Los shows de Cambiemos
El espectáculo amplificado de la primera actriz argentina, el relativo paso atrás con los recargos en las tarifas del gas y el increíble choque expuesto entre dos miembros de la Corte Suprema, ubicados como temas prioritarios de la agenda mediática
15/10/2018 OPINIÓNEl espectáculo amplificado de la primera actriz argentina, el relativo paso atrás con los recargos en las tarifas del gas y el increíble choque expuesto entre dos miembros de la Corte Suprema, ubicados como temas prioritarios de la agenda mediática pero de muy dudosa repercusión masiva, son una muestra del estado de nerviosismo de la alianza gobernante, de su inseguridad sobre la solvencia social del rumbo adoptado y de las grietas en el bloque de poder.
Las batallas de egos y zancadillas, naturales a cualquier administración de asuntos públicos o privados, comprenden a este engendro que todavía se llama Cambiemos.
Hasta ahí, se entiende fácil aunque el macrismo también vendió, con éxito electoral, un espíritu de cuerpo renovador y a resguardo de apetencias personales.
Se hace más complicado justificar que las peleas internas, abandonos, chicanas, frases destempladas, hayan llegado a estos límites, surgidos e incrementados desde la bomba colocada por los condicionamientos del Fondo Monetario.
Un primer signo apareció con la renuncia del mago Toto al Banco Central, mientras el Presidente estaba en Nueva York buscando confianza mundial.
Fue después de ese papelón que Carrió aumentó sus pretensiones de transparencia institucional, porque de lo contrario “Macri se cae”, a su vez luego de que Germán Garavano avisara de la imprudencia en prisiones preventivas y ex presidentes acosados en tribunales. Los siguió Emilio Monzó, presidente de la Cámara de Diputados, en línea con el ministro de Justicia.
Allí se inscribe también Ricardo Lorenzetti, quien presidía a los supremos hasta que su par Carlos Rosenkrantz se lo fumó para ocuparle el lugar mediante intrigas de palacio, lanzando un comunicado nada menos que contra el ex abogado de Clarín y corporaciones de similar naturaleza.
Esa suma que tiene absortos a los colegas de la troupe oficialista, excepto aquellos bufones sobreactuados dispuestos a inmolarse, revela una guerra de servicios de inteligencia, patrullas segmentadas, contiendas individuales, aspirantes a vikingos de Comodoro Py, intereses cruzados entre una parte del empresariado local y el afán de Washington por disciplinar, sobre todo, a la crema de la obra pública.
Hasta ahora, sin pronóstico favorable, ni Macri ni sus destacados cuadros –mucho antes publicitarios que políticos– demuestran aptitudes para la domesticación de ese conjunto centrífugo. Si tendieran a acercarse al eje alrededor del cual giran, podría hablarse de una derecha menos berreta y en condiciones de garantizarse gobernabilidad. Justamente eso es lo que no advierte la patria financiera internacional.
Lo que viene –lo que ya está de largo, salvo no conocer absolutamente nada sobre historia económica básica– es una secuencia elemental: haber ido al FMI a menos de tres años de gobierno, endeudar al país en dólares hasta fronteras jamás alcanzadas, deprimir el consumo interno y a través de eso amortiguar la inflación, prenderle velas a que la renta agropecuaria y el respaldo monetario del Fondo tirarán un hueso para llegar a las elecciones, terminar tarde o temprano en una nueva cesación de pagos porque no hay ni habrá ingresos de dólares genuinos.
Después vemos.
Mientras tanto, a pasar el tiempo con los cuadernos contra Cristina con la salvedad de que, si esa carta se desmadra y el objetivo ¿oculto? es perforar a emporios locales en beneficio de las empresas estadounidenses, la famiglia Macri puede acabar muy mal.
