La grieta como estrategia política
La grieta es una categoría fabricada por el sistema corporativo de medios como traje a medida para un sector de la política cuyo único propósito es, paradójicamente, destruir la política.
29/01/2021 OPINIÓNLa grieta es una categoría fabricada por el sistema corporativo de medios como traje a medida para un sector de la política cuyo único propósito es, paradójicamente, destruir la política. ¿El método? Sustraer lo que antes fue debate y construcción ciudadana para encerrarlo en el restringido espacio del marketing comunicacional operado en base a encuestas y algoritmos, fake news y titulares de medios corporativos concentrados. Es un ámbito donde corren con ventaja las billeteras abultadas y los poderes más consolidados.
Si por grieta se entendiera la división que generan en la sociedad las diferencias de todo tipo (económico, social y cultural) entre quienes tienen mucho y los que casi nada poseen, entre quienes ejercen el poder y aquellos que lo sufren sin elección, habría que decir que se trata de una realidad tan añeja como la sociedad misma. Un objeto de estudio tan antiguo como permanente para las ciencias sociales que siempre encontrarán inteligentes y a la vez farragosas elucidaciones para explicar una conducta originada en la ruptura de los lazos de solidaridad entre seres humanos. Aunque esta interpretación pueda leerse como una elucubración simplista, ingenua y hasta carente de rigurosidad científica.
Pero no se trata de eso. Hoy por hoy la grieta es una categoría y un método ideado por los beneficiarios del poder para perpetuarse en el mismo y seguir usufructuando de los beneficios de todo tipo que les brinda la sociedad capitalista. Y por este motivo no van a escatimar esfuerzos, acciones e iniciativas para perpetuarla. No importan los ofrecimientos al diálogo, las concesiones o las negociaciones que se puedan ofrecer desde el otro lado. Porque la única metodología política (si es que así se la puede denominar) de los partidarios de la grieta es oponerse a todo, sin razones ni argumentos. Sin importar tampoco el tema y atribuyendo todos los males al circunstancial adversario que siempre será adjetivado como enemigo. Primero se proclaman antivacunas y a renglón seguido se denuncia la falta de las mismas. Y si llegan, las vacunas no serán suficientes o no estarán en tiempo oportuno, o no serán administradas de manera adecuada. Lo mismo sucede con otra innumerable cantidad de temas y cuestiones.
Los promotores de la grieta no discuten ideas políticas ni actos de gestión. Reclaman consenso para utilizarlo como veto, y diálogo para luego ausentarse de las mesas de negociación a fin trabar cualquier posibilidad de acuerdo. Sin considerar siquiera la contingencia de contradecirse a sí mismos. La metodología es negarse a todo sin importar los argumentos. Se alinean en torno a la consigna de rompan todo, porque el malestar general es su mejor negocio.
La grieta intenta destruir la política entendida como escenario para el diálogo y la construcción colectiva desde la diferencia. Y para ello todo vale: fake news, lawfare, amenazas, presiones, corrupción, sabotaje. Los partidarios de la grieta descreen de la polítíca aunque la proclamen. También en eso mienten.
La grieta con todos sus condimentos es la estrategia elegida por Juntos por el Cambio para alcanzar sus objetivos políticos (o antipolíticos) de retomar en plenitud las riendas del poder institucional.
Frente a esto no valen sólo las buenas intenciones y la disposición al diálogo, porque se corre riesgo de quedar atrapado en las redes de una metodología de destrucción que carece de valores éticos y, sobre todo, de respeto por los derechos humanos, un pilar indiscutible de la democracia que proclamamos y defendemos.
La defensa de la democracia requiere además de manifestaciones de firmeza, en unos casos, y de energía y resolución en la toma de decisiones en otros. Sin otra consideración que la verdad, la justicia y la libertad. Ante una estrategia de destrucción, el ejercicio del poder político necesita retomar la prioridad en las necesidades y en las demandas de aquellos cuyos derechos han sido vulnerados, que demandan de justicia y que, no casualmente, constituyen la mayoría de los votantes del hoy oficialismo. Hacerlo antes de que sea tarde, sin abandonar el diálogo y la negociación, sin renunciar objetivos que formaron parte del contrato electoral y sin paralizar la acción. Porque como afirmaba el revolucionario mexicano Emiliano Zapata “es mejor morir de pie que vivir de rodillas”.