El fraude está cantado; después no valen excusas
Están perdidos. Con elecciones limpias, estos tipos no pueden ganarlas. Basta caminar las calles, y tener ojos y oídos. Basta ver en Buenos Aires cómo la inmensa mayoría de los taxistas, que fueron sus auxiliares ideológicos en 2015, ahora los detestan.
31/07/2019 OPINIÓNEstán perdidos. Con elecciones limpias, estos tipos no pueden ganarlas. Basta caminar las calles, y tener ojos y oídos. Basta ver en Buenos Aires cómo la inmensa mayoría de los taxistas, que fueron sus auxiliares ideológicos en 2015, ahora los detestan. Y en el Conurbano bonarense es impresionante ver cómo se los chifla y putea. Y así en todo el país, donde perdieron casi todas las elecciones provinciales en los últimos meses. Algunas por paliza.
Por Mempo Giardinelli
No está demás decir lo anterior, que no es apreciación personal solamente, para analizar la gravedad de lo que parece estar gestándose en las sombras. Y para algunos, muchos, sin el prudente «parece». Porque son casi unánimes las encuestas provinciales y hasta municipales, en diversas provincias, cuyos resultados son abrumadores en favor de todo lo que se oponga al macrismo-radicalismo. Aquí en el Chaco, otra vez y según dos encuestas que me llegan, la relación es casi 80 a 20 de votos antimacristas. Y hay que decirlo, porque en la CABA de esto no se habla.
Por eso esta columna insiste en las alertas que, desdichadamente, parecen no hacer mella en muchos responsables partidarios opositores. Esta columna lleva tres años y medio advirtiendo que estos tipos van a hacer fraude como última estratagema, y en consonancia hubo y hay también innumerables artículos y posteos de personas más autorizadas como el ingeniero Ariel Garbarz o la Dra. Graciana Peñafort, y también de jóvenes periodistas incisivos como Ari Lijalad. E incluso hay compatriotas exiliados expertos en el tema, como Bernardo Kucher, quien cada tanto nos envía desde Alemania análisis comparativos de elecciones en otros países.
Las tres «pruebas» que se realizaron con el nada confiable sistema electrónico que el Gobierno contrató –contraviniendo leyes y por mero decreto presidencial– han sido simple y verdaderamente tres fracasos. A pesar de los esfuerzos y titubeos del patético ex candidato a vicepresidente Sr. Adrián Pérez, acompañante de Elisa Carrió en 2011, cuando obtuvieron el 1,8 por ciento de los votos, todo lo por él aclarado quedó más confuso.
Y es que, entre otras linduras del sistema comprado a la famosa Smartmatic dizque venezolana pero con domicilio en California, los telegramas de las planillas de conteo de votos saldrán en un formato que la empresa transformará en otro. Descubrimiento que el apoderado del Partido Justicialista, Jorge Landau, celebró con estas palabras en Tiempo Argentino: «Gracias a dios que nos dimos cuenta de eso». Lo que a dos semanas de las PASO resulta por lo menos inseguro, dada la cantidad de tareas que se tienen que atender desde el improbable cielo.
Quizás por ello de inmediato Landau aseguró que «si no tenemos una respuesta que escuche nuestros planteos iremos a la Corte, pero lo que pasa es que no hay mucho tiempo porque las elecciones son dentro de 20 días». Lo que por lo menos parece una ingenuidad, ya que es obvio que si en algo son expertos los cerebros malignos del gobierno es en consumar hechos para que luego la oposición y la sociedad le ladren a la luna.
Pero más grave aún es aceptar –porque de hecho se está aceptando– que, como en 2017, entre las 9 y las 12 de la noche se seleccionen resultados que serán los titulares machacones en los diarios y la telebasura, y que después la oposición le vaya a cantar a Gardel. Porque recontar votos para demostrar que los ganadores de la noche no ganaron –como sucedió cuando se ocultó el triunfo de CFK hace dos años– y apostar a que semanas después se recontarán los votos directamente de las urnas es cuando menos una gilada. ¿O habrá seguridad alguna, en este país y con mafiosos gobernando, de que las urnas serán las mismas? ¿Qué garantizará que no se sustituyan, o se abran o se quemen, o que sus contenidos no sean adulterados, cambiados, mojados, invalidados, o incluso que las urnas sean reemplazadas por otras, truchas? Y etc, etc.
Es por lo menos raro, muy extraño, que ningún frente o partido haya presentado contundentes amparos para frenar de cuajo el fraude en ciernes.
Puede parecer estúpido que el Gobierno acuse a la oposición de agitar «el fantasma del fraude», pero más puede serlo callarse la boca ante el argumento acusatorio. Porque es una acusación envenenada dirigida precisamente a desautorizar a dirigentes y candidatos de los frentes y partidos opositores, que entonces se silencian mansamente, como han hecho algunos durante meses y cada vez que se alerta el seguro fraude.
Porque el fraude está cantado. Como afirmamos desde hace más de tres años, lo van a intentar y en muchos casos les dará resultado. Como les dio en 2017 seguro, y capaz que en 2015 también, quién sabe.
Y va a ocurrir por lo menos de dos maneras: (1) van a manipular los números para dibujar que la oposición pierde indubitablemente; (2) pero a la vez es probable que no dibujen esos números como para un triunfo contundente de Macri, sino, más arteramente, para ganar por pequeña diferencia y así evitar discusiones sobre la legitimidad de la elección. Quizás por eso las últimas encuestas procuran denodadamente mostrar a Macri en alza, empatando o ganando por poquito.
La perversidad de los psicópatas es infinita. Su imaginación y capacidad de obrar sin culpas ni recato, es maciza y constante. No se dan tregua ni la dan.
Quizás por eso la única posibilidad de frenarlos sea, hoy, un amparo preventivo firmado por candidatos y personalidades reclamando directamente a la Corte Suprema que desautorice toda la maquinaria electoral arriba descrita y ordene que en las PASO y los comicios que vienen se vote con el tradicional, seguro y probadísimo sistema electoral argentino, con voto de papel, planillas de papel y telegramas veraces enviados al Correo. Y a ver si así ganan estas bestias de la política.
Quedan dos semanas exactas. Después que nadie diga que no sabía, ni veamos un festival de «sorprendidos». La ingenuidad (cuando no es fingimiento, que es mucho más grave) también produce catástrofes.