De vuelta en la calle

Ante el ajuste y las medidas económicas del Gobierno, los movimientos sociales establecieron nuevas alianzas y comenzaron a coordinar protestas conjuntas. Confluencias, diferencias y debates entre organizaciones que se definen como peronistas, kirchneristas o de izquierda.

Ante el ajuste y las medidas económicas del Gobierno, los movimientos sociales establecieron nuevas alianzas y comenzaron a coordinar protestas conjuntas. Confluencias, diferencias y debates entre organizaciones que se definen como peronistas, kirchneristas o de izquierda.

¿Qué pasa en las organizaciones sociales? El combo de ajuste, despidos y suba de los precios las está sacando otra vez a la calle, pero distintas. En nueve meses de gobierno macrista, cambiaron sus alianzas; están definiendo también otros modos de perfilarse y de pensarse a sí mismas. El violento cambio en las condiciones económicas y políticas es una fuerza que las empuja a reactivarse y, al mismo tiempo, a redefinirse. Se trata de un proceso en pleno curso; la recomposición del peronismo le agrega una dificultad extra. Está en discusión con qué intensidad volver a la protesta, junto a quiénes, qué hacer hacia dentro y cuál es el proyecto propio.

Una recorrida por los movimientos da cuenta de los distintos reposicionamientos.

Triunviratos
Entre las novedades más vistosas del mundo de las organizaciones populares está el acompañamiento que un sector de las agrupaciones piqueteras viene recibiendo de la Iglesia católica, ya no de curas díscolos como el padre Jesús Olmedo, que cada tanto se crucifica frente a la casa de gobierno de Jujuy en reclamo de trabajo para los pobladores de la puna, sino de la mano del papa Francisco. En el mismo sentido novedoso corre el vínculo de estas organizaciones con el triunvirato que conduce la CGT.

Este sector está integrado por la Coordinadora de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), del Movimiento Evita, que a principios de año se fue del Frente para la Victoria; por Barrios de Pie, que fue parte de los gobiernos kirchneristas hasta 2008 y hoy está cerca del massismo, y la Corriente Clasista y Combativa –del Partido Comunista Revolucionario–, que en cambio fue opositora a la gestiones de Néstor y Cristina Kirchner.

La CTEP, Barrios de Pie y la CCC fueron las organizaciones que convocaron a la marcha de San Cayetano, el pasado 8 de agosto, que logró una fuerte repercusión. Junto con la Iglesia impulsan además en el Congreso la sanción de una ley de emergencia social, para aumentar los presupuestos de las áreas sociales y atender a los afectados por las políticas del macrismo. Se reperfilaron rápido, son las que más salieron a la calle y lograron mayor visibilidad.

“Lo primero que planteamos fue el aguinaldo social, en diciembre, cuando asumió el Gobierno”, repasa Emilio Pérsico, del Evita. “Nos dieron un sueldo dividido en dos cuotas. Después pedimos otra suma solidaria y conseguimos 400 pesos. En febrero hicimos la unidad con la CCC y Barrios de Pie; después de muchos años de estar separados nos planteamos la necesidad de encarar juntos este momento”.

A los objetivos de la nueva etapa, Pérsico los define como gremiales: convertir a sus movimientos sociales en el sindicato de los trabajadores informales. “Queremos construir la representación de los trabajadores de la economía popular. Hoy estamos en otro nivel reivindicativo que en los S90, no peleamos por planes y comida, más allá de que haya que hacerlo porque los compañeros tienen que comer, pero ese no es nuestro objetivo. No estamos en la vieja lógica. Por ejemplo, armamos una obra social que ya tiene 50 mil afiliados y va a crecer mucho más porque vamos a ir juntos con Barrios de Pie y la CCC”.

Juan Carlos Alderete, de la CCC, le pone menos énfasis: “Hubo cosas en las que nos pusimos de acuerdo rápidamente: ninguna organización puede enfrentar sola estas políticas antipopulares. Pero tenemos diferencias también, sobre todo con el proyecto político que tienen algunas organizaciones… no es malo que lo tengan, sino que hay que ser claros sobre qué proyecto tiene cada uno. No somos una alianza política sino de organizaciones, cada una con identidad”, abre el paraguas. Es que llegado el momento, por más perfil gremial que se dé, el Movimiento Evita y Barrios de Pie saldrán a disputar espacios en la interna del peronismo. Con todo, es claro que a la CCC le cabe tanto la cercanía con la Iglesia como con el peronismo. Y en cambio, da la impresión de que le es trabajoso tener como compañera de viaje a la izquierda trotskista. “Cada vez la hacen más difícil, con ataques, polémicas, cuestionamientos… ¡son tan inflexibles! Hace poco fui recibido por el Papa y poco más dicen que le fuimos a pedir algo (Donald) Trump”. “No se puede pensar en lograr ningún cambio sin la comunidad católica ni las masas peronistas”, completa.

