Pare de sufrir
Los argentinos atribulados por el espanto de los precios, los salarios y los trabajos en riesgo escucharon a un presidente que les habló como si fuera uno de los pastores de Pare de Sufrir.
04/09/2018 OPINIÓNLos argentinos atribulados por el espanto de los precios, los salarios y los trabajos en riesgo escucharon a un presidente que les habló como si fuera uno de los pastores de Pare de Sufrir. Resulta que sufrimos mucho y vaya a saber por qué. Total, que hace tres años que gobierna Mauricio Macri y habla como si hubiera asumido ayer. Y según Macri, las siete plagas de Egipto cayeron encima de este bendito país porque ha pecado de ser inconstante y no respaldar las medidas de sacrificio «necesarias», ha pecado de querer «vivir con más de lo que ingresa», «ha pecado por convivir con la corrupción de los cuadernos». Lo dice este pastor santo cuyas empresas pasaron de ser siete a 46 durante la dictadura. El señor Cuaderno.
Empezó con que «Les hablo con el corazón y la verdad, como siempre». Y es al revés, con el corazón y la verdad es lo que siempre dijo como consigna publicitaria y nunca demostró. Ahora la gente quiere que le hable con el bolsillo, que diga cómo arregla este infierno que premia a los ricos y castiga a los que menos tienen.
Mandó «todo lo que pasó en estos días», como si él no tuviera nada que ver y otra vez con que la culpa la tenemos todos porque gastamos más de lo que ingresa y porque el argentino no tiene constancia para el sacrificio. Todo el discurso es para justificar el ajuste y busca que la oposición no discuta el presupuesto para este año que debe enviar al Congreso, con el sablazo brutal que exige el FMI. Si no lo aprueban sería una demostración de que los argentinos se merecen lo que les pasa.
«Esto podría haber pasado en enero de 2016», pero no pasó por «la euforia cuando ganamos las elecciones». Y esa euforia fue lo que «nos permitió endeudarnos». Otra vez la culpa de la pesada herencia. Como si Macri no hubiera desfinanciado al Estado sacando las retenciones, y destruyendo el empleo al abrir las importaciones. Como si el desastre cambiario no se hubiera producido por la timba financiera que generaron las Lebacs con altísimas tasas. Como si no hubiera caído la recaudación por la caída del consumo.
Y para más demostración, indiscutible, palmaria, para elementales: hasta el mismo FMI le exige que para aumentar la recaudación reponga las retenciones que sacó. Más ejemplos indiscutibles: si le prestaron no fue porque estaban eufóricos, sino porque el gobierno anterior había desendeudado al país y dejó la economía en situación lo suficientemente saludable como para hacer frente a esas nuevas deudas. En los primeros meses de 2016, el déficit se duplicó por las medidas del gobierno macrista y lo mismo la pobreza y la deuda externa.
Después le echó la culpa al clima: «Se desataron todas las tormentas juntas» y enumeró desde la sequía y crisis en Turquía, pasando por el candombe de Brasil y la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Pero el único país que cayó en picada es el que gobierna ese Mauricio Macri que habla suelto de cuerpo por la tele para hacerse el inocente y echarle la culpa a todo santo y demonio que circule por las cercanías. Repite lo de los cuadernos, suspira, paran la filmación porque el suspiro no salió bien, vuelve a suspirar, salió mal pero igual sigue el teatro.
Toma aire y simula entusiasmo para decir que venía bien cuando se desataron todas las tormentas, pero que «vamos a tener energía, trabajo y dólares» con Vaca Muerta. Y es cierto, los argentinos ya tienen todo eso, pero a los precios más caros del planeta. O sea: lo tienen pero para verlo de lejos.
En resumen, se terminó «la transición» y ahora el país está en «estado de emergencia». Pero no dice que fue su gobierno el que llevó el país a ese estado. «¿Ustedes creen que a mí me gusta anunciar malas noticias? pregunta como lo haría un sicópata después de asesinar a su madre. «¿Ustedes creen que no me gustaría pagarles a todos lo que se merecen, a los maestros y a los profesores universitarios?» vuelve a preguntar el hombre que baja salarios y jubilaciones.
Ya termina, dice algo de los cuadernos otra vez y vuelve a lo que mejor sabe hacer, prometer cosas opuestas a las que hace: «vamos a cuidar a los que más lo necesitan y vamos a cuidar los precios». Espectacular. Todavía lo dice después de tres años de hacer lo contrario.
Por Luis Bruschtein