Injusticia por mano propia

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Al asesinato de un joven en Rosario le siguieron una decena de hechos de violencia protagonizados por vecinos. La inseguridad como coartada y la peligrosa justificación mediática y política.

La muerte del adolescente rosarino David Moreyra en un hospital de esa ciudad, como consecuencia de la golpiza que tres días antes le propinaron veinte transeúntes que lo acusaban de robarle la cartera a una mujer, generó un efecto dominó. Como hongos, brotaron por los medios de comunicación los casos de linchamiento en diferentes lugares de la geografía argentina. El tema se instaló en la agenda política, a tal punto que la presidenta Cristina Fernández en cadena nacional hizo referencia a la cuestión al convocar a “voces que traigan tranquilidad y no odio”. En su obsesión voraz por tomar la iniciativa política a cualquier precio, el diputado Sergio Massa esbozó una justificación del fenómeno al considerarlo una consecuencia “de la ausencia del Estado”. En tanto que el ministro de la Corte Eugenio Zaffaroni advirtió que los linchamientos constituyen “homicidios calificados” por “alevosía y ensañamiento”.

Desde que se conocieron las causas de la muerte de Moreyra, diez casos más de linchamiento tomaron estado público en apenas tres días. Casualidad o no, la ciudad de Rosario se convirtió en el epicentro del fenómeno con cinco episodios, en el cual uno de ellos también terminó con la vida del supuesto ladrón. Se trata de Maximiliano Fernández, un joven de 21 años a quien le destrozaron la cabeza a golpes porque aparentemente robó un celular. Dos de los otros casos también fueron la respuesta violenta en masa a arrebatos callejeros. En el quinto caso, Leonardo Medina iba manejando su moto y fue salvajemente golpeado por un grupo de remiseros que lo confundieron con otro joven que un rato antes los había asaltado en la agencia y escapó en su moto. El estigma del “motochorro” en su máxima expresión. En los otros seis casos, los sucedidos en el barrio porteño de Palermo y las ciudades de Santa Fe, Córdoba y La Rioja, los “justicieros” también reaccionaron ante el intento de robo de carteras, relojes o celulares en la vía pública. En tanto que en Mendoza y General Roca los linchamientos fueron en respuesta al intento de robo en casas particulares.
En el mejor de los casos, la idea dominante en los medios audiovisuales y las redes sociales es que la decisión espontánea de un grupo de personas de atacar a quien intenta delinquir es una nueva manifestación de la “inseguridad” que padece la sociedad. A partir de ahí, se abre una brecha entre quienes condenan la metodología porque viola el Estado de Derecho y aquellos que en menor o mayor medida justifican la acción. Sin embargo, cabe preguntarse si el fenómeno obedece únicamente a la desprotección que sufre el ciudadano de a pie o es producto de cuestiones más profundas. Un caso ocurrido el 23 de marzo en la ciudad de Córdoba dispara el interrogante. En un boliche nocturno, tres jóvenes mujeres fueron agredidas por una patota de siete hombres y dos mujeres al identificarlas como lesbianas. El grupo actuó ante la pasividad de los dueños del local y de la seguridad privada. Tuvieron que intervenir otros clientes del bar para que las mujeres fueran liberadas de los golpes y patadas que recibieron de los violentos. “Los linchamientos, como se pasaron a denominar estas golpizas (o directamente homicidios), tienen que ver con la puesta en acto de una visión de mundo”, asegura Mercedes Calzado, doctora en Ciencias Sociales del Conicet y especializada en el estudio de los medios, la política y la seguridad. “Me refiero a una visión del mundo que parece descreer de la democracia y se pone en práctica de la forma más horrorosa como lo es un crimen. Son prácticas y discursos de anulación del otro”, completa.

La psicóloga Marcela Lapenna coordina el Centro de Día de la Asociación Chicos de la ciudad de Rosario, una ONG que desde hace veinte años trabaja con niños y adolescentes en situación de calle. Que sea esta franja etaria la destinataria de la furia colectiva tiene sus causas bien claras para esta profesional. “El contrato social está resquebrajado y lo que siento es que no hay un mundo adulto haciendo de soporte. Es como que los adultos hemos renunciado a la función de cuidado”, afirma. Lapenna entiende que la indiferencia que generan en una enorme porción de la sociedad los niños pobres es la punta de un ovillo que en otro extremo del hilo conduce a su eliminación. “En el momento en el que vemos en un cruce de avenidas a un chico de tres años pidiendo y no podemos reaccionar pensando que los derechos de ese pibe están siendo vulnerados, estamos dando el primer paso hacia su estigmatización”, asegura. “Ese proceso de estigmatización está en la base de estos fenómenos de linchamiento. Ahora, la pregunta que no dejo de hacerme es qué es lo que convoca a alguien que pasa con un auto a parar y matar a patadas a alguien que está desmayado en el piso”, confiesa.

