Cuarentena y sociedad de control
En medio de esta pandemia crucial muchas teorías y corrientes de opinión de los grandes autores contemporáneos merecen ser revisadas y resignificadas desde la coyuntura.
21/08/2020 OPINIÓNEn medio de esta pandemia crucial muchas teorías y corrientes de opinión de los grandes autores contemporáneos merecen ser revisadas y resignificadas desde la coyuntura. Es el caso del gran Foucault y sus tesis sobre las relaciones de poder. Más que ingresar en la complejidad de su discurso teórico, me interesa lo que se ha divulgado del mismo. Para Foucault en las sociedades modernas el Poder ya no es represivo. La hipótesis represiva propia de la sociedad disciplinaria ha mutado en un nuevo orden donde el poder es productivo y genera nuevas formas de sujeción donde proliferan distintas tecnologías del yo y producciones de saber.
De este modo Foucault da cuenta de una transformación histórica con respecto al Poder: el tránsito de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control. En la sociedad de control el poder se vuelve casi imperceptible porque los propios sujetos se subordinan al control sin necesidad de que el Soberano lo imponga. A través de diferentes dispositivos, el sujeto ha quedado evaluado, clasificado, localizado, calculado y enrolado en un régimen biopolítico de control de su propia vida. En este aspecto, a Foucault no se le escapa que la denominada sociedad de control es un antecedente del neoliberalismo. Todo se prepara para que los sujetos aseguren su vida a partir de un control reticular que opera en diversos registros. Si nos quedáramos con este desarrollo, la cuarentena y todos los ejercicios de su aplicación serían un ejemplo consumado de la sociedad de control. Tal vez por esta razón un reputado filósofo perteneciente a la tradición foucultiana, Agamben, quiso ver en la cuarentena una imposición de la biopolítica.
La cuestión esencial aquí es que la cuarentena responde a una ética del cuidado y a los imperativos de renuncia a favor del bien común y no a la biopolítica de la sociedad de control. Señalemos al pasar que en el último Foucault encontramos interesantes reflexiones sobre el cuidado de sí en el mundo griego. Sin embargo hoy en día, en medio de esta Pandemia, el cuidado de lo Común donde habitamos ha provocado un cortocircuito en la tesis de Foucault. No es un asunto de control del Poder sino de una prueba donde la especie humana deberá mostrar su capacidad para contener y sublimar la pulsión de muerte que la habita de un modo constitutivo. Se trata de los grandes motivos de la solidaridad en lucha con las pulsiones narcisistas que siempre buscan en el uso de la ley su plusvalía de goce desconociendo las consecuencias mortíferas de su acción. Las desigualdades sociales desplegadas por el capitalismo se corresponden siempre con este aspecto tanático de la subjetividad.
Si hay una dimensión donde se revela la crisis de la hipótesis de la sociedad de control es en la aparición estremecedora y sintomática de los libertarios actuales que marchan por el mundo. Días pasados en Madrid, tal como ocurrió después en Buenos Aires, se reunió mucha gente anticuarentena. Es un verdadero insulto a la tradición de la palabra Libertaria escuchar semejante repertorio delirante en la boca de esos energúmenos que si les llegara a pasar tener que marchar sobre los cadáveres, seguirían insistiendo en que nos están matando las mascarillas o con los microchips de los móviles (celulares). Es la versión delirante y paranoica de la denominada sociedad de control.
Inesperadamente para la hipótesis de la sociedad de control el trayecto final del delirio de los nuevos libertarios queda alojado en el receptáculo megalómano de la derecha ultraderechizada .Es el deseo de matar y no de morir el que parece primar y esto no ha sido pensado en la tesis de Foucault.
Hay también una pequeña corriente de intelectuales anarquistas o neoanarquistas que también traducen la Pandemia como una horrible imposición del Poder a la que nos sometemos como borregos. Esta es más bien un actitud estética y como los respeto, espero que se cuiden y cuiden a los otros.
Pero es una obligación ética, más allá de las críticas que van y vienen con los gobiernos, admitir que en este mundo, donde la frontera entre los vivos y los muertos se ha desplazado seriamente, las categorías que nos permitían una cierta inteligibilidad de la realidad, como tantas otras cosas, han empezado a crujir en sus fundamentos.
Por Jorge Alemán