Coronavirus, la libertad y el Estado
La pandemia por diseños globales o por descuidos locales nos forzó a revisar mucho de lo que dábamos por sentado. La lista es larga, aquí me limito a dos asuntos interrelacionados: la libertad y el Estado-nación.
04/05/2020 OPINIÓNLa pandemia por diseños globales o por descuidos locales nos forzó a revisar mucho de lo que dábamos por sentado. La lista es larga, aquí me limito a dos asuntos interrelacionados: la libertad y el Estado-nación.
Ni bien los Estados nacionales comenzaron a establecer controles y regulaciones para evitar la propagación del virus, surgieron las disidencias. Personas que conocemos y con las que conversamos, también artículos de opinión, comenzaron a señalar la restricción de libertades. Algunos y algunas atienden a su libertad individual. Otros alertan o acusan a los Estados de tomar la pandemia como una excusa para el autoritarismo. En el ámbito político, voces neoliberales advierten que el exceso de Estado atenta contra la globalización (su diseño neoliberal) al tiempo que cae en el populismo. Veamos.
La autoridad estatal tiene varias caras. Una es la cara del Estado dictatorial militar, capitaneado por ejemplo por Jorge Videla o Augusto Pinochet, y otra muy distinta es el ejercicio de la autoridad consultativa estadual que sitúa la vida sobre la economía y la restricción temporaria de la libertad individual.
Por otro lado, la libertad tiene también varias caras. Una la tuvo durante la construcción de Estados-nacionales seculares y liberales, desde sus fundaciones a fines del siglo XVIII y durante el XIX, en Europa Occidental y Estados Unidos. Y otra muy distinta es la máscara de la libertad del mercado, más que de la gente, propiciada por la mutación de la ideología liberal a la neoliberal. La confusión hoy es perniciosa.
En paralelo a la función estatal, la sociedad civil tiene sus propias organizaciones en defensa de la libertad y la democracia. Una de ellas es la Fundación Internacional de la Libertad, complementaria, directa o indirectamente, de la Open Society Foundation para la defensa de la democracia. La presidencia de la primera la detenta Mario Vargas Llosa. La conducción de la segunda está en manos de George Soros. Soros derivó su política de su maestro, Karl Popper. Las ideas de Popper están plasmadas en La sociedad abierta y sus enemigos (1945). Popper es un ancla también para Vargas Llosa. En su reciente libro La llamada de la tribu (2018), Vargas Llosa construye una tribu de varones ilustres paladines de la libertad que incluye –pero no sólo– a Adam Smith, Friedrich von Hayek y Raymond Aron. Si no prestamos mucha atención, no nos damos cuenta de que la idea liberal de la libertad individual se desplazó hacia la idea neoliberal de la libertad de mercado. El “individuo” quedó preso sin darse cuenta en la libertad mercantil.
“Individuo” no es un concepto universal. Ninguna de las civilizaciones que florecieron en el planeta desde la Era Axial (unos 7 mil años AC) privilegió esta idea. Se daba por sentado que las personas necesitaban de otras personas, que vivir era vivir en comunidad. Estas civilizaciones comenzaron a ser transformadas por las intervenciones occidentales que llevaban la misión de “conversión”. Primero al cristianismo y luego a las ideas de civilización y progreso y libertad individual. Todas ideas ajenas a las civilizaciones que Occidente invadía.
La idea de “individuo” surgió en el Renacimiento europeo y se consolidó en la Ilustración. El individuo era tal por sus derechos de ciudadanía en un Estado-nación. De allí en más hasta hoy los no-ciudadanos (inmigrantes y refugiados) son marginados en nombre del la soberana ciudadanía del individuo. Jean Paul-Sartre resumió la idea en el epígrafe de su novela La Náusea (1938): “Era una persona sin importancia colectiva, exactamente un individuo.” El cuidado y lo comunal fueron arrasados por la competencia y la individualidad.
El “Estado de cuidado” es un concepto que surge de las condiciones impuestas por la pandemia. Rita Segato imaginó un concepto importante: “Estado materno”. El Estado materno no es igual al “Estado de bienestar” ni al “Estado socialista”. Ni menos aún a un Estado feminista. El “Estado materno” presupone una teoría política que no se encuentra en la larga lista que va desde Platón y Aristóteles hasta Leo Strauss. Rita Segato, sin términos de comparación en la teoría política occidental (no hay otra que compita con ella), sugirió para describir el Estado argentino de la primera mitad del siglo XXI la idea de Estado materno.
Un Estado de cuidado requiere la colaboración de la sociedad política, no de la sociedad civil. La sociedad política es un concepto de corta historia. Aquí lo empleo en un sentido específico complementario al de Estado materno. La responsabilidad de la sociedad política no sería la de oponerse al Estado sino, siendo crítica (en un sentido kantiano), la de trabajar junto al Estado para el bien comunal/social. Un Estado materno que cuida la nación pone a la salud, la educación y la alimentación primero, y en segundo plano al beneficio económico de bancos, corporaciones, intereses mediáticos y usuras tecnológicas. Los objetivos del Estado materno deben ser sostener economías sustentables y no apoyar ni el desarrollo salvaje ni el llamado «desarrollo sustentable».
La libertad en el Estado materno será libertad concertada, comunal y no individual. Tal horizonte no será del agrado de corporaciones, bancos y medios de comunicación afines, para los que libertad individual y libertad económica son lo mismo. La Fundación Internacional de la Libertad que preside Mario Vargas Llosa y la Open Society Foundation que fundó y gestiona George Soros son dos paladines de esta confusión.
Por Walter Mignolo
* Walter Mignolo es semiólogo y profesor de Duke University (EE.UU.).