¿Cuánta derecha aguantará realmente la sociedad argentina?

Quizá no haya una palabra mejor a fines de expresar la cantidad y calidad de obstáculos que afrontan la sociedad y su dirigencia política. Se remarca el posesivo porque el espejo, aunque jamás con iguales grados de responsabilidad, nos involucra a todos.

Hablemos de encerronas.

Quizá no haya una palabra mejor a fines de expresar la cantidad y calidad de obstáculos que afrontan la sociedad y su dirigencia política. Se remarca el posesivo porque el espejo, aunque jamás con iguales grados de responsabilidad, nos involucra a todos.

Esta columna seguramente coincidirá con los primeros anuncios de Sergio Massa dirigidos a amortiguar el golpe, fortísimo, producido por la devaluación. Siendo clementes, es incierto que el conjunto de medidas alcance para corregir el ánimo popular. Y es indesmentible la sensación de que el Gobierno corre atrás de los acontecimientos.

Está claro que las argumentaciones sobre el peso decisivo del acuerdo macrista con el Fondo, capaces de ahorcar a la economía argentina hasta límites nunca conocidos, no sirven para potenciar las chances electorales del oficialismo.

El desempeño cambiemita en las Primarias fue malo, en la suma de sus dos candidatos como al verlos en forma individual. Pero nadie con un gramo analítico tendría la ocurrencia de ignorar que a) el sitio de castigo al Gobierno fue prioritariamente ocupado por un personaje casi inclasificable, sujeto a adjetivos que preferimos eludir en base a cuestiones de, llamémosle, respeto; y b) que como quiera que fuese, casi la mitad de los votantes optó por las peores variantes de derecha.

Las cuentas dan para que, siquiera en lo actitudinal y según ya se dijo aquí la semana pasada, Unión por la Patria haga el esfuerzo de no sentirse derrotada de antemano. Al menos cabría esperar que sus referentes, ¿liderazgos? territoriales y presuntas “orgas” o “colectivos” militen al ministro candidato en vez de, como muchos de ellos hicieron en las PASO, cuidarse el traste de sus gobernaciones e intendencias. Otro tanto vale para los “independientes” de pensamiento crítico, sin duda válido, pero susceptibles de extraviarse con que Massa y Milei o Bullrich dan lo mismo.

Sin embargo, los números también advierten, con pesimismo, sobre el tremendo peligro que acecha.

La coincidencia unánime entre los opinólogos de toda tendencia -a más de las encuestas circulantes, aunque ya sepamos de sobra sus características de no acertar virtualmente nada- es que Massa entrará al ballottage con el “libertario”. Eso siempre y cuando los precios no terminen de derrumbar al oficialismo, con su consecuencia de que Milei gane en primera vuelta si es que la ola del ganador no lo sitúa ya en tal probabilidad.

Acerca de esto último vale el destacado de que ese maremoto no comprendería a la conformación del Congreso Nacional. Para esquivar el aburrimiento con cifras de ingeniería electiva, es útil la siguiente síntesis de acuerdo con la combinación entre el resultado de las elecciones provinciales y el de las Primarias: ninguna bancada de Diputados ni de Senado tendría mayoría propia y, más aún, si Milei fuera el próximo Presidente tendrá el Congreso más adverso de los tres espacios con probabilidades de ser Gobierno. Necesitaría acordar con todos los cambiemitas, pero afrontaría el pequeño detalle de que eso supone contar con la totalidad del componente radical, hoy incendiado, para obtener el respaldo a desvaríos tales como la dolarización.

Así las cosas, se requeriría de un Milei fujimorizado que cierre el Congreso pero, nuevamente con respeto, esto es la Argentina y no otros escenarios latinoamericanos en los que es posible llevarse por delante todo precepto social y constitucional.