Daniel Menéndez, de Barrios de Pie, reafirma el perfil del grupo con un palito a la CTA: “Buscamos la manera de pararnos en las reivindicaciones de los trabajadores precarizados. Ahí hay un vacío de representación que en otro momento histórico se canalizó bajo el paraguas de la CTA; pero hoy eso está diluido”.

La izquierda
Los movimientos piqueteros de los partidos de izquierda –como el Polo Obrero, del Partido Obrero, y el Teresa Vive, del Movimiento Socialista de los Trabajadores– vienen saliendo desde hace años, en una especie de frente de acción común, con otras agrupaciones surgidas de la izquierda no partidaria, como el Frente Darío Santillán y la Federación de Organizaciones de Base (anarquistas con trabajo en Rosario y Buenos Aires).

“Somos muy críticos de planteos como los de la CTEP, porque las leyes de emergencia social ven al desocupado como a un sujeto a asistir socialmente”, se diferencia de movida Eduardo Belliboni, del Polo Obrero. “Para nosotros, lo que hay que hacer es dar la lucha por el trabajo, unirnos a la clase obrera y en todo caso discutir un seguro de desempleo, que es el planteo histórico, clásico, del movimiento piquetero”.

El dirigente cuestiona el acercamiento de esas organizaciones a la CGT: “Es para continuar con la tregua –dice–. Macri vetó la ley antidespidos, tampoco modificó la escala de Ganancias, no reabre las paritarias y la CGT sigue postergando el paro”.

En el Frente Darío Santillán no descartan, en cambio, una posible convergencia con el sector de la CTEP. “No fuimos a San Cayetano, pero sí estuvimos todos en la marcha federal, fue un punto de masividad y encuentro”, señala Federico Orchani. ¿Y por qué a San Cayetano no? Por cierta desconfianza hacia El Vaticano y la figura de Bergoglio. “El proyecto de la Iglesia ha sido siempre el de funcionalizar el conflicto y frenar la movilización. Y esto es lo que ha hecho la CTEP en alguna circunstancia: en diciembre del año pasado, por ejemplo, cuando reprimieron a los trabajadores de Cresta Roja, se había convocado para el día anterior a una marcha unitaria a la Plaza de Mayo. La CTEP se bajó porque (el ministro de Trabajo) Jorge Triaca los había recibido y habían negociado un aumento muy poco significativo para fin de año. Todo eso genera diferencias, recelos… pero si nos tenemos que encontrar en la calle contra el Gobierno lo vamos a hacer, aunque es difícil que esto ocurra con otras fuerzas como el PO, porque están atravesados también por la agenda electoral e incluso por algo que divide aguas que es el kirchnerismo”.

También el FDS, que integró en las últimas elecciones las listas del FIT (del Partido Obrero, Partido de los Trabajadores Socialistas e Izquierda Socialista), aunque de una manera casi testimonial. “Para no- sotros, sería ideal que llame a una unidad mayor”, cierra Orchani.

Sacudones
En otros dos grupos, todavía con muchos sacudones internos, están las organizaciones sociales kirchneristas. De hecho, Unidos y Organizados se desarticuló.

Por un lado se están reuniendo el Movimiento de Unidad Popular (MUP), la Martín Fierro, el Peronismo 26 de julio, los Descamisados y Octubres. “Estamos volviendo a acomodar los huesos”, dice Quito Aragón, de la Martín Fierro. “Nos hemos movilizado juntos en las marchas grandes, y tenemos un proceso de discusión en muchos distritos, porque hay que conformar una nueva teoría revolucionaria desde nuestro espacio, el de la izquierda peronista y la izquierda revolucionaria”. Aragón admite que se los ve poco en la calle: “Estamos reacomodándonos, esa es parte de la realidad. También que en estos 15 años dejamos de ser una fuerza vinculada a lo estrictamente social para ser una fuerza más analógica de la política. Venimos laburando mucho lo sindical, estamos vinculados a la Corriente Federal de Trabajadores (que lidera el cegetista Sergio Palazzo, de La Bancaria). Los reclamos que se hacen desde ahí tienen menos visibilidad”.

Federico Martelli apunta que en el MUP decidieron profundizar el trabajo en el territorio. Pero lo hicieron armando nuevas organizaciones (el FOP, Frente de Organizaciones Populares), “en cambio, preservamos al MUP como organización política del peronismo. Trabajamos con los intendentes del grupo Fénix y del grupo Esmeralda, estamos encarando el peronismo desde ahí. Es que aunque sigamos con trabajo en el territorio y con las cooperativas, muchos nos hemos corrido del viejo lugar de las organizaciones sociales: nos van a encontrar más en la discusión política partidaria”.

