La noche negra y la esperanza
El triunfalismo periodístico oficialista no condice con el resultado de las PASO. Los tipos festejaron anoche a lo tilingo, una vez más, pero sin ver que el país real, el pueblo argentino, no los aprueba ni ahí.
14/08/2017 OPINIÓNEl triunfalismo periodístico oficialista no condice con el resultado de las PASO. Los tipos festejaron anoche a lo tilingo, una vez más, pero sin ver que el país real, el pueblo argentino, no los aprueba ni ahí. Al cierre de esta nota el promedio de votos que obtuvieron en todo el país rondaba el 35%. Una de cada tres voluntades, lo que es lógico en una sociedad clasemediera y urbana. Y lo que no está nada mal, porque como ya hemos dicho, su gran mérito es que por primera vez en la historia de este país han conseguido unificar a toda la derecha. Ése es el cambio verdadero, que es significativo y nos señala desde ahora mismo la gran tarea del campo nacional y popular. Como en 1946 y en 1952, como en 1973 y en 2011.
Esta, me parece, es la lectura que está faltando. Dos de cada tres compatriotas les dijimos que no y los puteamos de diversas formas, pero los tipos ahí están y van a seguir estando por un rato más. Aunque en octubre, cuando los porotos realmente cuenten, les ganemos como es posible que suceda.
Lo cierto es que hay una paradoja que parece esquizofrenia nacional. Porque el resultado que celebró el gobierno, y que lamenta el panperonismo, para nada se condice con el clima real que se vive en el país real. Un clima de tristeza y desaliento, de miedo y hambre, de resentimiento y furia contenida porque se trata de un pueblo manso al que desde hace un año y medio le vienen tocando el culo mientras cantan que sí se puede bajo globos amarillos.
Una cosa es más cierta que el color verde del césped sintético: este país está siendo arrasado y la mayoría de la población está en la ruina; vive cada vez más miserablemente y el atropello gubernamental es un hecho, y no sólo porque con la desdicha de Santiago Maldonado empezaron las desapariciones como en la dictadura, igual que con la prisión de Milagro Sala y la Corte Suprema reformada por decreto se inició hace un año y medio el desastre institucional.
La sorpresa de anoche habrá sido grande para muchos, mas no para los que esperábamos resultados como los que con fanfarria y fanfarronería anunciaron los medios oficialistas, que son casi todos, con pocas y honrosas excepciones.
Estas PASO fueron lo que son: una interna que sólo decide un orden de candidaturas. La elección verdadera será en octubre, cuando seguramente, como viene la mano, el fraude va a ser más escandaloso aún.
Y es que la empresa española Indra, a cargo del escrutinio, fue contratada a través del Correo Argentino y sacando la licitación de la órbita de la Dirección Nacional Electoral. Mediante una licitación hiperdenunciada como hecha a medida, solamente Indra podía cumplir. Quizás como pago de favores, el Correo incorporó poco antes del comicio como director de Asuntos Públicos al ex director electoral del kirchnerismo,el Sr. Alejandro Tullio, hoy macrista y, se dice en algunos mentideros, estrecho amigo de amigos del presidente.
Indra se dice en la web que embolsaría unos 25 millones de dólares por el servicio. Y aunque pueden ser exageraciones, lo que se sabe es que está o estuvo involucrada en un escándalo de corrupción en España que le costó el puesto a la intendenta madrileña Esperanza Aguirre, y ahora parece que también está bajo investigación en Brasil.
Pero lo más interesante es lo que publican varios medios digitales argentinos que cualquiera puede consultar: el director general de Indra, el Sr. Ricardo Viaggio, es un empleado histórico de Socma, el emblemático holding del Grupo Macri, con el que infinidad de medios aseguran que ha seguido en vinculación desde mediados de los años 90, cuando los Macri hacían negocios fabulosos con Menem.
A la vista de esto, es imposible no ironizar con una constatación: qué raro que se equivocaron todos los encuestadores del país. Todos. Cosa ‘e Mandinga.
Pero que se naturaliza porque la Argentina está degradada como nunca antes en democracia. Sin Corte Suprema, sin Justicia confiable, sin un sindicalismo creíble, con la transparencia en coma, frivolizada la vida política mediante pasquines televisivos como Intratables o los circenses espectáculos de TN, y con un peronismo atomizado y desencantado por obra y gracia de casi todas sus dirigencias, o la gran mayoría, sólo faltaba este mazazo.
Porque es increíble, absolutamente no creíble, que en un país hecho bolsa estos tipos, serviles chirolitas de la embajada, y estafadores y mentirosos como sus patrones mediáticos, van a ser la nueva mayoría de la democracia.
Así que ahora, apechugar, argentinos y argentinas. Estábamos mal y ahora quizás peor, porque perdimos no sólo una primaria sino el rumbo. Con las mayorías populares dispersas, y dirigentes oportunistas a carradas, no podía ser otro el resultado.
Pero digamos también que no por eso estamos perdidos. A muchos nos queda conciencia patriótica y, si la vida alcanza, incluso hay muchos veteranos con tela para prestar servicio.
El cuento de la legalidad para invalidar reclamos populares es eso: un cuento necio por donde se lo mire. Porque la legalidad, siempre, es menos que la legitimidad. Lo supieron Belgrano y Moreno y otros patriotas el 25 de Mayo de 1810 cuando iniciaron la rebelión contra la metrópoli, que era todopoderosa y también tenía a la cabeza aquí a un troglodita impresentable. Así los Estados Unidos le quebraron la mano a las leyes británicas. Y así también doblegamos la legalidad videla-masserista aunque el costo fue altísimo. Porque no tenían legitimidad. Y es que las leyes –y la Constitución es la primera ley– se cambian cuando las empuja la sociedad, la ciudadanía, el Pueblo. Que es el único que puede romper las artimañas y candados que las constituciones tienen. Ésa es lo que plantea desde siempre El Manifiesto Argentino. Trabajar por una nueva Constitución Nacional de fuerte esencia participativa, nacional y popular.
Por Mempo Giardinelli