Ideas para la reconstrucción
Casi todo el país se pregunta cuánto más. El hervor en las redes es notable. En Tuíter y en Guatsap sobreabundan envíos y reenvíos de implícitas dudas populares: ¿Cómo termina esto?
18/12/2017 OPINIÓNCasi todo el país se pregunta cuánto más. El hervor en las redes es notable. En Tuíter y en Guatsap sobreabundan envíos y reenvíos de implícitas dudas populares: ¿Cómo termina esto? ¿Cómo rescatar al país de las ruinas y el descalabro social y económico que van a dejar estos tipos? ¿Cómo recomponer el Estado de Derecho?
Algunos también nos preguntamos por qué no se habla de fascismo. Porque el neoliberalismo, éste de aquí y ahora, hace décadas se llamaba fascismo. Ahora son más inteligentes y más cínicos, y ya no necesitan milicos en la Rosada. Pero la brutalidad represiva es en esencia la misma.
Por eso forzar a que el Congreso sesione rodeado militarmente, además de evocar al infame Fujimori acaso también signifique el principio del fin del macrismo, encarnación actual de todo lo retrógrado que también es constitutivo de nuestro atormentado país. Y no es sólo cuestión semántica. Fue un milagro que el jueves, cuando el macrismo y la derecha radical encontraron límites a sus mentiras y negociados, no haya habido muertos que sumar a los jóvenes Maldonado y Nahuel. Quizás por eso Carrió se reacomodó con astuto oportunismo, y Nelson Castro y la provecta Sra. Legrand empezaron a jugar el viejo juego de Clarín de simular oposición cuando deciden que es negocio.
Pero no son respuestas a aquellas preguntas lo que sobra. Unidad Ciudadana, la creación de CFK, esperanza sólo a sus incondicionales. También se ofrecen el PJ no K, un radicalismo digno y popular pero minoritario, y la siempre invertebrada izquierda nacional. Son respuestas políticas que interactúan con el sindicalismo combativo no cegetista. Intentan contener, esperanzar y aglutinar en medio de la dispersión, la confusión y los legisladores claudicantes. Pero no dejan de ser respuestas limitadas.
Quizás por eso surgen otras, heterodoxas, en gestación algunas o ya consolidadas más allá de modestas dirigencias. Tal el caso de El Manifiesto Argentino, que con cero prensa y juntando monedas y esfuerzos ya está en todo el país como una luz tenue pero no vacilante, y con propuestas claras y precisas. Entre ellas una Nueva Constitución Nacional y “una Reforma Judicial absoluta, tendiente a sustituir el corrompido e incorregible Poder Judicial vigente por un Sistema de Justicia transparente y ágil”, con Juicio por Jurados y una Corte Suprema “reorganizada con por lo menos 9 miembros elegidos por votación popular y con funciones por 10 años, no renovsables”.
Ese Ideario define a “la salud, la educación y la previsión social como asuntos de responsabilidad del Estado y por lo tanto irrenunciables, indelegables e innegociables”. Igual que “los recursos naturales en todo el territorio argentino, en superficie y en subsuelo”, los que nunca serán garantía de “eventuales endeudamientos o negociaciones financieras”. Por eso se propone “anular por decreto el régimen de extranjerización de tierras que el gobierno actual autorizó por decreto 820/16”, y restablecer la “Protección al Dominio Nacional” de la ley 26.737 aprobada por el Congreso en 2011.
Se impulsa además una política de Transparencia y Anticorrupción basada en principios de realismo práctico y no de idealismo inconducente, así como una nueva política de medios de comunicación inspirada en el modelo antimonopólico de control que rige en los Estados Unidos. Y entre otros múltiples asuntos, la protección a la Industria Nacional y el derecho al trabajo; la promoción de la pequeña y mediana empresa, del sector cooperativo y de la economía popular; la inmediata suspensión de importaciones de productos que puede producir nuestro país; paritarias libres; preservación del poder adquisitivo de salarios y jubilaciones; y exención del IVA a los sectores más desprotegidos.
Va en paralelo la urgente derogación de la Ley de Entidades Financieras de la dictadura, precediendo a la “inmediata creación de un sistema bancario nacional”, así como cambiar el actual modelo agrario sojero, con concentración de tierras y rentas, por otro basado en una agricultura de rostro humano en la que el principal sujeto vuelva a ser el pequeño y mediano productor, con retenciones segmentadas e impuesto al latifundio coparticipable y acordado con las provincias. Y hasta un nuevo relevamiento catastral de la tierra en todo el país para saber cuánta tiene cada argentino y cada extranjero.
El mencionado Ideario circula profusamente y abarca todos los temas: desde la “redefinición y reorganización de las Empresas del Estado en áreas estratégicas” (granos, carnes, INTA, INTI, Vialidad Nacional, Conicet y hasta una nueva flota marítima y fluvial), hasta políticas de fomento y control del comercio exterior, más estímulos y protecciones para la investigación científica y tecnológica. Asimismo se postula que las Fuerzas Armadas se reencuadren en el régimen legal democrático sancionado por el Congreso, que rigió hasta Diciembre de 2015, y se propone que la nueva Constitución “defina y legisle formas de participación popular no delegativas”, o sea iniciar una democracia representativa. Y ya en plan de revisión de representatividades, formular un nuevo Pacto Federal entre todas las provincias, que “si fuere necesario modernice nuestra geografía política y acabe con el vigente sistema chantajista de co-participaciones”.
Estas ideas que circulan ya por el país incluyen reformular el Sistema Impositivo y la Política Fiscal, la reafirmación del Derecho a la Salud (universal, integral y gratuita), así como de la “Educación pública, gratuita, obligatoria y con sentido nacional y social en todos los niveles, obligatoria hasta los pre-universitarios y con la educación privada como sistema complementario”. Y garantizado el financiamiento educativo como lo fija la Ley 26.075, se propone la urgente renacionalización de la educación, entendida como el retorno a un Sistema Educativo Nacional Único con validez en toda la república.
Finalmente, se plantea rechazar y repudiar el leonino endeudamiento externo constituido por el actual gobierno, advirtiendo “a todas las naciones y poderes económicos y financieros del planeta que la deuda contraída irresponsablemente no será reconocida”. Y puesto que desde finales de 2015 el gobierno viene destruyendo el entramado institucional, jurídico, político, económico y social de la república mediante el abuso de inconstitucionales Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU), “El Manifiesto Argentino proclama que todo lo que destruido, discontinuado o implantado por decreto, también por decreto será restaurado”.
Se trata, claro, de una propuesta de país soñado. Una invitación a volver a soñar. Eso que urge recuperar.