Milei y el injusto veto a una jubilación digna

Gobierne quien gobierne, siempre pierden los jubilados. Con Javier Milei volvió a pasar. Números que no cierran y una tradición de todos: prometer y no cumplir

Gobierne quien gobierne, siempre pierden los jubilados. Con Javier Milei volvió a pasar. Números que no cierran y una tradición de todos: prometer y no cumplir

Las jubilaciones en la Argentina son miserables. Y los jubilados son los eternos perdedores, usados como bobos útiles por los políticos. Están en todas las promesas de campaña. Se ensucian la boca con ellos prometiéndoles mejoras. Y siempre les termina yendo peor. Con Javier Milei volvió a pasar.
Milei prepara orgullosamente su veto a la suba de jubilaciones que votó el Congreso. Dice que está obligado, que esa suba implicaría “destruirle el programa económico”. Que no le queda más opción que mantener estos haberes prácticamente de indigencia que les tiran como migajas. Sino, Argentina caería en el tan temido espiral de déficit.

¿Es verdad eso?

No. Es mentira.

Milei viene de bajar el Impuesto a los Bienes Personales, una alícuota para gente rica que, al haberla quitado, le implicó prácticamente el mismo hueco al PBI que exigía la mejora para los jubilados. Mejora que básicamente necesitan para vivir. No para vivir bien, ojo. Para vivir.

Javier Milei no sólo mejora las exenciones impositivas para esas personas privilegiadas -que nadie discute que merezcan o gozar de no su fortuna-, sino que además mantiene otra parva de exenciones para empresas, mantiene -no él, el país entero- a una casta judicial que se niega a pagar Ganancias, aún con sueldos exorbitantes –ni los jueces ni tantos otros jugadores de la Justicia deben abonarlas-; y encima, particularmente, mantiene el régimen de Tierra del Fuego que el propio liberalismo insinuó que había que eliminar.

Para que entendamos: fuentes entendidas del Poder Legislativo aseguran que entre todas estas facilidades y beneficios que está garantizando Milei, hay 4 puntos del PBI. Cuatro puntos. O sea, diez veces más que el esfuerzo fiscal que le exige subir jubilaciones. Esa suba a la que él describe, mentirosamente, como apocalíptica.

Sobre el régimen de Tierra del Fuego, que les da beneficios impositivos, fiscales y aduaneros a empresarios multimillonarios, es interesante detenerse un instante. Es importante contar, por ejemplo, que la Ley Bases tenía un artículo que exigía casi desactivarlo. De Diputados salió un texto que decía: “Se insta al Ejecutivo a enviar un proyecto que incremente recursos de hasta 2 puntos del PBI mediante modificación de exenciones tributarias».

¿Y qué pasó con eso?, se preguntará usted. Nada. Porque se eliminó cuando el proyecto pasó al Senado. Se destruyó ese artículo.

Evidentemente, hay alguien en la política, probablemente en la Presidencia, que está muy interesado en cuidar ese régimen. ¿Será Milei? No, no puede ser, si son dádivas estatales que se entrometen en el libre mercado. Debe estar en contra. A ver, ¿qué pensaba el Presidente sobre ese régimen antes de llegar a la Casa Rosada?

«Es una estafa. Es una estafa a los argentinos de bien. Nos cuesta muchísimo, en términos de dinero y en términos de bienestar. Soy un partidario de la competencia», aseguró en una entrevista televisiva en 2022.

Insisto con los números porque la cuestión es eminentemente numérica. La reforma jubilatoria está estimada por el propio Congreso en 0.44% del Producto Bruto Interno para este año. El 0,4. Esa es la gran destrucción de las arcas del Estado que dice temer el Presidente. Sin embargo, es cuanto menos curioso el modo en que lo sostiene:

Inexplicablemente, Milei está diciendo que ese gasto es tres veces más que el aprobado: que es en realidad el 1.2% de ese PBI. Y está diciendo algo más increíble aún. Que, “en términos dinámicos” es ¡25 puntos! de ese PBI. ¿Cómo 25 puntos? ¿Un cuarto del PBI argentino para que, entre otras cosas, un jubilado cobre 22 luquitas más? No tiene sentido, y la explicación del mandatario es aún más sorprendente:

“Es que hay que calcular ese número por la eternidad”, dijo la semana pasada en una entrevista televisiva.

