Dividir y fabricar enemigos
Los últimos tramos de la campaña electoral rumbo a las PASO han puesto en evidencia una característica del oficialismo que, si bien fue negada en el relato, ha sido sin embargo, parte de la práctica común de quienes hoy ocupan la Casa Rosada: profundizar la división entre las argentinas y los argentinos.
09/08/2019 OPINIÓNLos últimos tramos de la campaña electoral rumbo a las PASO han puesto en evidencia una característica del oficialismo que, si bien fue negada en el relato, ha sido sin embargo, parte de la práctica común de quienes hoy ocupan la Casa Rosada: profundizar la división entre las argentinas y los argentinos. Es parte de la estrategia de campaña porque, seguramente asesorados por Jaime Durán Barba y conducidos por el Jefe de Gabinete Marcos Peña, frente a la falta de argumentos (el Presidente asegura que no hacen falta las razones para votar por él) quienes componen el elenco oficialista están convencidos de que la agudización de las diferencias opera a favor de Juntos por el Cambio.
No obstante y como reza el dicho popular, para que haya pelea tiene que haber por lo menos dos. Y desde la vereda de la oposición mayoritaria reunida en el Frente de Todos la decisión ha sido bajarle el tono a la disputa y, aún en aquellos temas que merecen respuesta política o que pueden generar controversia porque contienen falsedades, verdades a medias o directamente calumnias, se ha elegido un tono de mesura y sobriedad en las respuestas. Convencidos de que el enfrentamiento sólo favorece al macrismo lo que antes pudo ser una refutación acalorada en medio de la campaña, ahora en casi ningún caso fue más allá de un cotejo mediante la presentación de datos y, en otros, apenas en respuestas cargadas de ironías pero sin agresividades.
Hay excepciones que el sistema de medios oficialistas intenta usar al máximo. Pero son eso, excepciones o exabruptos imposibles de contener ya sea por la personalidad de quienes incurren en ellos o por el solo hecho de la masividad de voces que se ponen en danza.
Pero lo que sí es importante señalar es que el macrismo, repitiendo una estrategia que le dio resultados en el pasado, insiste en la mentira, ya no en base a promesas acerca de lo que hará en el futuro, sino sobre lo que dice haber hecho y nunca concretó o negando los evidentes daños causados. Con datos a la vista que no le favorecen en ningún rubro la fábula sigue sostenida en «haciendo lo que hay que hacer» y «esto es real, no es relato».
En el último envión el oficialismo decidió invocar a las emociones, a los sentimientos, y el propio Presidente salió a pedir «por favor» que lo voten «para no volver al pasado». Aunque alguien podría decir que eso es lo mejor que le puede pasar a los argentinos y a las argentinos, Macri y los suyos construyen esa ficción como parte de la campaña del miedo que en algunos todavía sigue generando efectos.
Y como broche de campaña Juntos por el Cambio apela ahora a fabricar enemigos. Son los que reclaman, los que defienden sus derechos conculcados, los que demandan justicia. Quienes quieren cambian de modelo, dicen, pretenden convertir el país en una denostada Venezuela. Los inmigrantes que vienen en busca de mejor calidad de vida son una amenaza que nos acecha en la cotidianeidad. Si Francisco reclama justicia está también en la vereda opuesta. Y quienes peregrinan a San Cayetano rogando trabajo son personas financiadas por la oposición para generar efectos políticos que perjudiquen al gobierno. Todos los dirigentes sindicales (aún aquellos que en otro tiempo le fueron funcionales) ahora son mafiosos, los opositores se equiparan con narcotraficantes y corruptos, y los pobres constituyen una amenaza que solo se redime incorporándose al Servicio Voluntario en Valores o aspirando a sumarse al Servicio Penitenciario Bonaerense. Lo dicen los dirigentes a coro con los periodistas oficialistas que forman parte integral de la campaña.
Tampoco en este último sentido hay creatividad, aunque sí coherencia para seguir el ejemplo de los aliados Donald Trump y Jair Mesías Bolsonaro que en sus países y en el mundo, y usando los mismos medios y recursos, deciden fabricar enemigos para no hacerse cargo de los propios fracasos. Convencidos todos, aquellos y éstos, de que profundizar la división es hoy el mejor negocio político para la derecha del mundo.
Por Washington Uranga