Islas rioplatenses, un esplendor que espera el verano

Varios puntos emblemáticos, como las islas Martín García y Paulino, se preparan para la próxima temporada. El Delta bonaerense, uno de los humedades más grandes del país, reverdece desde la primavera.

Varios puntos emblemáticos, como las islas Martín García y Paulino, se preparan para la próxima temporada. El Delta bonaerense, uno de los humedades más grandes del país, reverdece desde la primavera.

La primavera, en el delta bonaerense, es un festín de colores y aromas: grandes espejos de agua donde se bambolean juncos y ceibos así como plantas acuáticas del tamaño de camalotes y repollitos. En ese ecosistema tan legendario en la historia como en peligro ambiental (los incendios en el delta del Paraná son un dramático ejemplo), custodio de una biodiversidad única en el Río de la Plata, la brisa ribereña se acompasa con el salto de dorados y bogas, con los cantos del zorzal y el benteveo y con las apariciones raudas de carpinchos y garzas. Todo bajo un entorno silvestre, de albores y atardeceres a cielo abierto magnamente brillantes, que constituye uno de los humedales más grandes del país y cuyos bosques, pantanos y caminos selváticos conducen hacia aventuras laberínticas y recónditas.

En las islas del Río de la Plata la flora y la fauna viven un momento de esplendor que se prolonga hasta el verano, en una reverberación de la naturaleza. Aunque la llegada de visitantes aún debe esperar. “El presente de las islas es como todos los destinos turísticos en pandemia, aunque un poco más castigado por la cuestión logística. El transporte en general es más caro y lento en el agua”, dice Eugenio Ligessmeger, director provincial de Islas de la provincia de Buenos Aires, quien todas las semanas coordina una lancha para que a las familias no les falten alimentos y artículos de limpieza.

Sin casos de coronavirus, varios puntos emblemáticos como la isla Martín García, isla Paulino y las distintas zonas del delta están con expectativas para una gradual apertura en los próximos meses. Las islas, en los últimos tiempos, se han poblado de nuevos vecinos que escaparon de las urbes. Si bien la pandemia frenó el movimiento turístico y acrecentó la informalidad, de a poco se van liberando actividades como la remodelación de casas, la producción frutihortícola y la venta de productos por encargo.

“Necesitamos vender para poder vivir, aunque con la pandemia estamos bien y no tenemos miedo”, dice el changarín Pedro Cejas, de 70 años, que vive en la segunda sección del partido de San Fernando, en el enorme Delta bonaerense.

El Delta bonaerense: un gran humedal

Con una superficie de 3.130 kilómetros cuadrados, el delta bonaerense se divide en nueve municipios: Tigre, San Fernando, Escobar, Campana, Zárate, Baradero, San Pedro, Ramallo y San Nicolás. El turismo, la extracción de madera y la pesca son las fuentes de ingreso más importantes. Por las medidas de prevención para evitar la propagación del Covid-19, esas actividades siguen paralizadas desde marzo último. El delta es un espacio recreacional y ecológico con tres franjas bien delimitadas.

Una es el delta frontal del bajo Paraná, en Tigre. Allí está el lugar más turístico, con cabañas para alquilar y pasar unos días en la naturaleza, a sólo media hora de Capital. Hay varios spa, recreos, playas y se pueden realizar actividades náuticas, pesca y paseos en lancha. También existe un cordón de pequeños agricultores que ofrecen productos regionales como frutas, miel y nueces pecan.

Luego aparece el delta medio del bajo Paraná, que comprende San Fernando, Campana y Zárate. Allí existe producción forestal y silvopastoril, con una combinación de forrajes, árboles y pastoreo de animales. Hay un camping para pasar el día y pescar.

Por último está el delta superior del bajo Paraná, que comprende Baradero, Ramallo, San Pedro y San Nicolás, donde predomina la actividad ganadera.

“Allí están las barrancas que dan al río Paraná de las Palmas y donde se concentran los visitantes en el verano. Esperemos que para esa fecha se haya habilitado el turismo interno con los protocolos indicados”, enfatiza el director provincial de Islas.

La Paulino: fantasmagórica y mítica

Poco antes de su secuestro, Haroldo Conti publicó su última crónica periodística sobre la Isla Paulino, refugio cercano a las costas de Berisso. Allí escribió: “Ya me hablaron de la creciente, por supuesto. Todos hablan de lo mismo, tarde o temprano.

En general, todos viven de recuerdos, de la isla que fue y hablan de los tallarines de Pagani, o del vino de la costa, que ya casi no se cosecha, y de la gran creciente del 40 como si hablasen del viejo o de la vieja. Viven entre recuerdos”.

A tan sólo 50 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires y unos 20 de La Plata, la isla está allí desde 1887, cuando un hombre llegó de Lombardía para trabajar en la apertura del canal Santiago. Hoy sigue teniendo la misma aura espectral y nostálgica que a lugareñas como Andrea “Tana” Ruscitti, una de las 40 personas que viven allí, no ha dejado de asombrar. “La isla está tranquilla, bella, muy verde, a la espera de las personas”, dice, y cuenta que sobrevive con la venta on line de sus productos regionales, entre los que se pueden disfrutar licores, dulces, escabeches, flores y plantines.

Al no haber tantas lanchas por la pandemia, el silencio es casi total sobre la vegetación frondosa. La Paulino sobrevive como mosaico de ambientes y humedales.

“Tengo mi finca preparada para hospedaje cuando habiliten los paseos, es un lugar de descanso ideal. Acá somos muy cuidados con el Covid-19”, enfatiza la “Tana”, al tiempo que dice que la comunidad está en resistencia ante la caza furtiva, la pesca sin límites y una obra del puerto que está comiendo la costa ribereña.

Martín García: una isla con historia 

Curiosamente, en la isla Martín García funcionó un lazareto cuarentenal, parada obligatoria de los inmigrantes por epidemias como la fiebre amarilla, el cual cerró en 1920. “La García es legendaria en la historia argentina.

Allí residió Rubén Darío, estuvieron presos cuatro presidentes, Alvear, Yrigoyen, Perón y Frondizi. Y se gestó el 17 de octubre”, cuenta Eugenio Ligessmeger.

La isla, de 1,84 kilómetros cuadrados y donde actualmente viven 150 personas, fue descubierta por Juan Díaz de Solís. Allí desembarcaron 60 hombres y enterraron al despensero de la expedición, Martín García. De ahí el nombre del lugar.

Hoy la Reserva Natural e Histórica Isla Martín García se erige como un escenario natural inigualable, a la vez uno de los pueblos auténticos argentinos y desde donde se aprecia una vista panorámica de Buenos Aires. Equipada con wifi y señal telefónica, para vecinos como Alcides Galarza uno de los principales encantos de esta isla que distritalmente pertenece a La Plata, además de su casco histórico donde se emplazan la prisión militar, el Teatro Urquiza y el Faro, es respirar el aire puro.

“Somos una comunidad que celebra la biodiversidad de la isla, con su enorme flora y fauna. En esta época es un cantar fabuloso de pájaros. Nosotros cuidamos la tierra desde la agroecología, mientras que la naturaleza virgen de los senderos aguarda por el arribo de los nuevos visitantes”, dice Galarza, quien acaba de cumplir 50 años como habitante de la isla, este lugar emplazado a tan sólo dos horas en lancha desde Tigre.

Fuente: Voy