Se entretiene además con otros artificios, como los presuntos topes en alquileres domiciliarios y en las cuotas de los préstamos UVA, anunciados por el propio Macri como registro de sensibilidad social. Si es por beneficiar a los locatarios, ya hay una ley con media sanción parlamentaria. Y respecto del proceso inflacionario que se come a quienes creyeron en el ingenio hipotecario del macrismo, simplemente hay una recomendación a los bancos que “podrían” adoptar medidas para amortiguar el impacto. De modo que una cosa ya está, bastando con impulsarla en lugar de grandes anuncios, y la otra consiste en un potencial.
Cristina es el obstáculo realmente existente contra estas obviedades del gobierno de ricos y especuladores. Lo demás es poesía o apostar a un opoficialismo (Massa, Pichetto, Urtubey, sarasas similares) que no mueve el amperímetro.
La buena noticia es que acá no hay Bolsonaros, y que es altamente improbable construirlos en una sociedad que sí juzgó a sus militares, que sí tiene capacidad de reacción y que sí frena en la calle, en sus réplicas dispersas, en la fuerza de varios referentes, lo que su inválida dirigencia política todavía no sabe o no quiere articular.
En el durante del rumbo recesivo y financiero inevitable, al Gobierno le sirve la venta de humo que ocupa a “la gente”, desprevenida, que electoralmente hablando nunca faltará.
Para el caso y sólo por ejemplo, si Elisa Carrió actúa apenas para ella y sus fantasmas envidiosos de CFK; si lo hace porque jugada por jugada piensa en alguna candidatura, para después recluirse en Capilla del Señor a perdonar al pueblo que no habrá comprendido su lucha sacrificial; si es una agente de La Embajada porque da la casualidad de que todo lo que dice y hace coincide con los provechos de la Casa Blanca en la región, no cambia que todos esos obran como elementos distractivos de la catástrofe económica operada por el macrismo.
La militancia del secretario de Energía, Javier Iguacel, en pos de que los usuarios bancaran así nomás el efecto devaluatorio sobre las tarifas de gas, pagándolo ellos y no las empresas, es un tema desafiante para quienes solamente ven blanco o negro.
Hay ahí un ejemplo notable de que los negociados del bloque dominante son compatibles con la impericia de una banda de frívolos, provenientes del mundo gerencial privado, puestos a gobernar un país y a muñequear tensiones políticas en momentos complicados.
Iguacel, un funcionario con dificultades retóricas evidentes, capaz de afirmar que los quejosos por el plus tarifario del gas a favor de las empresas son “militantes kirchneristas”, sostuvo su recorrida mediática con periodistas amigables hasta la mañana del miércoles pasado. Al mediodía, el Gobierno anunció que rectificaba su error, que volvía sobre sus pasos porque siempre aprende de las críticas y que el perjuicio a las empresas lo asumirían en parte éstas y en parte el Estado (los mismos usuarios, entonces, pero por una vía publicitariamente menos dolorosa. ¿Eso es genialidad especulativa o una ineptitud que acaba en costo político acumulado?).
Y así quedó Iguacel, pedaleando en el aire y permaneciendo en el cargo sin siquiera tener la dignidad de renunciar. Esos son los grandes cuadros del PRO.
¿Robo sistémico a varias manos y “si pasa, pasa”? Sí.
¿Internas brutales o más o menos encubiertas? Están claras.
¿Impericia? También.
Con su habitual talento para describir en forma sencilla situaciones coyunturales o estructurales complejas, Martín Granovsky lo sintetizó, el viernes, acerca de lo que el título de su columna en PáginaI12 enfoca como el gatillo fácil de Carrió.
Es el intríngulis de Macri siendo que, por un lado, “el desempleo y la inflación preocupan a la mayoría de los argentinos mucho más que la corrupción”, y que a la vez “Macri está obligado a hablar de la corrupción (ajena) porque es el único capital propio” del que dispone en plena escalada recesiva.
De allí que Cambiemos, o como ahora se llame, está en problemas por más que, como también resalta Martín, una oposición desunida ayude a disimularlos.
La pregunta sigue siendo hasta cuándo.