¿A nadie le interesa ni poco ni demasiado que eso sea una barrera para sancionar el cambio de signo monetario, la carga de explosivos sobre el Banco Central, la derogación de la ley de aborto voluntario o símiles afiebrados de lo que propone el actor de moda, quien ocupa prácticamente todos los espacios de redes y medios tradicionales, a toda hora, en cada segmento de comentarios “políticos”? Puede ser, pero no varía que sus fórmulas sean técnica, parlamentaria y socialmente impracticables excepción hecha, claro está, de que su masa de votantes se convierta en una vocación callejera de neofascistizados y en condiciones de imponer lo que fuere por la fuerza (como si, además, no vaya a suceder que se encontrarán con una fuerza contraria de tamaño superior o similar). Si de encerronas se trata, ahí está un ejemplo contundente.

La semana también deparó aquello que no se acierta en definir como “saqueos”, meros “actos delincuenciales”, o qué.

Da la impresión de que no es cierto que esté a punto de pudrirse todo, e igual de cierto que cabe preocuparse. Mucho.

Más bien parecería que el combo de marginación y pandillas redunda en un andamiaje recubierto por la policía y los narcos. Que lo probable consiste en bandas o banditas resueltas a tomar la delantera contra unas tiendas y supermercados, para que después se sumen otras turbas ¿inorgánicas? sin nada que perder. Esto no quita descubrir quiénes son y a qué apuntan las cuentas difusoras de falsos saqueos, reveladas por Alejandra Dandan en su estupendo artículo de este domingo en Página/12.

La actividad delincuencial podrá ser veraz, pero su apoyatura es una tensión, creciente, ligada al clima social de los contornos urbanos. Y lo peor, para decirlo de alguna manera, es que las figuritas con mayores chances de vencer en las urnas postulan el sanseacabó de la represión.

En medio de lo señalado; y de que la campaña oficial está librada a la buena de Dios, sin conducción de naturaleza alguna; y de que no se tienen noticias de la vicepresidenta; y de que en el oficialismo cada quien declara lo que se le antoja; y de que Massa tira el córner y cabecea más allá de cualquier estimación ideológica, se produjo la muy buena noticia del ingreso argentino a los BRICS. Por supuesto, al igual que el desembolso del FMI para tirar unos meses, carece por completo de impacto popular. Pero dejar de señalarlo como un hecho positivo es lo único que falta.

La candidata cambiemita dijo que saldrá del bloque y Milei adujo que no hará alianza “con comunistas”.

En otra de sus notas de sencillez y solidez extraordinarias, Martín Granovsky se preguntó aquí cuál sería la razón práctica para no elevar el nivel de relaciones con el 42 por ciento de la población mundial y con la cuarta parte del PBI global.

“Para cuatro provincias, el principal socio comercial y el primer destino de las ventas al exterior es Brasil. Para ocho provincias, es China. San Juan y Santa Fe tienen un socio comercial clave en la India. El 30 por ciento de las exportaciones argentinas se dirige a los BRICS (…). Los pronorteamericanos argentinos avergüenzan al propio gobierno de los Estados Unidos, que no consume adentro lo que vende afuera. ¿O acaso la incorporación a los BRICS impidió el desembolso del FMI, donde, dicho sea de paso, China forma parte del board?”.

Si entre nosotros hubiera una derecha lúcida (lo de ser clase dirigente y no sólo dominante), las perspectivas de quedarse a vivir tras ganar las elecciones serían amplias.

El año próximo, para empezar y salvo por la prevención de inundaciones que según Milei enancarían en la pavada del cambio climático, la sequía se asentará como recuerdo; el superávit comercial será impresionante y el gasoducto Néstor Kirchner variará la dependencia energética del país para convertirlo en autosuficiente. Todo semeja que estar mejor en “la macro” debería repercutir saludablemente, por fin y a plazos razonables, en la cotidianeidad de las mayorías argentinas.

Pero no. No es una derecha inteligente. Es una muy bruta, podría ser brutal y, beneficiada por los errores de un oficialismo que tampoco sabe comunicar lo que hace bien, es competitiva para ofrecer espejitos de colores y venta de futuro.

Preguntémonos si estamos dispuestos a tolerarlo.

P/D: Vaya nuestro recuerdo y homenaje conmovido al fiscal federal Federico Delgado. Un hombre incorruptible, respetado y admirado. De ésos que son y serán el ejemplo de la Justicia que tanto nos falta.

Por Eduardo Aliverti

Fuente: Página 12