La pata represiva de la estrategia electoral
El Gobierno insiste en difundir más y más medidas en la línea de la “mano dura” y la represión a sabiendas de que ese discurso le da rédito en una parte del electorado.
08/01/2019 El PaísCarente de noticias positivas en materia económica y social que puedan arrimar agua electoral a su molino y mientras ensaya alquimias políticas con el calendario de los comicios buscando sacar el mejor provecho, el Gobierno insiste en difundir más y más medidas en la línea de la “mano dura” y la represión a sabiendas de que ese discurso le da rédito en una parte del electorado.
Ayer, la Ministra de Seguridad Patricia Bullrich confirmó a través de uno de los medios que acostumbra a hacer de vocero oficioso de Cambiemos, que el oficialismo insistirá presentando ante el Congreso un proyecto de ley para que se trate en sesiones extraordinarias con la intención de bajar la edad de imputabilidad a los 15 años y que tiene por objetivo “trabajar para impedir que ese chico avance en la carrera delictual”. Una mirada supuestamente comprensiva pero que se ubica en la misma línea de pensamiento punitivo y que refuerza todo lo que la ministra en nombre de Cambiemos viene sosteniendo en materia de política represiva.
Continuando con los anuncios en el mismo sentido, Bullrich dijo también que otro proyecto tendrá como propósito agilizar la deportación de extranjeros que cometan delitos en la Argentina y adelantó que, aún antes de esa norma, Migraciones ya “ha construido un listado de personas impedidas de estar en el país” y eso es apenas “parte de un programa más extenso que será llevado al Parlamento”.
Inflexible con niños, niñas y adolescentes en conflicto con la ley. También con los extranjeros. Bullrich está lanzada a ser la vocera del sector más duro del Gobierno en materia represiva y ya no basta con el respaldo irrestricto a las fuerzas de seguridad cualquiera sea su accionar, y sus arremetidas contra los jueces “garantistas”, sino que redobla la apuesta comprando las pistolas eléctricas Taser que, según ella, son “menos que un arma” a pesar de que su uso ha sido descartado en muchos países y son consideradas como elementos de tortura por organismos defensores de derechos humanos.
Otro frente es la represión de la protesta social cuando no alcanza con la contención que dan los subsidios y los planes sociales, antes cuestionados y denostados y ahora utilizados por su antiguos detractores como parapeto frente a las consecuencias de la debacle económica. Cuando eso no alcanza tampoco hay impedimento para habilitar sindicatos paralelos con intención de destruir la resistencia de los trabajadores organizados, como acaba de ocurrir con los aeronáuticos de Flybondi. Son los “argumentos” que Cambiemos y su ministra de Seguridad exhiben para mostrar fortaleza en el ejercicio de la gestión.
Bullrich enarbola la consigna de que la seguridad se soluciona con más represión y medidas punitivas, a sabiendas de que ese discurso es placentero a los oídos de una parte de los votantes argentinos que incluso aplauden los avances en la misma materia que Jair Bolsonaro viene haciendo en Brasil aún desde antes de asumir el gobierno del país vecino.
El discurso sobre la seguridad es parte de la estrategia de electoral de Cambiemos. Y para esto no hay “segundo semestre”. Es ya. Porque es también la forma de no discutir otros temas que son consecuencias de la crisis económica, con sus derivaciones en materia de inflación, caída del empleo y aumento de la pobreza. También es la forma de aislar el debate de la seguridad como si se tratara de una cuestión en sí misma, sin ninguna vinculación con el contexto que la genera.
De sostener este discurso también se encarga el sistema oficialista de medios que se regodea morbosamente en algunos delitos y oculta otros, esconde estadísticas poco favorables a la gestión siguiendo el guión del Gobierno y, en algunos casos, dándole letra a los propios funcionarios.
Los periodistas que militan el oficialismo transitan además el difícil equilibrio de hacer paralelismo en esta materia entre Bolsonaro y Mauricio Macri, sosteniendo que “Macri no es Bolsonaro” pero emparentando para destacar varias de las coincidencias en política de seguridad. No se discute la afinidad de ideas, que se da por descartada y se celebra. Se trata apenas de una cuestión de táctica discursiva basada en las dudas acerca de cuánto le aporta al presidente argentino parecerse más o menos a su par de Brasil.
Sin “segundo semestre” por venir y carente de otros argumentos el oficialismo hará de la seguridad el eje central de la campaña electoral. Por eso Bullrich sigue adelante con su discurso bélico punitivista en la materia anunciando “éxitos” en la “lucha contra el narcotráfico” que son desmentidos hasta por Elisa Carrió. Es la pata represiva del discurso electoral con la que Bullrich no solo quiere aportar a la continuidad de Macri en el poder, sino con el que incluso pretende aspirar a acompañarlo en la vicepresidencia. Considera que ha hecho méritos para ello.