Unidad y nuevo discurso

¿Sabrá una oposición unificada construir más allá de con quiénes se la edifica?

¿Sabrá una oposición unificada construir más allá de con quiénes se la edifica?

Unos cuantos episodios de la última semana, sumados a los de la anterior y citados dentro de unas líneas, incrementan ese interrogante.

La propuesta es una insistencia: no debe tratarse, solamente, del versus. Esa es la condición necesaria, no la suficiente. Se trabaja otra ilusión propositiva o se corre el riesgo, gravísimo, de afrontar más temporadas de este terremoto macrista.

A bastante o mucho de ese debate contribuyó el consultor político Abelardo Vitale, en la columna publicada el viernes pasado en este diario.

Editor de Artepolítica.com y miembro del Grupo Fragata, comienza recordando una de esas obviedades que de tan obvias se pierden de vista: arrancó el año electoral pero no el escenario electoral, porque para lo segundo se necesitan candidatos mutuamente definidos y una sociedad en disposición de escucha. Lo que hay hasta acá son “trazos, signos, datos dispersos y ciertas intuiciones”. Pero, entre las cosas de las que se podría estar seguro, Vitale vuelve a subrayar acertadamente otra obviedad necesaria. Es aquella de que el Gobierno cuenta su estrategia a la luz de día. “Ignorar la economía ante su evidente fracaso; sacar una última gota de jugo a la ‘herencia recibida’ para blindar a su núcleo duro; insistir con ‘la transparencia’ y amplificar todo lo posible la famosa grieta. La apuesta de campaña de Cambiemos será, justamente, no cambiar nada”.

A esa lista tan escueta como categórica cabría, quizá, remarcarle el acting del desfile tribunalicio de Cristina. Será acompañado por una carnicería mediática atroz, fuere que ella sea o no candidata.

Es cierto que el equipo cambiemita tiene los jugadores gastados. Y encima su vestuario se convirtió en un cabarulo, porque los radicales descubrieron que podrían animarse a reaparecer dentro de esa alianza con el Pro que se los fumó en pipa. Pero está claro que, aun así, Cambiemos tiene decidido a qué jugar más allá de sus jugadores. No es el caso de la oposición, también al margen de que nadie esté en condiciones de indicarle a CFK los tiempos exactos de su entrada en escena pública.

Napoleónicamente dicho, nunca interrumpas a tu enemigo cuando está equivocándose. O, para prevenirse de quienes advierten sobre un gobierno que no se equivoca en nada sino que acierta todo, en función de su banda de negociados: no lo interrumpas mientras hace las cosas que pueden perjudicarlo electoralmente. Despidos e inflación que no paran, los comercios que caen como moscas, la incertidumbre con el dólar, la frazada corta de detenerlo a costa de unas tasas de interés inconcebibles. Y hasta el símbolo de que entra en crisis una embotelladora de Coca Cola.

Pero la cuestión, otra vez precisamente, es ver a ese conjunto dramático como lo que el Gobierno jugará cual mera consecuencia del desastre K y de las tormentas mundiales. Macri no puede alardear más nada, y de hecho no lo hace, de cara a qué futuro prometedor nos esperaría en canje por este ajuste brutal vendido de gradualista. Su negocio es el odio, primero, y después recrear la construcción de subjetividad frente a las franjas de clase media que pudieran estar dispuestas a ser nuevamente embaucadas. Ella o Yo.

Llega entonces lo de trazar edificación contraria.

Como señala Vitale, el presente obliga a reconstruir una mayoría; un tercio de votantes (o alrededor, se agrega) que hoy se expresan como “ni-ni”. O sea, el mismo tercio que disputará Macri.

Luego: “Es hora de ir en busca de lo popular en vez de esperar a que lo popular venga (entendiendo ‘lo popular’ como los trabajadores y los humildes, pero también como los amplios sectores de clase media, comerciantes, profesionales). Hay en esos ciudadanos demandas y expectativas para las cuales no tenemos buenas respuestas. Basta con citar la problemática de la seguridad (entre comillas, agrega uno), que atraviesa clases sociales, pertenencias barriales, verdaderas preocupaciones y miedos”.