Un cálculo por toda la eternidad. Rarísimo.

Hubo muchas repercusiones sobre esto, pero rescatemos una: “Está equivocado y no descarto la ignorancia”.

Así lo resumió Osvaldo Giordano, quien fuera hasta hace días funcionario suyo en la ANSES.

El otro punto incomprensible de todo esto es el 8% que no quieren darles a los jubilados, correspondiente a la inflación de enero. Están empalmando un sistema con otro –el mecanismo previsional fracasado de Alberto Fernández con este sistema nuevo del gobierno libertario- y, en el medio, no se sabe por qué, les sacan un 8% que genuinamente les correspondería por la inflación del primer mes del año, donde les conceden 12 puntos cuando la suba medida por el INDEC fue de 20.

¿Por qué? No se sabe. Tampoco hay explicación.

Tenemos hasta acá, entonces, dos situaciones. Un clásico caso de “duro con los débiles y blando con los fuertes” -por las exenciones-; y, a su vez, un presidente que suelta datos incontrastables e inexplicables –al menos por ahora- para defender un ajuste que no sólo es doloroso sino que también es evitable.

Lo que no cambia nunca es el perdedor. El perdedor es siempre el mismo: el jubilado. Venga el que venga; le prometan lo que le prometan, termina atropellado, olvidado y pobre.

Sobre todo, pobre. Hoy, ya a un nivel insólito: 100 mil pesos por debajo de la línea de la indigencia.

Lo que nos lleva a preguntarnos, finalmente y para sacar algo en limpio: ¿les va mejor o peor ahora a los jubilados, entonces? Vamos a los datos duros, que es lo que estamos pidiéndole al Gobierno:

En términos reales -o sea, aplicando la inflación-, un jubilado de la mínima ganaba en diciembre del año pasado el equivalente a 350 mil pesos de ahora. Ahora gana, con bono y todo (bono congelado, por cierto) 295 mil pesos. O sea, no ganó. Perdió.

Por otro lado, sí es cierto que le mejoraron a los jubilados que no ganan la mínima. Por ejemplo, el que recibe al menos dos haberes mínimos (la “caliguleana” cifra de 451 mil pesos), ese sí, al menos,está mejor que el año pasado: ganaba el equivalente a 424 mil pesos de ahora en diciembre y ahora está 5% mejor.

El tema es los que cobran la mínima, es decir los perjudicados, son más de la mitad. La mayoría está peor que el año pasado, lo cual ya es decir mucho.

No quedan dudas: como antes; como siempre, perdieron los jubilados. Ya habían perdido con el chanta, mentiroso y farsante de Alberto Fernández, que en campaña prometía aumentar 20% los haberes y los jubilados terminaron con una pérdida de poder adquisitivo de 10 puntos. O sea, 30% por debajo de la falsa promesa de «Beto».

Ya habían perdido también antes con Cristina, cuando vetó el 82% móvil con el mismo argumento que ahora usa Javier Milei. Y, hay que admitirlo, algunos ya habían perdido cuando el kirchnerismo reventó el sistema previsional sumando a una enorme cantidad de personas sin aportes. Nos guste o no, sea justo o no –que es discutible- esa acción parece a todas luces insostenible desde lo fiscal.

Entonces: perdieron con Milei y perdieron con los K, Macri hoy los perjudica porque primero sus legisladores votaron a favor de la suba y ahora -disfrazándose vaya a saber de qué- piensan darse vuelta y apoyar el veto.

La moraleja es clarísima: venga quien venga, gobierne quien gobierne y gane quien gane, en la Argentina siempre pierden los mismos:

Ustedes. Los jubilados.

Por Julián Imazioimazio.julian@grupoamerica.com.ar

Fuente: Uno