Una movilización, muchas historias

Un jubilado que cobra la mínima, gente que se quedó sin trabajo, delegados, beneficiarios de planes sociales y dirigentes de gremios cuyas paritarias no fueron homologadas por el Ministerio de Trabajo: relatos sobre la actualidad.

Un jubilado que cobra la mínima, gente que se quedó sin trabajo, delegados, beneficiarios de planes sociales y dirigentes de gremios cuyas paritarias no fueron homologadas por el Ministerio de Trabajo: relatos sobre la actualidad.

Como corresponde a toda protesta contra un modelo, en la 9 de Julio hubo manifestantes con situaciones muy dispares. La movilización de ayer tuvo, además, ingredientes que hicieron que lo que ya viene surtido lo fuera un poco más. En las cuadras que van del Obelisco hasta Constitución se podían encontrar historias de muy diferenciados estratos, gremios que están dando peleas para sostener derechos y caídas sin gradualismos. Para muestra, no alcanzaba un botón.

Testigo. Eduardo Barneix se vistió de hombre sandwich, con un cartel en la espalda y otro en el pecho anunciando su drámatica condición: “Soy jubilado y cobro la mínima”. Tuvo un éxito total entre la gente, que hizo fila para llevarse una foto con él.
“Trabajo desde los 15 años. Fui empleado de publicidad, en una ferretería, abrí un comercio propio, pasé por la radio… y todos esos años de trabajo fueron para ganar esto”, contó bajo la mirada de su hija Paula, que asentía. El hombre sabía decir mucho con poco: “Conozco el neoliberalismo: en el ‘95 estuve al frente de mi propio comercio, un negocio de venta de autopartes, y el menemismo me fundió… Ya era grande, tuve que volver a buscar trabajo desde cero. Y lo había visto antes, porque soy nacido en el ‘45, cuando era niño bombardearon la Plaza de Mayo”.

“Y ahora, este gobierno me fundió a mí”, completa la hija. Cuenta que tuvo una pizzería y que la suba de los servicios le pasó por encima como una topadora. “De 900 pesos de luz salté a pagar 2 mil, y 3 mil en la factura siguiente. Hubo un amparo y el aumento se frenó por un tiempo, pero cuando los aumentos se confirmaron me mandaron una boleta de 9 mil pesos de deuda acumulada, de ahí la siguiente boleta pasó a un acumulado 15 mil y de 27 mil. En ese momento bajé la persiana”.

Gatillos. Nicolás es delegado de un hipermercado hiperconocido, en la ciudad de Rosario. “¿Cómo está la actividad?”, pregunta PáginaI12, y él contesta, molesto, que “como todo el país”. El menú que lo trae así está hecho de un salario que no alcanza, pero sobre todo de una presión continua para flexibilizar. El acuerdo paritario que el gremio de Armando Cavallieri firmó en 2017 fue por un escaso 20 por ciento. Incluyó una cláusula gatillo: “nos reconocieron una recomposición, pero pagadera en tres cuotas del 2 por ciento… y así no llegamos a recuperar lo que perdimos”, señala el delegado. Cuenta también que la cadena está jugando todos sus esfuerzos en reducir el personal. “Quieren que el mismo trabajo se haga con menos gente. Instalan el miedo con una campaña por las redes, viralizando mensajes en los que dicen que la cadena está mal, que no hay forma de sostenerla así, que hay que bajar el costo laboral y de logística, que si no cierran”.
Otra de Triaca. Sosteniendo una pancarta de Molineros que se estira perpendicular a la avenida, Juan Carlos Rosetto, secretario adjunto del sindicato, da cuenta de otra marca de estos tiempos. El acuerdo paritario de su actividad, (firmado en 2017) todavía espera la homologación del ministro de Trabajo, Jorge Triaca. Por esta “demora”, 2 de cada diez empresas todavía no pagaron la recomposición salarial: la ley los ampara. “Esto no nos pasa solamente a nosotros, hay muchos gremios que lo están padeciendo, es una forma de castigo a los sindicatos que estamos abiertamente en contra del gobierno”.
El dirigente dice que no tuvieron despidos en gran escala, “pero sí vemos que hay una capacidad ociosa muy grande en los molinos, y eso, tarde o temprano, termina en menos fuentes de trabajo. ¿Por qué hay capacidad ociosa? Porque la exportación de harina es muy poca: el gobierno apoya la exportación de granos, no la de productos elaborados”.

4760 pesos es lo que cobra un beneficiario de un plan Trabajar. “No alcanza ni para comprar la comida”, se queja Noelia, de 26 años, integrante de una cooperativa en el municipio bonaerense de San Miguel. A su casa entra el sueldo del marido, que trabaja en seguridad, más una Asignación por hijo, pero “ni así llegamos al 20 de cada mes”. Noelia fue a manifestar con su mamá, desocupada, de 51 años; su único ingreso era un plan social.

Extras. Entre los trabajadores de la economía formal, hubo numerosas menciones a la pérdida de ingreso por los recortes de horas extras. Esto va de la mano con una extendida presión de los empleadores para hacer más en menos tiempo. “Estamos sin horas extras, muy cargados y no quieren tomar más gente”, contó el cordobés Mario Santillán, trabajador de una empresa de transportes y mudanza.
Desde el sindicato de los empleados de Farmacia, Rubén Bezzato –secretario adjunto de la organización– añadió otro item: hay demoras en el pago de los sueldos. “Vinimos a la marcha no sólo a evitar la flexibilización laboral, sino para que el gobierno entienda que lo que propone para las paritarias de este año (el techo del 15 por ciento) está muy por debajo de la inflación que se proyecta”.

Al vacío. Maximiliano Mambuello, de 23 años, y Mariano Cativa, de 26, estrenaron la amarga condición de desempleados en la marcha. Uno fue despedido de una empresa de recolección después de cinco meses de contrato. “Pasé de cobrar 28 mil pesos a tener cero”. Otro logró tres años de trabajo continuos en un criadero de chanchos, pero la empresa quebró. Después pasó por una avícola que alegó una situación de crisis.
En el pozo. Omar Benítez llegó en uno de los micros que viajaron desde Chaco. En un barrio toba de la localidad de Roque Saenz Peña es parte de una cooperativa de construcción. “El proyecto era hacer 15 viviendas, terminamos once y empezaron a demorarse en mandar los fondos. Hace tres meses que estamos esperando para terminar cuatro casas. Somos veinte familias que dependemos de este trabajo, porque otro no hay. Encima nos llegó la inundación y no tuvimos ninguna ayuda, la Nación dice que le ayudó al municipio, pero el municipio no nos mandó nada, no a la parte toba. Solamente Félix Díaz (del Consejo Consultivo de los Pueblos Indígenas) hizo llegar algo de mercadería, pero salvo por él, no nos llegó ni un colchón. No sé si será (Mauricio) Macri o la gente de él, pero no hay ninguna ayuda. No tenemos trabajo, tuvimos que venir: no teníamos otra cosa que hacer que apoyar a Moyano”.

Fuente: Página 12