Tiempos de prudencia y cintura
En los viejos tiempos de la Guerra Fría, la traumática relación entre el presidente norteamericano John F. Kennedy y el premier soviético Nikita Kruschev más de una vez estuvo a punto de desatar una tercera guerra mundial.
26/08/2019 OPINIÓNEn los viejos tiempos de la Guerra Fría, la traumática relación entre el presidente norteamericano John F. Kennedy y el premier soviético Nikita Kruschev más de una vez estuvo a punto de desatar una tercera guerra mundial. Entre los asuntos más conflictivos figuraron el Muro de Berlín y la crisis de los misiles en Cuba, cuestiones que pusieron al mundo al borde de un desastre atómico. El peligro se mantuvo durante los gobiernos de Richard Nixon y Ronald Reagan, por un lado, y Leonid Breznev y Mijail Gorbachov por el otro, y sólo el diálogo impidió una hecatombe.
Por entonces era fama que Nixon manejaba con mayor habilidad los diálogos entre ambas potencias, y a él se le atribuyeron estas palabras: «Para tratar con los rusos debes proceder como cuando te enfrentas a un oso en el bosque. Tienes que estar muy sereno, mirarlo fijamente a los ojos y hablarle con voz clara y firme mientras sostienes, a tu espalda, un enorme y duro garrote para darle por la cabeza cuando sea necesario».
Cierta o no, la recomendación quizás sea útil para quienes trabajan para asegurar la continuidad de la democracia en la Argentina. Particularmente Alberto y Cristina, probables sucesores de Macri y su «mejor equipo» de saqueo y destrucción. Si todo se sigue haciendo bien el resultado será un cambio de gobierno y de rumbos, imprescindibles para recuperar la Patria.
Y «haciendo bien» significa proceder con prudencia y cintura, sí que también con firmeza y claridad. O sea desoyendo exigencias infantiles o maximalistas (lo que no implica renunciar a principios y objetivos) o irritando al cuete a adversarios históricamente necios porque su esencia es clasista y racista.
Conviene recordar en todo momento que fue con firmeza y cintura como Cristina este año acertó en todo: en quedarse y dar la cara; en el sorpresivo paso al costado que neutralizó argumentos canallas; en aguantar el asedio judicial y jamás perder la compostura frente al implacable Torquemada gordo de Comodoro Pro. También en elegir a Alberto como su candidato y del modo en que lo ungió. Y en darle alas y contención a La Cámpora, en asistir a su hija Florencia y en hacer campaña presentando un libro azul que todavía vuelve locos a propios y ajenos, aunque de diferentes locuras. Aciertos todos que ayudan a un Alberto sereno y medido que, también con cintura, fortalece la ilusión que estalló masivamente el 11 de agosto y que la inmensa mayoría espera consolidar el 27 de octubre para empezar la trabajosa reparación de todos los daños que el macrismo causó al pueblo, el sistema productivo, la educación y tanto más.
La prioridad sigue siendo eliminar el hambre de millones de compatriotas y reordenar el consumo para estimular la producción, a la vez reorganizando los sistemas de salud y educación públicas. Todo prioritario e impostergable, se trata de resolver la economía, pero desde la política. Porque no hay solución económica sin conducción política de la economía.
También y como todo es urgente en este país avasallado, habrá que disponer otras medidas, que van desde el salvataje ambiental a la recuperación y reformulación de la soberanía nacional, en condiciones adversas porque ya no hay Unasur ni, casi, Mercosur, y entonces sólo cabrá autodeterminación privilegiando relaciones bilaterales por sobre todo multilateralismo. Y bueno será además estrechar lazos con países y gobiernos latinoamericanos con los que no será difícil armonizar, como México y Bolivia.
Desde luego será necesario renacionalizar la Educación, disponiendo de entrada la urgente preparación de programas educativos únicos para su aplicación en todo el país, para que de La Quiaca a Ushuaia todos los niños/as argentinos aprendan y estudien una misma Historia, una misma Geografía, una misma Literatura, una misma Matemática y así siguiendo, como propone desde hace años El Manifiesto Argentino, asegurando el respeto a cada peculiaridad regional y a las lenguas originarias, y todo ello reinstalando el amor a los símbolos patrios, a las tradiciones argentinas y a la recuperación y fortalecimiento de las lenguas originarias que hacen a nuestra plurinacionalidad en tanto somos una nación parida por múltiples naciones, vernáculas e inmigratorias, lo que es riqueza y no debilidad.
Y ya vendrá, más adelante, el tiempo de reformular el contrato social que es la Constitución Nacional, cuyas bases propone desde hace años el Ideario del Manifiesto Argentino y que debería empezar estableciendo que en la República Argentina la salud, la educación y la previsión social son responsabilidad del Estado y por eso irrenunciables, indelegables e innegociables.
Toda esperanza tiene sentido, y aquí y ahora más, pero mejor si todas las alertas funcionan a pleno. Porque el conservadurismo argentino, salvo honrosas excepciones, siempre fue retrógrado y neoliberal aunque muchos no lo supieran y/o se afiliaran a partidos como el radical e incluso el socialista.
Habrá que tener mucho cuidado, no caer en provocaciones como las que propone a diario el mentisistema y sobre todo no confiar en interlocutores con reiterados rasgos psicopáticos que ya han demostrado ser súper eficientes en manipulación mediática y social, mecanismo que al neoliberalismo le ha sido muy útil en todo el mundo. Así lo señala un colega español que, siendo estudiante en Londres, pudo ver cómo el neoliberalismo con Margaret Thatcher a la cabeza, habiendo destruído el National Health Service (la Salud Pública), se presentó enseguida para la reelección. Inexplicablemente, el colega un día vio que la señora que limpiaba el edificio, quien caminaba con dificultad y ya no podría operarse por culpa de los recortes presupuestarios, llevaba en la solapa un prendedor de lata que decía: «Yo voto a Thatcher». Sorprendido, le preguntó por qué votaba a quien ahora le impedía operarse. La mujer, sonriente, señaló con un dedo la segunda frase del prendedor: «Proud to be British». Orgullosa de ser británica, se amputaba las dos piernas.
Por Mempo Giardinelli