Villa Gesell sin mar
¿Qué hay más allá de las dunas, los paradores y el mar en esta ciudad costera, considerada un faro para varias generaciones de argentinos? Algunos sitios interesantes para la agenda del próximo verano, además de las olas y el viento.
21/11/2016 TURISMO¿Qué hay más allá de las dunas, los paradores y el mar en esta ciudad costera, considerada un faro para varias generaciones de argentinos? Algunos sitios interesantes para la agenda del próximo verano, además de las olas y el viento.
Antes del Bolsón, existió Villa Gesell. Pasó medio siglo desde que se formaron los Beatniks –Moris & Cía- y empezaron a tocar en el Juan Sebastián Bar, de Mauricio Birabent. Medio siglo desde que los pioneros del rock nacional, que tiene acta de nacimiento en este balneario, se iban a la playa por la tarde asegurando, para promocionarse entre los veraneantes: “Ustedes no vienen acá solamente por la playa y el mar, ustedes también vienen a ver el show de Juan Sebastián Bar”.
Hoy queda una placa y muchos recuerdos. Sin embargo, puede ser un buen punto de partida para recorrer esta ciudad que tiene alma hippie y pionera: desde que la fundó Carlos Gesell, en terrenos supuestamente “inútiles” porque estaban cubiertos de dunas, hasta que Rodolfo Kuhn filmó Los inconstantes y la convirtió en un símbolo de la contracultura.
Decía Primera Plana, allá por 1962: “Si hay algún dato sociológico en este nuevo film, está exclusivamente referido a Villa Gesell, una playa ubicada a 450 kilómetros de Buenos Aires y frecuentada por veraneantes noreuropeos. Allí viajó Kuhn unas tres veces, entre enero y marzo de este año; a la segunda visita, averiguó que, al margen de los turistas, había una suerte de pequeña población estable que se quedaba en la playa hasta comienzos de abril con poco o ningún gasto. Era gente de la pequeña burguesía, joven, solitaria, que durante el año entero sólo vivía pendiente de sus vacaciones estivales”.
“En Gesell –decía Kuhn- limpian bares o cantan en boites a cambio de la comida y de un lugar donde dormir. El verano es para ellos una especie de catarsis: llegan a la playa resueltos a liberarse de todo prejuicio y compromiso, persiguen una relación amorosa que dure solamente horas, parecen ansiosos por escandalizar a los burgueses, por demostrarles que ninguna convención ni ninguna costumbre establecida les importa”.
Tiempo de bosque
Por entonces, ya estaban crecidas las acacias y los pinos plantados por Gesell, no con intenciones ecológicas sino para proveer de madera a su fábrica de muebles. Pero el destino quiso otra cosa, convirtiendo a este pueblo agreste y teñido de belleza marítima en una meca primero hippie y luego familiar: ocurre que los chicos –y los hippies- también crecen y vuelven con sus hijos, año tras año.
Esa historia se puede conocer en la primera casa que tuvo Carlos Gesell, construida en 1931 muy cerca del mar y con cuatro puertas mirando hacia los cuatro puntos cardinales, para tener siempre por dónde salir, según de dónde viniera el viento y acumulara la arena bloqueando los posibles accesos. Hoy es la sede del Museo Histórico local, y uno de los puntos imperdibles de un paseo por la memoria gesellina, que debería pasar también por el pinar de 14 hectáreas donde quedan aún muchos de los históricos árboles plantados por Gesell, actual hábitat de jilgueros, zorzales, horneros y colibríes.
¿Qué más ofrece Gesell cuando no es hora de playa? El muelle de pesca construido en los años ´70, donde los hijos de ayer son los padres que hoy llevan a sus hijos a dar los primeros pasos en la pesca con mediomundo; el Anfiteatro del Pinar, donde se organizan encuentros corales durante el verano; los paseos a caballo por el bosque; y las excursiones en 4×4 al faro Querandí, 30 kilómetros al sur de la ciudad, para visitar este monumento de 54 metros de altura rodeado de un paisaje de dunas vivas, pinos y acacias. ¿Lo imperdible? Subir la escalera caracol de 276 escalones y disfrutar de la vista sin límites sobre la reserva y el mar.
Las playas
Los principales puntos de la costa están unidos gracias a una rambla íntegramente construida en madera, que recorre la avenida Costanera –hace unos años cerrada al tránsito vehicular- desde la calle 303 hasta el paseo 115. Puentes, escaleras, bancos y miradores hacia el mar se suceden en el recorrido, que fue creado con el objetivo –bien logrado- de despejar la línea de vista al mar, consolidar las dunas para evitar la erosión de las playas e integrar la ciudad con el bosque.