El futuro todavía está por verse
Las profecías que siguieron a la votación. Ejemplos de interpretación precoz, refutados en apenas dos meses. La Reforma previsional: errores del Gobierno. Aliados perdidos o heridos. La subestimación sobre el rechazo social. La hegemonía puesta en cuestión. Pinceladas sobre violencias y relatos amnésicos.
26/12/2017 OPINIÓNLas profecías que siguieron a la votación. Ejemplos de interpretación precoz, refutados en apenas dos meses. La Reforma previsional: errores del Gobierno. Aliados perdidos o heridos. La subestimación sobre el rechazo social. La hegemonía puesta en cuestión. Pinceladas sobre violencias y relatos amnésicos.
El rotundo triunfo electoral del oficialismo ratificó su legitimidad de origen, fortaleció su representación en el Congreso nacional y en Legislaturas provinciales. La mayoría de sus adversarios fueron vencidos, con la consiguiente secuela de divisiones, polémicas internas y bajoneos.
El presidente Mauricio Macri quedó bien posicionado para la votación de 2019, acaso en pole position.
Esos datos duros perduran. Por algo Cambiemos consiguió la aprobación del Presupuesto 2018, de la Reforma impositiva y aún la Previsional, la única que le costó mucho como ya veremos.
Las lecturas apologéticas que sucedieron al escrutinio, en cambio, merecen una revisión crítica. La euforia de los ganadores es explicable tanto como la de sus partidarios, de buena o mala fe. Las miradas de otros pensadores, académicos o periodistas deberían ser más matizadas, menos triunfalistas. Y, sobre todo, menos definitorias.
La historia discurre, es dinámica y dialéctica. Está signada por sorpresas, cisnes negros, tensión entre fuerzas opuestas. También por continuidades que dos éxitos consecutivos en las urnas conmueven y alteran pero no destruyen.
La interpretación precoz es, en una de esas, la jactancia de los intelectuales, consultores, periodistas adictos.
Las primeras imágenes del sufragio y de la fragmentación opositora fomentaron predicciones simplistas a fuer de enfáticas. Proyectaron en demasía el momento incurriendo en un aluvión de predicciones sobre un futuro rectilíneo, inexorable, Las simplificamos:
Dar por realizada la votación presidencial de 2019, con su veredicto continuista escrito en la piedra.
Tener por consumada la extinción del kirchnerismo y aún del peronismo en general.
Resolver que la intensa movilización que caracterizó en particular este año cesaría por el abatimiento postelectoral, la despolitización de la mayoría de los argentinos.
Y aún…
… la emergencia de un nuevo imaginario colectivo, bastante homogéneo con la prédica de Cambiemos. Se llegó a elucubrar la tesis del nacimiento de una hegemonía oficialista, no en el sentido de primacía política (que la tiene) sino en el difundido por Antonio Gramsci: la implantación de un sentido común impuesto por una clase social que otras adoptan, aún más allá de sus intereses concretos.
Consiguientemente, algunos extendieron la partida de defunción al voto motivado principalmente por los intereses económicos de cada ciudadano.
El diagnóstico signaba una versión criolla del fin de la historia. Una sociedad homogénea, dócil, subyugada por la discursividad macrista, que puso fin a tradiciones y características arraigadas y crecidas durante décadas. Parafraseando al General que fue presidente tres veces: duranbarbistas somos todos, se aseveró sin usar esas palabras, claro.
– – –
La ofensiva en plena pax: La pax macrista alumbraría una etapa de gradualismo y política negociadora, se auguró. El presidente y su equipazo pensaron distinto: había llegado la hora de avanzar a paso redoblado contra adversarios desmoralizados y divididos.
El paquete de reformas acentuó el clásico programa de la derecha, con retoques leves. El apoyo de los gobernadores peronistas, mediando un plan canje, garantizaría la aprobación de las leyes más discutibles, los pilares del combo reformista.
