La cruda realidad de Argentina que desnuda el bono de $45 mil de Anses
En la puerta de las oficinas del organismo Nacional, miles de personas se agolparon y afrontaron largas esperas para poder realizar el trámite y cobrar en dos veces el beneficio
26/10/2022 El PaísEn la puerta de las oficinas del organismo Nacional, miles de personas se agolparon y afrontaron largas esperas para poder realizar el trámite y cobrar en dos veces el beneficio. En esta nota, una breve síntesis de la grave problemática que afecta a millones de personas y que no se revierte.
Que al menos un tercio de la población en Argentina sea pobre y cerca de 4 millones de personas sea indigentes, es decir, que no cuenten con los ingresos básicos para poder comer, vestir a su familia ni tener un techo, no es una realidad que pase desapercibida en todas las jurisdicciones del país, donde la mitad de los niños de 0 a 14 años vive con necesidades de diferente índole, entre las cuales el hambre se perfila como la deuda más cruda y urgente.
De la emergencia alimentaria se habla por todos los rincones del país y ya casi sin distinción desde el punto de vista geográfico, todas las voces apuntan a que a las familias ya no les alcanza ni siquiera para poder dar de comer a sus hijos. Fideos blancos, una taza de té o un bollo de pan, son en miles de hogares la cena que se comparte entre todos los integrantes. La inflación desmesurada en todos los rubros, ha impactado de tal manera, que en las alacenas ya no hay leche para los más pequeños; tampoco hay carne en las heladeras ni muchos menos frutas, huevos o verduras; productos tan necesarios como básicos para la nutrición en las etapas más claves del desarrollo.
Con lágrimas en los ojos y la preocupación a flor de piel, los referentes barriales y fundadores de comedores y merenderos aseguran que ya no dan abasto. Y peor aún; una gran cantidad ha tenido que cerrar sus puertas por falta de insumos. A miles de padres y madres, se les estruja el alma porque no llegan a costear los más de dos mil (o tres mil pesos, según la marca) que cuesta la leche de fórmula. «Desde que nos cortaron esa posibilidad en el centro de salud, se nos hace muy difícil poder cotear este alimento para nuestra bebé», lamentaba una joven mamá cuando desde el Gobierno Nacional se decidió frenar el beneficio meses atrás.
En las escuelas, docentes y directivos aseguran que los niños, niñas y adolescentes llegan con hambre. Y de ahí en más, buscan estrategias para saciar esa necesidad básica, para alimentar cerebros en crecimiento. Nuevamente, sin los nutrientes básicos. Las largas esperas en las veredas de las oficinas de la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses), donde miles de personas de agolpan para poder tramitar el bono de 45 mil pesos que será pagado en dos veces es la prueba de esta tragedia humana a la que ya muchos miran con cara de resignación.
Desde las cinco de la mañana, un padre con su niño aguarda en una sucursal de Guaymallén (Mendoza) algún atisbo de agilización del trámite para inscribirse al beneficio de manera presencial. En Rosario (Santa Fe), las colas de adultos que van a pedir el beneficio en el marco de la actual emergencia alimentaria, supera las dos cuadras. Y en Córdoba, las familias comenzaron a planificar la realización del trámite inclusive, desde el domingo por la tarde. La postal se repite por estas horas en todo el país. Salta, San Juan, Bahía Blanca y La Plata experimentan la misma realidad, mientras las quejas se hacen escuchar.
Es que en Argentina es cada vez menor la cantidad de familias que llegan a superar cada mes, los 128 mil pesos que de acuerdo a las estimaciones oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) se necesitan para no ser pobres; es decir, para poder comer, vestirse y pagar las necesidades de transporte y vivienda. ¿El alquiler? No se sabe con exactitud cuantas, pero miles han tenido que dejar su vivienda e ir a buscar reparo con sus hijos a la casa de algún familiar y en los peores casos, el recurso ha sido instalarse con algunos ladrillos, palos y nylon en algún espacio vacío en los asentamientos y villas inestables. La pobreza entonces, no solo se profundiza: se propaga, se enquista y deja a millones en el extremo de la marginalidad.
¿La escuela? Para una gran porción de la infancia y la adolescencia en Argentina, el desafío diario es llegar al aula con zapatillas en los pies, alguna mochila regalada y si es posible, un lápiz y los cuadernos. ¿La alimentación equilibrada y variada que tanto recomiendan desde los consultorios pediátricos? Es la gran pregunta que aún no queda respondida.
Entre tanto, aquí y allá, en cada rincón de Argentina, la desesperanza se respira en la puerta de una oficina estatal, esperando una respuesta que no llega a sanar el dolor por no contar con un trabajo; por no haber logrado estudiar para tener una salida laboral; por no saber; por ya ni siquiera, entender el motivo de fondo por el cual se llegó hasta esa puerta de la Anses, a aguardar por largas horas, para (tal vez) cobrar 22.500 pesos el 14 de noviembre y el resto al mes siguiente, de cara a las Fiestas de Fin de Año. Hasta esa fecha y después de ella, la pregunta no dejar de rondar. ¿Habrán comido? ¿habrán podido ir a la escuela? ¿Sus padres, habrán logrado encontrar un trabajo que les brinde el necesario acceso a sus necesidades humanas fundamentales? Mientras la inflación avanza y las iniciativas se retrotraen a apaciguar el hambre, la esperanza parece esfumarse. Los interrogantes entonces, ya no necesitan ser respondidos. Las palabras sobran.