Las violencias de Milei ejecutan un plan: desintegrar el Estado y hacer más ricos a los ricos
Intenta por diversos métodos generar un estado permanente de violencias que le permitan llevar adelante su plan de desintegración del Estado nacional y de transferencia de recursos extraídos de los sectores populares hacia los sectores más opulentos.
30/10/2024 OPINIÓNIntenta por diversos métodos generar un estado permanente de violencias que le permitan llevar adelante su plan de desintegración del Estado nacional y de transferencia de recursos extraídos de los sectores populares hacia los sectores más opulentos.
En momentos en que la cotidianidad -de casi cualquier país del planeta- se encuentra atravesada por fuertes embates de distintos tipos de manifestaciones de violencia, en Argentina el presidente Milei –junto a sus funcionarios más próximos– intenta por diversos métodos generar un estado permanente de ejercicio de diversos tipos de violencias que le permitan llevar adelante su plan de desintegración del estado nacional y de transferencia de recursos extraídos de los sectores populares hacia los sectores más opulentos. Así las cosas, podría entenderse que la prosecución de un estado de alteración de la paz social argentina deviene de que el salvajismo de las medidas económicas y sociales que asume el Gobierno debe necesariamente hacerse manifiesto en un tipo semejante de comportamiento social –junto al “ameritado” represivo- que le permita sostener un modelo que propone llevar a–por los menos- más del 65 % de la población por bajo de la línea de pobreza.
Poner el cuerpo
Hoy la sociedad argentina se encuentra expuesta cotidianamente a un fuerte grado de violencia discursiva en bocas de funcionarios -y funcionales- oficialistas que, acompañado por una larga serie de atropellos y desmanes por parte de las fuerzas de seguridad –como represiones impiadosas en marchas de protesta, allanamientos a moradas donde funcionan comedores populares, irrupciones intempestivas e impertinentes de policías sin identificación y/o grupos de choque de civiles de derecha ultraviolentos en establecimientos universitarios-, conforman un tóxico repertorio de acciones por parte del gobierno nacional en aras de instalar un estado de tensión social extremo que pueda derivar en comportamientos de violencia individual -y/o colectiva- de los cuales retornar sea casi imposible. La(s) figura(s) de quien(es) pueda(n) aplacar la escalada de violencia que propone el gobierno -y los medios de comunicación a su servicio- no parece(n) avizorarse por el momento. Cierto es que algunos dirigentes políticos han intentado interceder en las marchas, pero resultaron igualmente reprimidos que el resto de los manifestantes. Vale aclarar que dichas represiones -a los dirigentes aludidos- han quedado en la más profunda impunidad. Quizás tenga razón Juan Román Riquelme: “Tener poder es que te quieran”. El reciente ejemplo del presidente de Boca intermediando –y siendo respetado por ambos bandos- entre su gente y las fuerzas de seguridad puedan servir de ejemplo a seguir `por parte de algunos dirigentes -y funcionarios- sensatos y valientes, y que, por sobre todo, cuenten con el cariño y el respeto de los sectores en tensión. El ejemplo de Riquelme no es el primero en la historia, pero es uno que salió bien –aquí y ahora-. Otros –demasiados- antecedentes hay, a lo largo y ancho de la historia mundial, de líderes dispuestos a “poner el cuerpo” -en defensa de su gente- que no han tenido un final feliz. En esos casos las consecuencias han sido -muchas veces- trágicas en grado extremo. Imposible es saber qué fue lo que condujo a Riquelme actuar cómo lo hizo, pero su gesto quedará en la historia. Correr los riesgos –físicos, políticos, sociales- que él corrió no es para cualquiera.
Cajones y ataúdes para todos. Botes, no.
