El modelo agroindustrial y la inequidad de género
Las mujeres del campo abastecen entre el 60 y el 80% de los países en desarrollo con alimentos agroecológicos. En estos países el rol de la mujer en la actividad agrícola es protagónico.
15/01/2021 OPINIÓNLas mujeres del campo abastecen entre el 60 y el 80% de los países en desarrollo con alimentos agroecológicos. En estos países el rol de la mujer en la actividad agrícola es protagónico. Aun así reciben salarios más bajos por el mismo trabajo que los varones, tienen menor acceso a la tierra, a la tecnología y al apoyo del gobierno.
Enfrentan grandes restricciones sociales, políticas y económicas. Como la falta de representatividad, acceso a una obra social, un salario digno y derechos laborales.
El mayor obstáculo al que se enfrentan es la falta de acceso al capital y a la tierra. En el mercado, las mujeres apenas poseen el 1% de las tierras.
La productividad podría aumentar un 30% si existiera para ellas el mismo acceso que tienen los hombres. Medios de producción y recursos económicos. Que permitirían alimentar a 150 millones de personas más, de forma sana y segura.
La inequidad de género existente impide que los recursos naturales sean usados de forma sostenible.
Históricamente las mujeres han asociado la ecología con la salud, a una producción consciente que cuida tanto la tierra como a las personas, pensando en las generaciones futuras. Son las más concientizadas por los efectos nocivos del uso de agrotóxicos, debido a su rol de cuidadoras. Por eso se afilian a prácticas de cuidado del medio ambiente y de conservación de los recursos naturales.
El modelo de cultivo que impera actualmente es el estandarizado por el poder económico de la agroindustria. Siendo las grandes corporaciones multinacionales las que controlan que se va a producir, qué comemos, cuánto comemos y el precio de lo que comemos. La dinámica se plasma en un costo tangible para la sociedad, en crisis económicas, la destrucción del medio ambiente y la enfermedad por agrotóxicos.
Las mujeres tienen el potencial para convertirse en agentes de cambio de la agricultura y el desarrollo rural. Mejorando el acceso a la financiación, la tecnología, la capacitación en el mercado y constituyendo organizaciones con representatividad pueden liderar la transformación de la producción y el consumo de alimentos hacia una forma sostenible con los recursos naturales.
En el mundo la incorporación de las cuestiones de género ha sido menor al 10% de los proyectos para el desarrollo agrícola. La falta de políticas públicas para este sector exacerba las desigualdades.
La industrialización de la agricultura ha generado una doble apropiación. La sustitución de los trabajos familiares por parte de la industria y el quiebre de la autonomía de los mecanismos sociales-económicos, generando pobreza. Las familias agricultoras terminan siendo vulnerables a la inestabilidad de los precios para la producción y el crédito.
El modelo agroindustrial que continúa mostrándose como una solución a la pobreza es la causa de la privación material, desigualdad y hambre de la Argentina.
La agroecología es un espacio idóneo para la transformación cultural de las relaciones de poder que subordinan a las mujeres. Quienes aún no logran ser consideradas actores económicos ni autoras de conocimientos. La tradición ha constituido a los varones al mando de las decisiones de producción, generando diferencias en el acceso a los recursos económicos y excluyendo a las mujeres de los lugares de poder.
La incorporación de políticas públicas con perspectiva de género en la agricultura son necesarias para revertir la invisibilidad de las mujeres, ya que la complejidad de los problemas surgidos de la agricultura industrial no se logran abarcar desde una disciplina aislada.
Por Vanesa Rosales de la Quintana
* Médica. Especialista en Medicina Familiar. Auditora de Servicios de Salud. Universidad de Buenos Aires