“Los pueblos siempre vuelven”, el discurso más latinoamericano de la historia
La periodista resalta la importancia del reciente discurso de la vicepresidenta argentina en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, en el que revalorizó el rol de la mujeres que hicieron nuestro continente.
04/02/2022 OPINIÓNLa periodista resalta la importancia del reciente discurso de la vicepresidenta argentina en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, en el que revalorizó el rol de la mujeres que hicieron nuestro continente.
POR NORA LAFON
Desde siempre me persigue una percepción y es que, en general, los políticos argentinos adolecen de una visión geopolítica. Y esto se contrapone con una certeza: en el mundo en el que vivimos sólo los que tienen una mirada de conjunto de y desde nuestra Latinoamérica pueden pensar en dirigir los destinos de su Patria.
Por supuesto que desde que Cristina Fernández de Kirchner irrumpió en la acción política siempre ha demostrado que la geopolítica no sólo no le es ajena sino que es un tema que conoce y del que puede hablar con absoluta autoridad.
Como he seguido desde sus inicios todos sus discursos en foros internacionales -porque, como se darán cuenta, es un tema que me preocupa- es que estoy absolutamente convencida de que sólo ella pudo el miércoles 26 de enero ofrecer una conferencia magistral tan deslumbrante como la que dio en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.
Se llamó “Los pueblos siempre vuelven” y por el foro en que se hallaba, por sus repercusiones más las ovaciones que recibió durante su desarrollo, sin duda se transformó en el discurso más latinoamericano escuchado hasta hoy. .
Porque además de recorrer nuestra historia desde la conquista -como tan conceptualmente bien lo hizo- demostró que el nuestro es un continente que pocos se explican. Porque cuando todos nos dan por destruídos, resurgimos con la fuerza de nuestros bosques y selvas, nuestros inmensos océanos, nuestras imponentes cadenas montañosas a lo que se suma la potencia de nuestros pueblos originarios que luego se entrelazarian con los que fueron llegando desde otras latitudes.
Les cuesta comprender el fenómeno latinoamericano porque como ocurre con el mito de Sísifo, nuestros pueblos se caen y, sin descansar, vuelven inmediatamente a intentar alcanzar la cima de la montaña.
Tampoco entienden el tamaño de nuestra cultura ni la profundidad de nuestra música. Cristina sí lo sabe, sí lo entiende y demuestra gran valentía al describir nuestros problemas. Con qué naturalidad puede señalar que muchos gobernantes presionados por las deudas y decididos al mismo tiempo a resolver la pobreza ven cómo los narcos fundan escuelas mientras los gobierno no disponen de capital para hacerlo.
Y quién como ella se puede animara a enunciar que el problema no es el narcotráfico sino los bancos que lavan su activos. Y quién puede con tanta precisión explicar el colonialismo en la inmensidad de nuestras tierras que a través de los siglos fue cambiando de estilo pero siempre se ocupó de expropiar nuestras riquezas.
Ni hablar de la elegancia con la que le advirtió a Xiomara Castro -la presidenta que asumió el destino de los hondureños- cuán difícil se tornaría su tarea por el sólo hecho de ser mujer. Si hay alguien que sabe largo de esas penurias es Cristina Fernández de Kirchner… Hasta su título de abogada fueron capaces de poner en duda mas allá de las reiteradas veces que intentaron encarcelarla.
En nuestra Latinoamérica hasta ahora había seis presidentas elegidas democráticamente por sus pueblos.
La primera fue, en 1990, Violeta Barrios Torres -también conocida como Violeta Barrios de Chamorro o directamente como Violeta Chamorro- que al ganar se consagró como la presidenta de Nicaragua, cargo que ejerció hasta 1997.
La siguiente mandataria electa en la región fue Mireya Elisa Moscoso Rodríguez quien asumió la presidencia de Panamá entre septiembre 1999 y septiembre de 2004.
Luego llegó lo que se considera el boom de presidentas latinoamericanas. La etapa se inició en el 2006 cuando Michelle Bachelet se consagró como la primera mujer en presidir los destinos de Chile hasta 2010, siendo reelecta entre 2014 /2018.
En 2007 Cristina Fernández de Kirchner fue elegida en nuestra patria y luego reelecta hasta el 10 de diciembre de 2015.
En tanto en Costa Rica en el 2010 asumió la presidencia de la República Laura Chinchilla Miranda, quien desempeñó su cargo hasta 2014.
Finalmente en el 2011, Dilma Rouseff se consagró presidenta de Brasil: fue reelecta en 2015 aunque en el 2016, el Congreso la destituyó.
Por eso tiene tanta relevancia la elección de Xiomara Castro en Honduras. El derrocamiento de su marido, Andrés Zelaya, en el 2009 fue considerado el primer “golpe blando” en nuestra América. Y ella ahora lo sucede.
Volviendo a cómo nos gestamos estos raros pueblos latinoamericanos no puedo dejar de mencionar a nuestras mujeres. Si bien desde el fondo de los tiempos debemos recordar a las que nos precedieron y que se encuentran entre las del gran linaje azteca, maya o inca, no podemos olvidar a las que pelearon por la independencia hasta las que, huyendo del hambre de las distintas y sucesivas guerras, criaron a sus hijos agradeciendo el pan y el trabajo.
Pero especialmente quiero homenajear y completar con nombres propios lo que enunció Cristina.
Cómo no recordar a Manuela Saénz, a quien Bolivar nombró coronela y que la historia recuerda -pese a los enemigos que la enterraron en una fosa común- como “la Libertadora del Libertador”. O a Juana Azurduy, que se decidió a tomar las armas para liberar a su marido. O a La Gaitana en El Dorado (la actual Colombia). O Juliana a cargo de la rebelión guaraní. O Bartolina Sisa, la virreina Aymara. O María Remedios del Valle, a quien Belgrano designó capitana del ejército del Norte. Y más recientemente la guatemalteca maya Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz y Premio Príncipe de Asturias a la Cooperación Internacional.
De todas esas mujeres y de las mapuches, las tehuelches, las españolas, las judías, las chinas, las italianas, las turcas, las japonesas, de todas ellas y de sus hijas e hijos nacieron nuestros pueblos tan decididos siempre a luchar.
No importa a costa de qué, por la defensa de las causas justas -como la libertad, la soberanía, la justicia, los derechos humanos- a las que nunca dejaremos de reclamar y defender.
Es cierto la historia lo prueba: los pueblos siempre vuelven.