Recordando, como lo aconseja el papa Francisco, que la violencia física siempre es precedida por una verbal, es que resultan altamente preocupantes, para el sostenimiento de la paz social, las diversas manifestaciones públicas expresadas por integrantes del actual Gobierno nacional –así como parte de relevantes personalidades simpatizantes de la actual administración-. Dichas expresiones públicas parecieran haber sido sesudamente concebidas para impactar -en los sectores sufrientes de la sociedad- de igual modo que un baldazo de nafta impacta sobre un incendio. Con toda la fuerza y repercusión que tiene la palabra presidencial, Milei declaró efusivamente días atrás -en una entrevista televisiva- que uno de sus profundos deseos morbosos, quizás el de primer orden en su lista íntima, es el de: “poner el último clavo en el cajón del kirchnerismo, con Cristina Fernández adentro”. Este mensaje que transmite la voz presidencial, y toda vez que CFK sufrió un intento de asesinato –habiendo salvado su vida por obra y gracia del destino-, es claramente el de transmitir un deseo de que se ejerza, por parte de sus seguidores, violencia extrema sobre la ex presidenta y sobre todos aquellos individuos que conforman “el kirchnerismo”. Luego –artificialmente- Milei intentó aclarar que su expresión fue una metáfora. Pero haciendo memoria, sobre metáforas de cajones y ataúdes políticos, viene al caso recordar la “metafórica” quema pública de un ataúd envuelto en la bandera de la UCR por parte del dirigente peronista Herminio Iglesias. Para muchos -en 1983- el peronismo pagó el precio de la “metáfora” de Iglesias con la derrota del PJ en las elecciones presidenciales. Si Milei pagará o no algún costo por su “metafórico” cajón es un interrogante que podrá –o no- develarse en los próximos tiempos venideros. Otra reciente expresión explosiva fue pronunciada por el presidente de la UIA (Unión Industrial Argentina), Funes de Rioja, quien -comparando al país con el Titanic en pleno proceso de hundimiento -le avisó a la sociedad en su conjunto que hoy no hay “botes” para todos- para salvarse en el calamitoso trance que atraviesa Argentina-, poniendo así claramente de manifiesto que mientras dure el ajuste van a haber muchas víctimas fatales (recordemos que el 65% de los pasajeros del Titanic fallecieron en aquel hundimiento histórico). ¿Cuál será la reacción de quienes fueron señalados como las víctimas del Titanic? ¿Esperarán pacientemente su destino fatal o pelearán por los botes con las fuerzas y armas que encuentren en la desesperación por poner a salvo sus integridades? Esto es un enigma, o quizás un dilema –encierro sin salida buena-; pero aquellos que intenten dar una solución no pueden darse el lujo de olvidar ni por un minuto la sabia sentencia que reza: La paz social solo es posible con justicia social.
Cable a tierra
“…, tengo el teléfono del freak que está dispuesto a volarte la cabeza”. Estas líneas, que forman parte de la letra de la canción de Fito Páez, pueden muy bien relacionarse hoy con el juicio que se está teniendo lugar por el intento de magnicidio llevado a cabo por –¿el freak?- Sabag Montiel gatillando dos veces sobre la cabeza de la presidenta CFK. Dicho intento de asesinato- hay que recordar- se llevó a cabo en septiembre del 2022 luego de una serie intensísima de incitación a la violencia llevada adelante por grupos de ultraderecha -preservados por las fuerzas de seguridad a cargo de Larreta-, y a cuyos métodos de protesta (apedreo del despacho de CFK, intento de incendiar las puertas del congreso, patear la camioneta del ministro Massa) los medios hegemónicos dieron legitimidad absoluta. Claro que esta legitimidad fue promovida y acompañada por los dirigentes opositores más radicalizados (Patricia Bullrich, por ejemplo, hasta el día de hoy no ha repudiado el hecho). La novedad en la causa es que el defensor de CFK, José Ubeira, en el transcurso de la semana pidió la palabra ante el tribunal para expresar primeramente que “la violencia hacia Cristina, que derivó en un atentado contra su vida, continúa ahora en boca del propio presidente de la Nación”. Y luego continuó: “En este juicio lo que se ventila fundamentalmente es un hecho de violencia que se desencadenó como consecuencia de una serie de acciones políticas que se desarrollaron en el ámbito público. Y ahora, el que las encabeza es el presidente de la República”. “Queremos hacer saber para que quede constancia en el registro de este debate, que la vida de mi cliente y la de las personas que son sus allegados y, como dijo ella, los militantes, también están sujetos a esta violencia que se genera del máximo responsable de la primera magistratura de este país”. Puede que estas expresiones –que poco y nada fueron difundidas en los medios hegemónicos- vengan a funcionar como una suerte de “cable a tierra” para dar cuenta de las intencionalidades que acarrean los discursos violentos extremos de Milei, de sus funcionaros y de sus seguidores: Infundirles miedo a quienes no estén dispuestos a someterse.
Psicología especial
Esta es la sintética –y aparentemente inofensiva- definición, que dio en una entrevista, el socio gubernamental de Milei, Mauricio Macri, acerca de la personalidad del presidente en ejercicio. Lo inofensivo de la expresión se diluye inmediatamente cuando se pasa a atender el detalle más minucioso que –acerca de las características de la personalidad de Milei- dejó discurrir Macri para completar aquella expresión de dos palabras –“psicología especial”-. Para especificar su parecer Macri agregó a la descripción primera: “La gente votó a alguien con un mandato destructivo y de confrontación”. Paso seguido pasó a valorar mucho la sinceridad del violento modo de proceder del presidente Milei, remarcando que su personalidad –la de Macri- es diferente. Aun escuchando la entrevista varias veces no se logra entender si a esto último lo dijo con orgullo o con envidia. “Psicología especial” fue el modo que encontró Macri para definir el comportamiento violento e insultante de Milei. Quizás en su hábitat de crianza a quienes eran parecidos al presidente se los denominara así. En mi pueblo los llamaban locos.
FLAVIO COLAZO