Bomberos voluntarios, 130 años al servicio de la comunidad

Leandro Fruitos, representa la cuarta generación de bomberos en su familia

Leandro Fruitos, representa la cuarta generación de bomberos en su familia

El primer grupo nació en La Boca, Buenos Aires. En la provincia, el festejo central está previsto para este sábado en la sede de la Federación, ubicada en Maipú.

Con sus 22 años, Leandro Fruitos puede decir que hace 18 que es bombero voluntario. En realidad, recién pudo obtener el título cuando cumplió la mayoría de edad, pero desde los 4 ayudaba a su padre, Daniel, quien era parte del cuerpo de voluntarios de Luján, con el mantenimiento de los vehículos. Para el joven ser bombero fue algo que se dio casi naturalmente, pero que elige cada día, como otros 450 pares en toda la provincia, que hoy celebran su día.

Leandro comenta que es la cuarta generación de la familia vinculada a la labor de los bomberos. Quien empezó la dinastía fue su tatarabuelo quien, en España, era carpintero para un grupo.

Luego, su bisabuelo Juan se sumó a un cuerpo de voluntarios en Buenos Aires. Y ya más cerca en el tiempo fue su papá, Daniel Fruitos, quien lo llevó desde pequeño al cuartel de Luján. Pero ahora, que su padre ya se jubiló, sigue acompañado en la tarea por sus tíos Héctor Fruitos y Guillermo Bickham, y su primo Maximiliano Fruitos.

El joven aclara que si bien ahora recién se permite que los chicos asistan a ciertas actividades a los 10 años, hace tiempo era diferente y desde muy pequeño él formó parte de la escuela de cadetes y participaba en los entrenamientos. Esto le permitió que, cuando con sus compañeritos de jardín de infantes hicieron la habitual visita al cuartel de bomberos, el pequeño Leandro oficiara casi de anfitrión.

Cuando tenía 10 años trabajaba en la central de alarma y comunicaciones, donde se encargaba de recibir los llamados de emergencia y de despachar unidades. Y, como reconoce que eso puede sonar un poco extraño, aclara que siempre estaba acompañado de un adulto, que como ya llevaba años con los bomberos había adquirido un cierto profesionalismo y que el personal era escaso.

Aunque prácticamente se crió en el cuartel -un poco como el mimado y otro poco como el blanco de los chistes-, subraya que, cuando fue consciente de lo que implicaba la labor, la siguió eligiendo. Y no sólo optó por ser voluntario, con sus guardias obligatorias de al menos 8 horas por semana y las capacitaciones de 12 horas cada 15 días, sino también instructor. Es que en la academia de Luján enseña rescate vehicular y en la provincial, de la Federación Mendocina, rescate acuático.

Pero, además, capacita a los alumnos del Colegio Universitario Central, de donde egresó. De hecho, Leandro recuerda que cuando estudiaba ahí era miembro de las brigadas de emergencia, que integraban tanto estudiantes como profesores, estaba a punto de llegar a clases cuando se topó a una persona que estaba teniendo un ataque cardíaco.

Y él, con su experiencia como cadete de bombero y las enseñanzas en el CUC, pudo practicar las primeras maniobras en espera de la ambulancia. Si bien el hombre falleció, el joven se siente tranquilo de que se hizo todo lo que se pudo.

El actualmente estudiante de Ciencias Políticas y presidente de la fundación Defensa Vegana cuenta que lo gratificante de la tarea del bombero voluntario excede el ayudar a otros. «Es ser consciente de que la vida de otra persona depende de vos; de lo que hagas para que, en una situación de crisis, esa vida continúe», detalla.

Más allá de esto, recuerda una situación, hace unos 6 años, que marcó a todos los que en ese momento estaban en el cuartel de Bomberos Voluntarios de Luján. Era un sábado a la mañana, comenta, por lo que habían muchos niños y jóvenes, ya que ese día funciona la escuela de cadetes. Y llegaron los padres de un niño de 3 años, que se había ahogado en una pileta, para que lo reanimaran.

El pequeño ya había muerto y quedó grabado en la historia del grupo porque lo habitual es que ellos vayan a la emergencia, no que ésta llegue a su puerta. Curiosamente, cuando se le pregunta a Leandro Fruitos por un caso que recuerde particularmente, menciona el del pequeño, ese en el que no hubo nada que hacer, tal vez porque para los bomberos, salvar vidas se convierte en algo cotidiano.

450 en Mendoza

En Mendoza son aproximadamente 450 las personas que se desempeñan como bomberos voluntarios y dedican parte de su tiempo, fuera de su trabajo u otras actividades, al servicio. El número creció considerablemente en los últimos años, con la creación de nuevos cuerpos, que se sumaron a los que ya han superado los 40 años de existencia. Si bien tradicionalmente fue una tarea de hombres, hoy 10% de ese total son mujeres.

Guillermo Mangione, presidente de la Federación Mendocina de Bomberos Voluntarios, destaca que el término voluntarios simplemente remite a que no cobran por su tarea, pero que son profesionales. Cada cuartel tiene su academia, donde se capacita a los aspirantes durante un año, y luego se especializan en la que tiene la entidad que los agrupa.

Así, de acuerdo al sitio donde están y las necesidades particulares de cada territorio, aprenden rescate en estructuras colapsadas, materiales peligrosos, trauma, rescate con cuerdas, etc.

Pese a la labor que cumplen en la comunidad, estos grupos enfrentan dificultades para financiarse, ya que se sostienen en algunos casos con aportes municipales, con donaciones de la comunidad y una vez al año reciben un subsidio nacional para adquirir equipamiento. Sin embargo, el equipo de un bombero cuesta 50 mil pesos e, indicó Mangione, tiene vencimiento, se gasta y se rompe. Por eso, celebró que se esté avanzando en la modificación de la normativa local para que también puedan recibir fondos provinciales.

Hoy, los bomberos voluntarios celebran los 130 años del nacimiento del primer grupo, de La Boca, en Buenos Aires. El festejo en Mendoza se realizará el próximo sábado, a las 10, en la sede de la Federación Mendocina de Bomberos Voluntarios, en el Parque Metropolitano, en Maipú.

Fuente: Los Andes