En Casa Rosada todos se pasan la pelota, pero el hambre continúa
Una discrepancia insólita surgió dentro del gobierno por los 5 millones de kilos de alimentos que el Ministerio de Capital Humano mantiene arrumbados en dos depósitos, sin distribuir entre los miles de comedores que los esperan desde diciembre.
27/05/2024 OPINIÓNUna discrepancia insólita surgió dentro del gobierno por los 5 millones de kilos de alimentos que el Ministerio de Capital Humano mantiene arrumbados en dos depósitos, sin distribuir entre los miles de comedores que los esperan desde diciembre.
Este viernes el secretario de Niñez, Adolescencia y Familia de esa cartera, Pablo De la Torre, escribió en la red social «X»: «Juan, esos alimentos están reservados para emergencias climáticas». Le respondía en tono provocador a una publicación del dirigente Juan Grabois (Argentina Humana), el primero en denunciar penalmente la falta de asistencia alimentaria. El día anterior, sin embargo, el vocero presidencial, Manuel Adorni, había reconocido la retención de comida, culpó al gobierno anterior y dijo que era una decisión producto de «las auditorías de la ministra» Sandra Pettovello que sostienen que hay comedores «truchos» o «fantasmas».
El mensaje de De la Torre a Grabois no solo contrariaba su denuncia de falta de comida sino que lo agredía: «Hoy la comida está llegando a la gente que la necesita, tu problema es que ya no pasa por tus manos codiciosas». Adorni había dicho otra cosa: que «efectivamente esos alimentos existen», en alusión a los 5 millones de kilos. Luego agregó que «no se están por vencerse pero «los que tienen fecha más próxima se van a distribuir». Entonces le echó la culpa a la administración anterior. «Lamentamos enormemente que haya tenido este esquema de comedores truchos». «Una pena enorme», lanzó. «Obviamente», remarcó, repartirán lo que hay pero que guardan desde diciembre sin importar quiénes lo necesita.
Lo que parecería más bien trucho es el relevamiento de Capital Humano sobre comedores preinscriptos en el Registro Nacional de Comedores y Merenderos Comunitarios (Renacom). Muchas de las mujeres que cocinan y otros referentes de esos sitios donde vecinos y vecinas van en busca de alimento, fueron este jueves al ministerio de Pettovello a brindar todos los datos necesarios para que las autoridades sepan que los comedores existen aunque una lista que denuncia judicialmente (a la mayoría de ellos) diga lo contrario. «Acá estamos los comedores fantasma», «vení a auditarnos», se leía en coloridos carteles.
Al no ser atendidas, unas 73 personas firmaron ante un escribano público un acta «para dar cuenta de su espacio de trabajo, dirección, días de funcionamiento y cantidad de personas que asisten» y que no reciben alimentos de parte del Estado desde el 10 de diciembre. Se trata de comedores de distintas organizaciones nucleadas en la UTEP (Unión de Trabajadores de la Economía Popular) la Ciudad y de la provincia de Buenos Aires. La información será entregada en las distintas causas judiciales sobre el tema, inclusive el amparo colectivo presentado por junto con el Centro de Estudios Legales y Sociales que espera resolución.
Denuncias cruzadas
La existencia de 5 millones de kilos de alimentos guardados –o sea, sin ser entregados a los comedores de las organizaciones sociales–, adquiridos durante el gobierno de Alberto Fernández, fue revelada por El Destape a partir de la respuesta a un pedido de acceso a información pública. Hay principalmente yerba, leche en polvo, aceite, puré de tomate, garbanzos, harinas de trigo y maíz, locro, arroz con carne. En menor cantidad suman arvejas, fideos, pasas de uva, arroz con hortalizas, huevo en polvo y guiso de lentejas.
A partir de esta información, la querella en la causa impulsada por Grabois contra Pettovello por cortar la provisión de comida a comedores, que instruye la fiscala Paloma Ochoa, pidió un inspección ocular en los dos centros operativos donde Capital Humano tiene toda la mercadería. En Villa Martelli, 2.752.653 kilos y en Tafí Viejo, en Tucumán, 2.269.078 kilos. La misma presentación siembra dudas el destino de «los desembolsos correspondientes al Proyecto PNUD ARG/20/2004 Abordaje Comunitario del Plan Nacional Argentina Contra el Hambre», un programa de Naciones Unidas. «Parece», dice que «son utilizados para cualquier otro fin menos el previsto en la norma». La fiscalía, que dio varios pasos en la investigación, analiza cómo seguir.