La Casa Rosada y sus operadores sobreestimaron su poder mientras subestimaban el rechazo de la sociedad civil.
La omnipotencia pasó de largo un par de señales en el Senado, la Cámara Cambiemos-friendly: se demoraron la nueva ley del Consejo de la Magistratura y la Reforma Laboral. No eran los ítems más relevantes aunque sí un alerta.
Irrumpió la tragedia: el hundimiento del submarino ARA San Juan, una tragedia que segó la vida de 44 tripulantes. Las víctimas sobrevivientes, los familiares comenzaron a ser protagonistas y lo serán durante años. La agenda pública convulsionó con reproches al Gobierno por falta de sensibilidad, eventual mala praxis y pésima comunicación.
La escalada de violencia estatal es otra característica de la coyuntura. Algo se dice de ella en nota aparte aunque el tema da para más.
El futuro no es lo que era (o se fabulaba) tan solo dos meses atrás. La continuidad de la historia argentina tampoco feneció.
– – –
Imprevisiones y vasos comunicantes: Magistral en la propaganda, el Gobierno perdió su invicto con la tragedia del submarino y con la Reforma previsional. Comunicó mal, casi con desidia, fue vencido en las discusiones en el Ágora o en los medios.
Calculó que controlaba a los movimientos sociales, a la Confederación General del Trabajo (CGT) y que mantenía hibernada a la opinión pública.
Creyó tener en el puño a los gobernadores provinciales y por ende a los diputados que les obedecen merced a una combinación entre presiones y trueques.
Ignoró, no vio venir, el rechazo ciudadano masivo, aplastante a los cambios regresivos al sistema y en especial el tijeretazo al valor de las jubilaciones, la Asignación Universal por Hijo y un abanico de pensiones.
La disuasión mediante la violencia, calculó, apaciguaría a los más críticos, que serían pocos.
La matemática parlamentaria comenzó a fallar, por motivos variados. Uno de ellos, tal vez el principal, es que existen vasos comunicantes entre “la gente” y sus representantes que tienen banca por tiempo limitado: deben revalidarse para seguir en carrera.
Las divergencias, parciales e insuficientes en el conteo general, captaron la impopularidad de la movida.
Macri apremió a los gobernadores, algunos lo acataron, se pusieron de rodillas. La fueguina Rosana Bertone produjo un record de posverdad: aseguró el aval de sus diputados aunque ninguno le responde, cuesta abajo en su rodada.
Las provincias dependen económicamente de la Nación pero el federalismo real existente conserva tradiciones añejas. Los argentinos del “interior” ven con malos ojos el sometimiento al gobierno central, tendencia que se agrava cuando se sobreactúa la asimetría y se condimenta con mal trato.
Una hipoteca grava el porvenir de los que fueron complacientes y destratados. Imposible vaticinar cuánto gravitará eso en años próximos porque el futuro es abierto y porque la realidad combina numerosas variables. Puesto de modo muy sencillo: si las economías regionales florecen, si la vida de los habitantes mejora es factible que el episodio se olvide. Otro gallo cantará si se agravan la malaria, el desempleo, la pérdida de derechos.
La transferencia de recursos hacia Buenos Aires, vía recreación del Fondo del Conurbano, tampoco llena de júbilo a los vecinos de otros territorios, por usar un eufemismo.
– – –
Con(tra) los jubilados no te metas: La variable inesperada y esperable fue la memoria de una proporción notable de argentinos. La conciencia pervive y se mezcla con la voluntad de defender derechos, la tenacidad para acudir a la acción directa. Las encuestas, aún las de consultores fidelizados, lo mostraban. Por una vez, el Gobierno hizo oídos sordos.
Quitarles derechos y plata de los bolsillos a los jubilados siempre concitó rechazos. Hacerlo cuando se bajan retenciones y otros impuestos a “los ricos” rebasa el vaso.