Ese espacio de disputa, que bien vale como ejemplo, no debe quedar en manos exclusivas del fascismo de mercado. Tiene razón Vitale cuando habla de abandonar todo tipo de traza melancólica. “Esa tentación de los ‘días felices’ siempre existe, pero ahora todo es más fugaz. De allí que no están atrás las respuestas que buscamos. En este tiempo, en esta sociedad, en esta cultura que disputamos políticamente y no en otra. Y lo que disputamos es la construcción de futuro”.

Confesión en primera persona, tomando ese disparador de cómo plantarse frente a “la inseguridad” con discurso y propuestas alternativos: no tengo idea de cómo se hace. Con la corrupción, se batalla mejor porque sobran pruebas y argumentos para etiquetar al macrista como el gobierno más infecto de la historia democrática. Eso sin perjuicio de que allí el oficialismo lleva las de ganar, porque es en el enchastre de propaganda y carpetazos donde juega con mayor pericia. Tiene todo su aparato mediático taladrando permanentemente, pero a esta altura de Panamá Papers, Correo Argentino, Laura Alonso, Stornelli, aportantes truchos, fuga de capitales y su lista agotadora, es palo y palo (en el mejor de los casos).

Con “la inseguridad”, en cambio, ¿cómo se hace para elaborar una táctica discursiva que, sin perder de vista las razones estructurales del delito urbano, le haga sentir a “la gente” una sensación resolutiva?

¿Con qué discurso electoral se enfrenta al bombardeo sistemático, guionado, minuto a minuto, salvaje, de que vivimos en un antro de violencia africana cuya única salida es meter bala, endurecer penas ya endurecidas, inaugurar cárceles, deportar turcos, bolivianos y todo sospechoso de morochosidad?

Hablando de turcos: la Justicia (en este caso van mayúsculas) absolvió de culpa y cargo a Anil Baran, uno de los detenidos en octubre pasado por los incidentes frente al Congreso cuando la sanción presupuestaria de 2019. Clarín tituló entonces que los cuatro extranjeros detenidos eran el turco amante del Che, dos hermanos venezolanos y un paraguayo con hijos argentinos. El ministro de Interior macrista, Miguel Angel Pichetto, declaró en el momento estar urgido de que el turco y sus cómplices ya estuvieran al pie del avión. ¿Y ahora? Ahora no se enteró nadie, o simplemente valió la instantaneidad xenófoba. Fue absuelto el turco Anil Baran, quien en un diálogo radiofónico conmovedor con Víctor Hugo Morales contó cómo lo hicieron pelota, sin poder hacer trámite alguno, sintiéndose un paria. Absuelto como los dos hermanos de Floresta acusados de terroristas por una denuncia de la DAIA, por visitar el Líbano y tener unos arcabuces heredados del abuelo.

¿Con qué se le contesta a esa batería mediática repugnante, racista, sin sanción, nunca? ¿Cómo manejar que una parte de “la gente” no siga respondiendo al instinto primitivo de aguardar un facho eficaz? De vuelta admisión personal: no tengo, casi, la menor idea. Pero sí sé que por lo menos hay que hacerse la pregunta, a la hora de conquistar votos, en lugar de darse por completamente perdido. De esperar a eso de que “lo popular venga”, en lugar de ir por ello. Si el interrogante parece menor, consultar por Brasil. Entre otras consultas.

Los signos positivos citados en esta columna y otras cuantas, hace una semana, se profundizaron. Paliza en La Pampa contra el colorado Mac Allister. Signos de alta inquietud cambiemita en Córdoba y en las provincias patagónicas. Santa Fe y Entre Ríos en proceso consolidado de unidad o unión opositora. Foto ídem del congreso del PJ bonaerense. Y la fuerza de las imágenes de este fin semana, en San Juan, hacia la marcha unificadora peronista. El andamiaje mediático profundiza la “operación Lavagna” como eventual alternativa de “la avenida del medio”, pero el ex ministro, en rigor, todavía no dijo mu acerca de cómo actuaría. Y hasta lanzan la bomba de humo de Vidal candidata a presidente, en reemplazo de un Macri desvencijado, vuelto de viaje a India, Vietnam y Emiratos Árabes sin otra concreción que promesas de exportar pomelos, naranjas, mandarinas, huevos y limones.

Pero discursivamente saben a qué jugar, aunque puede salirles mal. Publicistas no les faltan.

Del otro lado, pareciera que todavía no. Se verá cuánto hay de inteligencia, desprendimientos personales, militancia y articulación para significar que sí.

Por Eduardo Aliverti

Fuente: Página 12