La causa judicial por los supuestos comedores inexistentes, que es el contrataque con el que alardea el ministerio de Pettovello, es instruida por el fiscal Ramiro González. La denuncia se hizo en base a un relevamiento de la Subsecretría de Políticas Sociales sobre comedores que aparecen pre-inscriptos en el RENACOM desde el 7 de enero de este año. El relevamiento se hizo entre el 7 de febrero y el 19 de abril. Es decir, todo es tomado en un período en que los comedores ya habían dejado de recibir comida. Pero la conclusión es que no pudieron relevar al 47,5 por ciento de comedores y merenderos.
El trabajo afirmaba que los domicilios no funcionan como comedores, o no coinciden los domicilios. Las organizaciones se cansaron de explicar que en algunos casos tuvieron que cerrar, o que ya no pueden dar de comer todos los días, o que no es raro que se muden. Pero la campaña es tan fuerte que tuvieron que salir a mostrarse, como lo hicieron el jueves frente a Capital Humano, o como en el video publicado por el exdiputado Leo Grosso en comedores de San Martín. No está descartado que algún comedor/merendero preinscripto no exista, pero la «auditoría» sobre el RENACOM no sirve para saber si alguien recibió comida en su nombre. El registro solo es un mapa de estos espacios de las organizaciones sociales que –además– requieren aprobación. No muestra quiénes reciben comida de tal o cual programa.
Cuando la subsecretaria legal Leila Gianni fue a hacer la denuncia no llevó nada de documentación y contestó que no conocía en detalle el tema. Para el martes está citado como testigo Héctor Calvente, el subsecretario que hizo lo que llaman auditoría. Con esta causas y ese trabajo el Gobierno quiere justificar que cortó la entrega de alimento.
«Hagan un protocolo anti-indigencia»
«La comida se pudre en los galpones de Capital Humano mientras a cien metros las familias argentinas pasan hambre», había encabezado Grabois su posteo en «X» del jueves, cuando se conoció la noticia. «Estos reverendos hijos de puta que nunca hicieron nada por nadie tienen dos depósitos llenos con mas de 4 millones de kilos de alimentos (…) tienen la caradurez de acusarnos a todos nosotros, sin distinción, a todos los que luchamos en las barriadas excluidas desde hace décadas, de acusarnos de ladrones con auditorías truchas mientras se roban un país entero, mientras le roban a los viejos, a los laburantes, a las familias sin pan, a los comedores en las escuelas, mientras tienen la comida encanutada», decía parte del extenso texto que publicó. «Hagan un protocolo anti-indigencia y cúmplanlo hasta que cese el crimen del hambre. Paro hagan algo ustedes si no les gustan nuestras ollas denles ustedes de comer…»
Después de la publicación de De la Torre, Grabois dijo que no le contestaría «a las hienas» y que solo haría un último intento con «el león». «Siempre le reclamé por los comedores. Siempre me dijo que se estaba ocupando. Luego no hablamos más. No hay con quien hablar. Usted sabe que yo ni miento ni robo ni soy golpista. (…) Sólo pedimos que la comida llegue a la gente necesitada y no está llegando ni con comedores, ni con vouchers, ni con tarjetas alimentarias. Usted prometió que la comida no iba a faltar. Falta. Es un dato objetivo de la realidad», publicó este viernes.
Adorni volvió a hablar del tema. «Hay una serie de alimentos en depósitos que se compraron en la gestión anterior», admitió nuevamente pero agregó que «menos mal que no se habían repartido porque no tenían trazabilidad». Como sea, y aunque no dar alimento a quien no tiene para comer sea un crimen, buscarán la manera de echar culpas al «kirchnerismo» –como les gusta rotular– y a los pobres, más aún si están organizados y tejen lazos solidarios.
Por Irina Hauser