Vaca Muerta, las comunidades mapuche y la necesidad de un «punto final» al conflicto

La escalada por las demandas de las comunidades traspasan las gestiones de gobierno. Ya se piensa en poner un punto final, con un diálogo político maduro.

La escalada por las demandas de las comunidades traspasan las gestiones de gobierno. Ya se piensa en poner un punto final, con un diálogo político maduro.

La relación entre las comunidades mapuche y el gobierno de Neuquén ha sido, desde hace décadas, un terreno de tensión y deuda no saldada. Los recientes eventos, como la movilización que llevará los reclamos a Vaca Muerta hasta Nueva York, así como los bloqueos en los accesos a los yacimientos, no son más que la continuación de un conflicto que parece lejos de resolverse.

Es claro que las comunidades mapuche, dispersas en el vasto territorio neuquino, no solo exigen el reconocimiento de sus derechos sobre la tierra, sino también un rol activo y con poder de decisión en los proyectos que afectan a sus territorios ancestrales.

La historia ha demostrado que la exclusión de estas comunidades, tanto en la toma de decisiones como en la distribución de los beneficios de los recursos naturales, ha sido una constante.

En el centro de esta disputa se encuentra Vaca Muerta, la joya energética del país. Este mega yacimiento de hidrocarburos ha puesto a Neuquén en el mapa internacional, atrayendo inversiones multimillonarias y promesas de desarrollo económico.

Sin embargo, para las comunidades mapuche, Vaca Muerta simboliza un modelo extractivo que perpetúa la marginalización de los pueblos originarios, cuyas tierras y modos de vida se ven amenazados por la expansión de la industria petrolera.

Causa mapuche: necesidad de diálogo
El hecho de que los líderes mapuche viajen a Nueva York para exponer su caso ante los inversores internacionales pone de manifiesto la profundidad del conflicto. No se trata solo de un reclamo local o de un desacuerdo con las autoridades provinciales, sino de una lucha que trasciende fronteras. La movilización busca internacionalizar el problema, dejando en claro que los derechos de los pueblos indígenas no pueden seguir siendo ignorados por los intereses económicos de las grandes corporaciones y gobiernos.

Los bloqueos recientes en los accesos a Vaca Muerta también son un recordatorio tangible de la insatisfacción y la impotencia de las comunidades. Estas acciones, muchas veces catalogadas como “radicales” o “violentas” desde sectores gubernamentales y empresariales, no surgen de la nada. Son una reacción ante la falta de diálogo efectivo y de soluciones concretas a problemas que llevan años sin resolverse. Para las comunidades, la protesta en las rutas es una de las pocas herramientas que les queda para visibilizar sus demandas.

Lo que se observa es una clara falta de voluntad política para sentarse a dialogar con los mapuche de manera seria y comprometida. Pero de ambas partes.

Los acuerdos entre el gobierno provincial y las petroleras siguen avanzando sin que se respeten los procesos de consulta previa, libre e informada que exigen tanto la Constitución Nacional como convenios internacionales, como el Convenio 169 de la OIT. Los intentos de negociación parecen ser meramente simbólicos, sin una intención real de reconocer los derechos territoriales de las comunidades.

Negociaciones profundas
En este contexto, la deuda pendiente con los pueblos originarios de Neuquén no es solo de carácter legal o económico, sino también moral. El reconocimiento de sus derechos sobre las tierras que habitan y la posibilidad de tener voz en las decisiones que afectan sus territorios son demandas justas y urgentes.

Los conflictos en torno a Vaca Muerta no se resolverán con más represión ni con negociaciones superficiales. Se requiere un cambio profundo en la forma en que el Estado y las empresas abordan las relaciones con las comunidades mapuche.

De no atenderse estas demandas, el conflicto no hará más que escalar.

Fuente: La Mañana Neuquén