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El psiquiatra Enrique Stola, que trabaja con jóvenes víctimas de violencia social, coincide con Lapenna en que la ruptura de lazos sociales puede explicar la multiplicación de casos de linchamiento. “Quedó demostrado con los niveles de violencia que se alcanzaron con la huelga policial. Más allá de de que hubo grupos que los incentivaron, hubo mucha gente que robó, que se armaba y estaba dispuesta a matar. Es como si hubiese cierta pérdida de valores de parte de la sociedad. Tiene que ver también con esta cuestión delincuentes que antes resolvían de otra forma y hoy lo hacen con un nivel de violencia terrible, que llegan a matar por un celular. Por otro lado, creo que hay un nivel de violencia no controlada que va hacia quien delinque y lo constituye en víctima. Le pegan trompadas, patadas en el suelo. Hay un nivel de cobardía muy grande en quienes agreden a estos ladrones. No perdamos de vista que todos los casos que están resonando en el país tienen que ver con delitos menores”, advierte.

Desde su formación como socióloga, la diputada Alcira Argumedo entiende el fenómeno de los linchamientos como una consecuencia de la impunidad que gozan las cúpulas del poder. “Para mantener esa corrupción se necesita penetrar capilarmente hacia los estratos más bajos. Cuando hablan de un millón y medio de jóvenes que no estudian ni trabajan, se instala el mensaje de que tu vida no vale nada. Ellos mismos se consideran matables. Si el mensaje es ‘mi vida no vale nada’, la de nadie vale nada. Agreguemos la penetración del paco y esto genera niveles de violencia inéditos”, afirma.

Precisamente, Lapenna encuentra una vinculación entre la penetración del narcotráfico en Rosario y la propagación de la violencia por mano propia en la ciudad. “Rosario está viviendo una situación de inseguridad, producto de un ingreso a la narcocracia de modo muy vertiginoso. No se ha asimilado fácilmente la nueva situación y todo termina resultando amenazador. Hubo un atentado a un gobernador, amenazan a un juez y a un fiscal. Es clarísimo que eso va a producir una situación de miedo y desprotección en todos”, afirma.

«Es un Estado muy presente en la complicidad de las fuerzas de seguridad y la Justicia”
A contramano de lo que sostiene Massa, los especialistas consultados no consideran que los casos de linchamiento sean una consecuencia de la ausencia del Estado. “Al contrario, es un Estado muy presente en la complicidad de las fuerzas de seguridad y la Justicia”, afirma Argumedo.

Otro dirigente en campaña que se refirió de manera tibia y algo confusa a los linchamientos fue Mauricio Macri. El jefe de gobierno porteño afirmó el miércoles que “uno entiende” los linchamientos que se produjeron en la última semana por “la falencia estatal”. Igualmente, destacó que “el único que puede ejercer la violencia es el Estado”. Además, criticó el mensaje presidencial de Cristina Fernández de Kirchner, que sostuvo que “no hay mejor antídoto contra la violencia que lograr que mucha gente se sienta incluida” ya que “el que se siente en la periferia, siente que la sociedad le ha soltado la mano”. Según Macri, “el mensaje de nuestra presidenta es malo porque entonces todo excluido, todos los pobres tienen que salir a robar. Los pobres sufren la inseguridad”, enfatizó.

Igualmente un mensaje cuanto menos confuso fue el del diario Clarín. En su nota de tapa del miércoles, el diario de Héctor Magnetto sostuvo que los casos de violencia registrados en la última semana “dividen a la sociedad” y simplemente “excedieron un límite”. En su tapa eligió un título poco feliz para referirse a la ola de linchamientos. “Hubo otros cinco casos de palizas de vecinos a ladrones”, tituló para referirse a esos trágicos hechos. El nuevo mensaje es que los linchamientos que le costaron la vida a al menos un joven son simplemente “palizas”.

Lapenna entiende que a nivel de políticas públicas se ha avanzado mucho en estos años pero que queda mucho por hacer. “Políticas como la AUH han permitido que no haya hambre, lo cual no es poco”, resalta. “Los chicos no salen a robar porque tienen hambre sino para comprarse droga y para encontrar un placer que no están encontrando en otros lugares. Necesitamos entonces políticas que tengan que construir con otro sentido y otorgar otras pertenencias y significancias”, afirma.

En el facebook de la Garganta Poderosa la madre de David Moreyra, Lorena Mónica Torres, subió una carta titulada “Así era mi hijo”. Allí comunica que donará los órganos de David, “pues él lo hubiera querido así”. En el final de la carta señala: “Ahora, ya nadie podrá ya devolverme a mi hijo, pero encima pareciera ser que quienes lo mataron no son asesinos… ¿No lo son? Por favor, que esto no ocurra nunca más y que la Justicia esté en manos de quienes deben garantizarla”.

Fuente: Veintitrés