y América Latina.
La labor de Grain empezó a llamar la atención a partir de la acelerada pérdida de diversidad genética en muchas geografías agrícolas, que afecta la existencia mundial de alimentos. Su más reciente informe –que se lee en internet– es impresionante y utilísimo para comprender que en la Argentina las luchas contra el modelo extractivista-exportador y por recuperar la soberanía fluvial tienen sentido, esencia y urgencia, porque la cruel verdad es que la riqueza granaria argentina no alimenta al pueblo, y el hambre popular es el veneno de toda democracia. Sólo necios, millonarios, corruptos y cipayos son capaces de negarlo.
Ese modelo fue creado en 1884 al fundarse la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), entidad que hoy ofrece informes y datos que no siempre se corresponden con lo que sucede en el agro, más allá de que es evidente que trabaja en contra de los intereses nacionales y ni se diga los populares. «De hecho parece obvio que co-gobiernan la Argentina –sostiene un veterano capitán de dragas que prefiere el anonimato–. Han infiltrado todo el Ministerio de Transporte, que funciona como sucursal porteña de la sede rosarina; y si me apura, también la Administración General de Puertos».
Lo cierto es que el vocablo «traición» hoy está en boca de muchas personas disgustadas con las agroexportaciones, quienes rumian entre dientes porque todavía no se atreven a calificar con extrema dureza al que sotto voce llaman ya «gobierno traidor». «Les ordenaron entregar el Paraná y lo van a entregar, lo están haciendo», protesta ese capitán.
Lo indudable es que hoy se necesita una logística soberana y con decisión patriótica; no al servicio de las multinacionales. La Argentina no necesita hidrovías ni corredores bioceánicos, y en cambio sí le es urgente abocarse a la integración y manejo de su comercio exterior independiente, soberano y liberado del codicioso interés de las multinacionales que, funcionales a la BCR, concentran la navegación en el Río de la Plata por el Canal Punta Indio, que sirve a Montevideo, anulando el Canal Magdalena que va paralelo a la Provincia de Buenos Aires y es mucho mejor y no sólo porque es nuestro sino también porque es más corto y más profundo, y de más económico mantenimiento, dragado y balizado. Y porque además de ser mejor operativamente, une, por aguas argentinas, a nuestros ríos con la extraordinaria costa atlántica que tenemos.
Por estas cuestiones se desvelan muchos patriotas, hombres y mujeres que conocen y aman nuestros ríos y costas, poniéndole el pecho a las multinacionales voraces y a los cipayos paridos y alimentados hace años por las dictaduras y el menemismo.
Como se aprecia, es urgente que el Canal Magdalena se concrete cuanto antes, aunque la decisión acaso pueda ser arrancada por el pueblo desde las calles, lo que sería indeseable y peligroso. Pero también sería letal que la Argentina hídrica quedara partida en dos y todo el comercio exterior entrara y saliera exclusivamente por Montevideo, que ya es, de hecho, un puerto anglo-belga.
Por eso es hora de que nuestro gobierno, por su origen nacional y popular y su esencia por así decirlo peronista, cambie el rumbo. Es dramáticamente urgente.
Además, la Argentina ya no tiene flota de bandera nacional, ni puertos estatales, e incluso esta semana que pasó la República del Paraguay anunció que los barcos que partan de Asunción ya no necesitarán prácticos argentinos en todo el Paraná.
Esas, como es fácil advertir, son tres recuperaciones urgentes que también impide hoy el malhadado decreto 949/20, que sigue vigente como maldita agencia de traspaso de nuestros recursos fluviales y marítimos a empresas extranjeras.
Encima, el desdichado cuadro se completa desde el poderío de empresas y entidades vinculadas a la BCR, como Monsanto o la Sociedad Rural, que ya estarían lanzadas a la conquista del hermoso Delta del Paraná, donde hoy son visibles bestiales lenguas de fuego, riegos con glifosato y violentas expulsiones de antiguas familias isleñas.
Por fortuna es cada día más amplia la oposición a todo esto, y no sólo en los grupos de luchadores por la recuperación de la Soberanía. Y es que la esencia e integralidad de la cuestión ya no admite excusas ni demoras. El drama hídrico argentino va a la par del inexplicable fantasma que recorre esta república: hay hambre y hay un justificado miedo en miles de hogares y taperas de todo el país, como hay un clima social que en general atemoriza, enerva y desnutre a millones de compatriotas. Y ya va siendo hora de que eso acabe. Que es la reivindicación mayor y más urgente del reclamo de Soberanía, aquí y ahora ya un imperativo categórico que golpea a las puertas de la Casa Rosada y el Congreso Nacional, hasta ahora incapaces de resolver este drama absurdo que vive esta nación.
La afirmación anterior alude, obvio, a todo el poder político y económico, y al sistema productivo y al educativo, porque lo que está en crisis son las relaciones humanas de 47 millones de argentinos y argentinas. Y no se puede seguir sin responder a eso. El Presidente de la República es el primero que debería pronunciarse por la Soberanía en sentido amplio, federal y directriz, encabezando una revolución cívica, democrática y pacífica. Porque es absurdo que el sistema político democrático se mantenga en silencio. Alguien tiene que decirles que no es silencio sabio, sino elusivo y poco responsable.
Por todo lo anterior puede vaticinarse que va a ser numerosa y muy expresiva la participación popular en la marcha y acto pacíficos de este viernes 24, al mediodía, en las puertas de la Bolsa de Comercio rosarina. Que es el símbolo perfecto del poder de exacción e injusticia en el reparto de los beneficios que es capaz de proveer todavía la Argentina. Pero cuya concentración agroindustrial, financiera y abuso de poder son inaceptables.
Desde ninguna lógica es admisible tanto abuso. Que encima al arrasar con nuestro bendito río Paraná y vedar toda salida soberana al Atlántico y al mundo, condena al pueblo argentino –hoy hambreado, desalentado y presa de un enojo realmente peligroso– a posibles escenarios de alto riesgo, sobre todo si se reconoce el grado de irresponsabilidad de la delirante oposición que padece la república.
Porque ningún pueblo tolera mansamente una lenta y cruel agonía como la de este país descuajeringado. Escenario que sólo puede detenerse con cambios profundos en la economía, la educación, el trabajo, la industria, el comercio, el empleo, los servicios básicos y la explotación responsable y soberana de los muchísimos bienes naturales que históricamente han sido bendición y maldición a la vez, y siempre excusa para injusticias sociales que es urgente terminar. O sea.