«El rol de la protección social es crucial»

Sin la AUH y los demás programas sociales, la indigencia se hubiese casi duplicado durante el peor momento de la pandemia.

Sin la AUH y los demás programas sociales, la indigencia se hubiese casi duplicado durante el peor momento de la pandemia.

De cara a un escenario macroeconómico signado por la incertidumbre alrededor de las tasas de crecimiento e inflación para 2022 y en las puertas de un nuevo acuerdo con el FMI, Unicef difundió un trabajo que destaca el fuerte impacto positivo de la política de protección social sobre los indicadores de pobreza e indigencia en niños y niñas.

«Es necesario que al menos se mantengan el poder adquisitivo de las prestaciones sociales y sobre todo de la Asignación Universal por Hijo y que al mismo tiempo se avance en incrementar el alcance hacia el 10 por ciento de niños y niñas que todavía no tienen cobertura», indicó Sebastián Waisgrais, especialista en Inclusión Social y Monitoreo de UNICEF Argentina.

La política de protección social es la principal causa de la «tendencia declinante» de la pobreza no monetaria en los últimos 15 años, explica el trabajo. Sin el paraguas de la política de ingresos, durante el segundo trimestre de 2020, en plena pandemia, la pobreza extrema se hubiese disparado en 8,2 puntos porcentuales y la pobreza total hubiera crecido en casi 4 puntos adicionales.

Monetaria
Generalmente, la pobreza se mide de forma monetaria, comparando los ingresos de un hogar frente al valor de una canasta representativa de consumo. A lo largo de las últimas décadas, la pobreza monetaria tanto general como infantil siguió los vaivenes de la macroeconomía: aumentó en las recesiones y se redujo en las expansiones.

«El rol que juega la protección social es crucial, principalmente actuando sobre la amplitud de las fluctuaciones de la pobreza. Esto se aprecia claramente si se tiene en cuenta que la crisis económica de 2001-2002 llevó la pobreza monetaria infantil a un poco más del 75 por ciento y la de 2020 se situó al 58 por ciento, siendo la intensidad de la caída de la actividad económica similar en ambos casos», indica el informe de Unicef, elaborado en forma conjunta con la Universidad General Sarmiento (UNGS), la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, el Instituto de Estudios Laborales y de Desarrollo Económico y la organización Equity for Children.

En el primer semestre del 2021, la pobreza monetaria en niños y niñas se ubicó en el 54,9 por ciento, equivalente a 7,2 millones de personas. Este número está por debajo de 2020 aunque muy por encima del 40 por ciento que registró ese indicador en 2017, antes de la crisis de la economía de Cambiemos. En el caso de la pobreza extrema monetaria, el número se ubica en 16,8 por ciento, equivalente a 2,2 millones de niños y niñas.

Multidimensional
En paralelo a la pobreza monetaria, el informe pondera una serie de indicadores que configuran un cuadro de «privaciones no monetarias». En esa lista aparecen el componente de educación, protección social, vivienda, saneamiento básico, acceso al agua segura y hábitat seguro. La vulneración de al menos uno de estos derechos convierte a una niña o niño en privado.

«A diferencia de la pobreza monetaria, la evolución temporal de las privaciones en el ejercicio de los derechos básicos tiene un comportamiento temporal más suave y con una tendencia declinante a lo largo de todo el período iniciado en 2004. La tendencia declinante en las privaciones no monetarias es independiente del indicador del ciclo económico, porque incluso en períodos de aumentos en los precios y de más de una década de falta de crecimiento económico, la pobreza infantil no monetaria siguió cayendo. Hacia el final del período se aprecia una contracción muy marcada de las privaciones severas, afectando a un 15 por ciento de niñas y niños», explica el informe.

Jorge Paz, economista e investigador del Conicet y uno de los autores del informe, explicó a este diario que «hay una clara curva a la baja en la pobreza no monetaria que se explica por la relevancia de la cobertura en la protección social».

La curva de «privaciones totales» se ubica en el orden del 41,9 por ciento, con una merma paulatina desde el 70 por ciento que registraba en 2004. Ese porcentaje equivale a 5,7 millones de niños y niñas. En el caso de las «privaciones severas», el número actual es del 15,3 por ciento (2 millones de personas), con una baja paulatina desde el 50 por ciento que presentaba en 2004.

Múltiples
El trabajo cruzó los datos de pobreza monetaria y no monetaria, lo cual ofrece una perspectiva que abarca tanto la situación de los ingresos como las condiciones cualitativas como educación, protección social y hábitat, entre otros.

El resultado es que del 54,6 por ciento de niños y niñas pobres en términos monetarios, 28,4 por ciento también tienen privaciones no monetarias. Se trata del núcleo más duro de pobreza, que afecta a 3,8 millones de niños y niñas.

Al revés, entre las personas que tienen privaciones no monetarias (41,9 por ciento), 28,4 por ciento son también «pobres monetarios», y el 13,5 por ciento no sufre pobreza monetaria.

Fuente: Página 12