El pueblo argentino no profesa una ideología única. Pero hay ideas, creencias y valores que se prolongan durante generaciones. El ataque a uno de los puntos principales del estado de bienestar concitó la réplica colectiva que tomó desprevenida a la plana mayor del gobierno.
La CGT, aún con contradicciones internas tremendas, está “condenada a representar” laburantes. El oficialismo pasó del mimo al desdén a sus dirigentes, empujando a los más lúcidos y coherentes (que no son todos) a la vereda opositora.
Las organizaciones sociales, a las que tenía por domesticadas, fueron más conscientes y pioneras. También resistieron desde el primer momento las dos CTA, la Corriente Federal de la CGT. Una camada nueva, combativa de dirigentes y sindicatos de provincias gana protagonismo (pasito a pasito) frente a la complacencia de popes gremiales anacrónicos, lentos, muy pasados de la edad jubilatoria.
– – –
Ecos de la 125: Los partidos que integran el rompecabezas opositor encontraron una ocasión para confluir, servida en bandeja por el Gobierno.
El Congreso es el ámbito más propicio, porque su dinámica “ordena” a tirios y troyanos. Cuanto más polarizador sea un proyecto de ley, se acrecientan las chances para que la oposición se congregue. En el corto plazo, basta acordar una táctica para las comisiones, el recinto o los medios. De ahí a conformar alternativas con peso electoral media una distancia significativa.
Lo enunciado respecto del Gobierno en los primeros párrafos de esta columna es trasladable a sus adversarios. Caerían en un espejismo si creyeran haber revertido la correlación de fuerzas, zanjado los conflictos internos. Tampoco ellos llegaron a la Tierra Prometida ni resolvieron sus dilemas.
Avanzaron, recobraron mística, el resto (casi todo) está por verse o hacerse. Viene a cuento la evocación del conflicto por las retenciones móviles, estallado pocos meses después de la primera elección presidencial ganada por Cristina Fernández de Kirchner. “Agrandó” a los contrincantes, se empacó en su propuesta. Le valió un traspié en las elecciones de 2009 que supo revertir en 2011 y ser reelecta. Los vaivenes adoctrinan: los avances y los retrocesos pueden ser coyunturales. Enamorarse del efímero presente sabe ser nocivo para el que se ve triunfador y bello. El narcisismo es mal consejero para la acción política.
– – –
La gente común: Muchedumbres hicieron suyo el espacio público en la Capital y en otras ciudades. A la noche caceroleros retomaron la protesta. Los porteños recobraron la Plaza después de las razzias sin ley a manifestantes del jueves y el lunes. “La gente” repudia la Reforma y defiende su derecho a manifestarse en las inmediaciones del Congreso y no a muchas cuadras, el “no lugar” que el oficialismo les reserva. Las representaciones sociales y gremiales confluyen en la acción, dejando en pausa las sensibles diferencias que las separan o distancian. Todo conjunto que participa es una muestra que expresa a una cantidad mayor.
El yerro básico de los augures macristas fue suponer que había llegado la era de la unanimidad light, “aspiracional”. De una mayoría pétrea alienada (de aquí a la eternidad) de la defensa de sus intereses.
El paradigma de la nueva derecha expresa a una fracción de la sociedad que Cambiemos supo convocar. Una base social policlasista, compleja, dividida, interpela a las demás fuerzas políticas. Ninguna de las existentes expresa a la masa de los que (ex) pusieron el cuerpo ni tampoco a todos los damnificados por modelo neoconservador.
El gobierno cometió muchos errores, ahuyentó o humilló a compañeros de ruta. En la próxima ocasión le será más difícil arrastrar a gobernadores o parlamentarios de otras banderías. Retrocedió dos casilleros, cuando ocupaba el centro de la escena.
Si usted quiere preguntarnos si perdió todo su capital político o si cree que dicho capital es una magnitud mensurable o invariable… seguramente este cronista no se supo expresar.
Por Mario Wainfeld