¿Por qué? A grandes rasgos, porque hay una lectura: “La CGT va a hacer su trabajo, va a incrementar el nivel de conflicto y se va a empezar a construir la crisis de este modelo. Los movimientos sociales también van a ir haciendo su trabajo, y a todo eso que suceda desde abajo va a haber que darle una salida política, que es compleja porque el peronismo está desorganizado”.

En otro sector, cercano pero todavía no uno solo, está la FTV de Luis D’Elía. “La FTV ha abierto su partido, Miles, y ha incorporado un montón de figuras: Boudou, Mariotto, Marcelo Parrilli, Fernando Vaca Narvaja, Osvaldo Papaleo, Carolina Papaleo, Julio César Urien. En ese contexto estamos trabajando con Quebracho y el Movimiento 22 de Agosto, de la zona sur”, apunta D’Elía.

Los dos sectores están teniendo diálogo con el kirchnerismo para discutir política. “Nosotros bancamos los doce años de Cristina, no renegamos de eso, pero hoy no nos definimos como kirchneristas sino como peronistas”, dice uno de los dirigentes del primer grupo. “Tenemos que discutir el futuro y el tipo de conducción, porque no nos va a llevar para adelante como nos trajo hasta acá: si nos va a poner a La Cámpora como intermediación, no”.

¿Desaparecieron las organizaciones autonomistas, que marcaron el fin de los 90 corriéndose de la pelea por el poder del Estado? Neka Jara, ex integrante del MTD de Solano, dice que hoy trabajan “en redes armadas de otra manera, no con el tamaño de las organizaciones grandes”. Jara está ahora en el movimiento de colectivos Maxi Kosteki, “una red de salud comunitaria, autogestión de la tierra para producir alimentos orgánicos, emprendimientos productivos y talleres culturales. Tenemos un enfoque más comunitario, un enfoque integral”.

Herramientas
Más allá de los reagrupamientos, vale señalar otros cambios de los movimientos en la manera de pensarse a sí mismos. Por ejemplo, todos –hasta el MUP, que nació anarquista–, hoy tienen su propio partido político y lo consideran una herramienta imprescindible. La Agrupación Martín Fierro tiene el partido Martín Fierro; el FTV, Miles; el Frente Darío Santillán, Pueblo en Marcha… y así se los podría recorrer a todos.

No hay que perder de vista que las organizaciones surgieron del fenómeno contrario, del descreimiento y rechazo a los partidos. A fines de los 90, los punteros del peronismo se corrieron de las unidades básicas para sumarse a las organizaciones piqueteras, y eso fue determinante para su consolidación.

Por otra parte, si bien el trabajo en el territorio sigue –de hecho, retomado en estos meses de pérdida de empleos con la apertura de comedores y merenderos– hay una intención muy nítida de acentuar, en la definición de “trabajador desocupado” con que nacieron las organizaciones piqueteras, más la T que la D. Hay cooperativas, emprendimientos, obras de construcción para el Estado, y ése es un piso que nadie quiere perder. Esa intención tiene como contrapartida el reconocimiento que hace la propia CGT sobre su error de haber dado la espalda a los desocupados.

En este mismo sentido, hay que agregar que otros movimientos sociales tuvieron otro tipo de desarrollo: por ejemplo, el Frente Darío Santillán con sus bachilleratos populares. Es decir que son organizaciones más complejas y con demandas más amplias.

La gran pregunta para todas es cómo convertir organización social en fuerza política. “Esto es muy difícil en la Argentina”, apunta Pérsico. “El peronismo fue la única expresión fuerte de unidad del poder social y político. No es lo mismo que en Bolivia, donde los dirigentes sociales llegan a cargos políticos. Acá pasó sólo con el peronismo: uno podía ver cómo muchos de los intendentes viejos venían del sindicalismo o habían trabajado en la villa, o vivido en villa… hoy en día a ese proceso no se lo ve”.

“Nosotros tenemos un proceso abierto de discusiones en muchos distritos, porque creemos que tenemos que conformar una nueva teoría revolucionaria desde nuestro espacio”, apunta Aragón. D’Elía agrega que “a diferencia del 2000, no queremos que la transición democrática nos agarre en babia, que hagamos el gasto en la calle y después venga la política tradicional y se lleve nuestras luchas. Queremos que sea al revés, conservar la disputa social pero ir construyendo una salida política”.

“Es muy difícil hoy ver cuál es el lugar en la política institucional”, indica Martelli. “Tenemos que trabajar en el territorio para que la crisis social no desemboque en una crisis que haga crecer la falta de representación. Pero también hay que trabajar en la política partidaria para volver a construir una mayoría.”

Fuente: Página 12