Dolarizar avanza sobre la libertad

Se ha reavivado el debate sobre la dolarización que con tanto entusiasmo pregonan los “libertarios” como el mágico vehículo que nos depositaría en el podio de las potencias económicas.

Se ha reavivado el debate sobre la dolarización que con tanto entusiasmo pregonan los “libertarios” como el mágico vehículo que nos depositaría en el podio de las potencias económicas. Vale la pena repasar el concepto “dolarización”, de la forma más sencilla posible, para entender los perjuicios que acarrean este tipo de aventuras.

¿Que significa dolarizar la economía? Significa adoptar la divisa estadounidense como moneda propia, dejando de utilizar el peso argentino. Para eso es necesario retirar de circulación todos los pesos, incluidos los que tienen los ahorristas en los bancos, para cambiarlos por los dólares habidos en las reservas. Seamos claros, lo que no explican los libertarios es que, al haber infinitamente menos dólares que pesos, será necesaria una super devaluación: cada dólar se entregará contra muchísimos pesos.

Hoy, en promedio, haciendo un cálculo grosso modo, la conversión sería de 10.500 pesos por cada dólar. De esta forma quien hoy percibiera un salario de 100.000 pesos o tuviera esa cantidad en su casa –debajo del colchón- podría tener apenas 9,50 dólares y no 100 mil dólares como fantasean algunos pensando en una mágica conversión de 1 peso = 1 dólar.

¿Por qué en la convertibilidad un peso equivalía a un dólar? Porque la ley 23.928 estableció esa paridad, que luego acompañó el cambio de signo monetario (del austral al peso). Para poder sostener esa paridad, el gobierno de Carlos Menem tomó deuda en dólares; vendió todas las empresas públicas y prohibió emitir pesos para mantener la relación. Como si fuera poco, abrió todos los mercados a la importación, y al no poder usar herramientas de política cambiaria para proteger la industria nacional (pues la equivalencia estaba fijada por ley), la imposibilidad de competir con los precios extranjeros generó una avalancha de cierres de empresas y miles de personas desocupadas.

Asimismo las provincias debieron crear cuasi monedas. Como si se tratara de los billetes del juego de “El Estanciero” nacieron el patacón, las lecop y otras que reemplazaron a los pesos que el Estado no podía girarles, porque el Banco Central no podía emitir pesos. Los empleados que cobraban en esas cuasi monedas, debían resignarse a que, al utilizarlas para comprar alimentos, se las tomaran a un valor inferior al que teóricamente representaban.Si el billete de patacón era de 100, se lo tomaban por 80.

Cuando los mercados y organismos de crédito internacional dejaron de prestarle a la Argentina y ya no había qué vender para mantener la paridad entre el peso y el dólar, el famoso 1 a 1 pasó a ser un simple asiento contable imposible de cumplir. Allí fue cuando los ahorristas reclamaron sus dólares y no estaban, porque la Argentina no puede fabricar ni emitir dólares. Vale la pena subrayarlo: solo puede emitir pesos, que es su moneda. Por eso la convertibilidad explotó por los aires, con las consecuencias ya conocidas.

Qué implica, entonces, no tener Banco Central? Significa no tener moneda propia (por lo tanto, no poder imprimirla) y carecer del prestamista del Tesoro cuando éste lo necesita.

Recordemos la reciente pandemia en la Argentina e imaginemos por un instante que no hubieramos tenido moneda propia: crédito externo no teníamos, ya que el gobierno de Mauricio Macri había dejado como herencia una gran deuda, no sólo con el FMI sino también con acreedores privados. Así que, de no haber existido un Banco Central con capacidad para fabricar pesos, habría sido imposible ayudar a las empresas a pagar los salarios (ATP) o generar un Ingreso familiar extraordinario (IFE) a quienes no poseían un salario registrado u otorgar créditos subsidiados a tasa cero, entre otras muchas medidas que se tomaron en esa coyuntura. Lo mismo sucedería si mañana se produjera una inundación de características extraordinarias y fuese necesario transferir recursos imprevistos a una provincia: la ausencia de la autoridad monetaria impediría generar los pesos para esa ayuda. Y sin la posibilidad de imprimir dólares simplemente no habría dinero para ayudar. Y ni que hablar si un banco sufriera algún problema de liquidez: no habría garantía sobre los depósitos de los ahorristas como hoy existe, y no podrían recuperar sus ahorros.

Un Estado presente no es posible sin Banco Central y sin moneda. Es claro, por tanto, que “dinamitar” el Banco Central aún en términos metafóricos y/o adoptar como moneda propia la de otro país, genera daños irreversibles.

PorBetina Stein *
* Ex directora del Banco Central.

Fuente: Página 12