Cloacas de 20 localidades cordobesas contaminan la cuenca del San Roque
El aporte de los nutrientes que alimentan las algas que proliferan en el lago San Roque no se detiene. Desde hace décadas crece, sin pausa.
03/05/2017 MUNICIPIOSEl aporte de los nutrientes que alimentan las algas que proliferan en el lago San Roque no se detiene. Desde hace décadas crece, sin pausa.
Las algas “comen” el fósforo y el nitrógeno que llegan, sobre todo, con los líquidos cloacales no tratados de una amplia cuenca hídrica. En las costas del embalse, pero también en cada río o arroyo que lo forma, están las secuelas. La erosión de las sierras por desmonte e incendios y una carga ganadera no regulada también suman sus impactos.
La Voz recorrió zonas de costas de los ríos y de los arroyos que conforman la cuenca del que un día fue el embalse más grande de Sudamérica y hoy es uno de los más contaminados del país.
Un dato alcanza para explicar por qué el San Roque se pudre: sólo el 21 por ciento de los habitantes de la cuenca cuenta con redes cloacales.
Apenas el 27 por ciento de Villa Carlos Paz y casi el 60 por ciento de La Falda, Valle Hermoso, Villa Giardino y Huerta Grande está conectado a ese servicio. Cosquín tiene un insignificante cuatro por ciento y quedan otros 14 pueblos y ciudades del centro y del sur de Punilla que no suman ni un metro de red cloacal.
Según datos del Censo 2010, la cuenca del San Roque está habitada por 162 mil personas. De ese total, 35.800 están alcanzadas hoy por redes de cloacas domiciliarias: el 22 por ciento.
Del Censo pasaron siete años y la población regional seguramente supera hoy los 170 mil habitantes. Así, el porcentaje con cloacas actualizado y más realista desciende al 21 por ciento.
Pero esas cifras no cuentan que, en verano, los turistas hacen que casi se duplique la cantidad de pobladores y, con ellos, el impacto aumenta sobre los río y el lago.
Casi no se ven turistas bañándose en el San Roque. Para los vecinos, hace años que es algo impensado, y hay razones: consumir su agua sin potabilizar es un riesgo para la salud. En las fotos de otras épocas, con playas de moda como Esmeralda o Kalaconta, el embalse era un imán para los bañistas. Poco a poco, todos se corrieron a los ríos de la región.
El San Antonio, invadido
Sobre el río San Antonio, en los últimos años el boom inmobiliario regó sus costas de casas y barrios cerrados. Pero desde Cuesta Blanca hasta San Antonio de Arredondo, pasando por Icho Cruz y Mayú Sumaj, hay cero cloacas.
Fernando Barri, doctor en Ciencias Biológicas e investigador del Conicet, vive en Cuesta Blanca, una de las localidades con más conciencia ecológica de Córdoba pero que tampoco tiene cloacas. Barri recorrió con La Voz las costas en San Antonio de Arredondo: no hay que caminar mucho para comprobar que hay casas construidas a metros del cauce, incluso de barrios cerrados, así como efluentes que descargan al río, cargados de dudas sobre su origen y composición.
“Esta cuenca ha sido muy mal manejada, sin planificación, y la urbanización avanzó cada vez más cerca de los ríos. Podemos ver casas a menos de 100 metros del río y eso genera contaminación por filtración de líquidos cloacales al no contar con redes y plantas de tratamiento. Las sangrías y cámaras sépticas, más tarde o más temprano, contaminan el río”, marcó Barri.
Cuando los ríos y el lago bajan de caudal, afloran las algas o cianobacterias y dan inicio a los procesos de putrefacción que, por caso, en marzo pasado hicieron pico sobre Carlos Paz. “No son sólo el mal olor y la pésima imagen, todo eso es materia orgánica que muere, se va al fondo y esas bacterias consumen oxígeno que genera mortandad de peces y complica aún más la calidad del agua”, indicó Barri. “De alguna manera, el lago se está muriendo”, sentenció el biólogo.
Si bien las crecidas sirven porque dispersan las concentraciones de algas por el embalse, también complican el cuadro debido a que arrastran basura y sedimentos de las costas de los ríos.
Uno de los principales problemas del avance de la urbanización es que no suelen respetarse las distancias mínimas respecto de los ríos, necesarias para reducir el impacto en el ecosistema.
“Debería controlarse que se respete la línea de ribera, para dejar las costas bien liberadas que aseguren un área (buffer) que ayudaría a evitar que los sedimentos lleguen más fácil al río y, de paso, a amortiguar el efecto de las crecidas”, planteó Barri.
Marcela Fernández, abogada de la ONG regional Asociación de Amigos del río San Antonio, sostuvo que la lucha de la entidad fundada hace 18 años para oponerse a un proyecto de dique en Cuesta Blanca no cesa. “Básicamente, al río se le ha hecho daño con una urbanización descontrolada, con la aprobación de loteos casi en la línea de ribera y sin tratamiento adecuado de cloacas”, apuntó.
Un arroyo con murallas
Hace una década, en Cabalango, el abogado José María Rivarola recorrió con un escribano el arroyo Los Chorrillos y su tributario La Salina. Allí pudo constatar la presencia de murallones que embalsan el agua en muchos puntos, antes de que llegue al San Roque, a la altura del puente Negro. “Lo observamos desde hace años. Hay escrituras públicas que hemos labrado. Esos diquecitos no sólo son ilegales, no autorizados, sino que contribuyen a acumular contaminación; cuando vienen crecidas llevan todo al lago”, indicó. Según aseguró, hay expedientes abiertos hace años ante la Provincia para reclamar más control.
Rivarola apuntó además a casos de volcamientos clandestinos directos sobre los cauces.
La localidad de Cabalango también creció en los últimos años, sin tener cloacas. “De 20 casas que había hace 30 años, hoy hay más de mil. El problema se agrava cuando en verano asiste más gente a campings y alojamientos”, advirtió Rivarola.
Ana María Camejo, vecina de Cabalango, contó a su vez que el arroyo Tanti Viejo, que desemboca en Los Chorrillos, es “un basural itinerante”. Nace en vertientes cercanas a Cabalango y pasa por detrás del basural de Tanti. “Con la última crecida arrastró residuos del basural y dejó todas las márgenes del arroyo regadas con residuos, que un día terminarán en el lago”, remarcó.
El Cosquín, en espera
La cuenca media del San Roque es la más retrasada en materia de tratamiento de efluentes. En Cosquín, la ciudad mayor de esa área, apenas un barrio de 230 casas tiene cloacas. El 96 por ciento de esa ciudad, al igual que sus vecinas Bialet Massé, Santa María de Punilla y Tanti, no cuenta con tratamiento adecuado. El Gobierno provincial anunció el año pasado la construcción de una planta de tratamiento cloacal para esas localidades y ratificó esa promesa semanas atrás.
Matías Terán es el encargado de la pequeña planta de barrio Elías Romero, de Cosquín, que estuvo sin funcionar durante 12 años y que el municipio local reactivó el año pasado. “Tiene tratamiento secundario y hoy funciona al 100 por ciento”, aseguró. Pero representa apenas el cuatro por ciento de Cosquín: el resto queda fuera del servicio.
“Hay otros vertidos en la zona que se deben controlar porque son ilegales”, advirtió Terán.
En cuanto a la “salud” del río Cosquín, interpretó que “lo que más lo afecta viene del río San Francisco; eso se nota en la juntura con el Yuspe que llega de las sierras con agua cristalina mientras que el San Francisco ya viene con turbiedad y olores”.
Los aportes
El San Roque recibe agua de dos ríos (el Cosquín y el San Antonio) y de dos arroyos (Las Mojarras y Los Chorrillos).
Hay 20 pueblos y ciudades en la cuenca. Están asentados en la costa del embalse o en sus ríos tributarios. La Falda, Villa Giardino, Valle Hermoso y Huerta Grande son localidades que integran la cuenca alta. Cosquín, Casa Grande, Santa María de Punilla y Bialet Massé conforman la cuenca media. En la cuenca baja se suman Estancia Vieja, Parque Siquiman, San Roque, Villa Santa Cruz del Lago, Villa Carlos Paz, Tanti y Cabalango, más la serie de comunas sobre el río San Antonio: Cuesta Blanca, Tala Huasi, Icho Cruz, Mayú Sumaj y San Antonio de Arredondo.Están asentados en la costa del embalse o en sus ríos tributarios.