Más de la mitad de los chicos «sí-sí» ( estudian y trabajan ) viven en el interior de Córdoba

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El 55 % reside en ciudades y pueblos dispersos en el territorio. En toda la provincia hay unos 30 mil adolescentes que estudian y trabajan, lo que implica oportunidades de crecimiento pero también riesgos de exclusión futura. Ver además el informe especialGeneración «sí-sí».

La mayoría de los 30 mil chicos que estudian y trabajan en la provincia de Córdoba residen en ciudades y pueblos del interior, aunque de forma muy dispersa.

Según los datos más confiables, los del Censo de 2010, en el departamento Capital está el 44,8 por ciento, contra el 55,2 por ciento en el interior.

Estos adolescentes tienen experiencias positivas, en tanto acceden a sus primeros trabajos y en los secundarios les reconocen que maduran y asumen mayores responsabilidades. Pero, al mismo tiempo, según los especialistas, el riesgo es que abandonen el secundario o que permanezcan en el mercado de baja calificación.

Después de la ciudad de Córdoba, en el listado de los departamentos con más chicos «sí-sí», le siguen Colón (6,8) y San Justo (6,3). Esta distribución tiene su lógica por la distribución demográfica en la provincia.

Sin embargo, lo más interesante es ver hacia adentro de cada departamento. En ese foco, la mirada cambia.

Por ejemplo, en el departamento General San Martín, estudia y trabaja el 16,7 por ciento de los chicos de 14 a 17 años, es decir, 3,5 puntos por encima de la media provincial, que es de 13,2 por ciento.

En Capital es el 15,3 por ciento. Y en Punilla, 14,9 por ciento.

Lo curioso es que los indicadores más bajos están en Minas (5,1 por ciento) y Sobremonte (7), que son departamentos del norte provincial con escaso desarrollo, pero eso se entiende luego al advertir que a la vez son los distritos con más incidencia de jóvenes que no trabajan, ni estudian ni buscan trabajo.

En Minas son el 15,4 por ciento y en Sobremonte el 22,2 por ciento.

Trabajar y estudiar en el interior

Nahuel Gastón Orieta cursa quinto año del Ipem 27 René Favaloro. Tiene 17 años y desde los 15 trabaja para una empresa de limpieza en la Terminal de Omnibus de Río Cuarto. Todos los días, de 8 a 11, su principal tarea es dejar impecables los ventanales y puertas de vidrio del gran edificio.

Cuando comenzó a trabajar, a los 15, la tarea era más dura. Cumplía horario de 12 de la noche a 4 de la mañana y le tocaba ir y venir con el enorme escobillón por los pisos internos y las plataformas. Asegura que no le iba “tan mal” en el colegio pero casi a fin de año, abandonó por unos meses y terminó repitiendo cuarto, al año siguiente.

“Cuando retomé, al principio parecía que me llevaba casi todas las materias, pero traté de darle más horas, estudiaba en los recreos, en el camino, todo el tiempo (…). Ahora salgo de trabajar y me voy directo al colegio, voy a gimnasia y me quedo, como ahí. Así, al final el año pasado no me llevé ninguna. Bien, bien, no ando en la escuela, pero el tiempo que tengo lo uso para estudiar. Se puede trabajar y estudiar”, testimonia.

Carlos Andrada, director del Ipet  314 Libertador José de San Martín de Río Cuarto asegura que “el rendimiento escolar de los chicos que trabajan es muy bueno, porque por lo general tiene relación con el título profesional. Les exigimos porque no pueden salir con un título sin saber calcular una estructura”.

Marcela Ceballos, prosecretaria de otro colegio, el ex Colegio Nacional de Río Cuarto ( Ipem 281 Carlos Lucero Kelly), cree que “el rendimiento escolar es un poquito más bajo” de estos chicos, porque suelen tener muchas faltas”.

“Son chicos preocupados”

Edgardo Carandino, inspector de escuelas medias en tres departamentos Santa María, Tercero Arriba y Calamuchita, sostiene que “en general, los chicos tienen buena asistencia y aceptable rendimiento académico. Saben lo que significa realizar un esfuerzo para conseguir cosas, generalmente vinculado a algún tipo de necesidad o a algún tipo de interés personal”.

En el Ipem 145 Francisco Ravetti de San Francisco, los directivos indicaron que los jóvenes que trabajan y asisten a la escuela no tienen inconvenientes con respecto a sus rendimientos. La mayoría de los trabajos realizados por los estudiantes son informales y es su primera experiencia laboral.

En el Ipem 275, de Villa María, unos 50 alumnos trabajan, de un total de mil que asisten al establecimiento. El colegio lleva una lista de aquellos que, por razones laborales, faltan a las clases de Educación Física, que se dicta en contraturno y coincide con el horario laboral.

En esos casos, para que no pierdan la materia, se les permite entregar trabajos teóricos trimestrales.

La mayoría de los chicos que trabajan lo hace por necesidad y, generalmente, en empleos no registrados.

Desde la dirección del Ipem 56 Abraham Juárez, de Villa María indicaron que un 10 por ciento de los alumnos desarrolla algún tipo de trabajo, generalmente de modo informal y temporario. Antes, la cifra era mayor. La escuela cuenta con 524 estudiantes.

En el caso de los varones, la principal tarea laboral es de ayudante de albañilería, en algunos casos junto a sus padres. Entre las mujeres, suelen trabajar de mozas en bares del centro.

Fuente: La Voz del Interior

Generación “sí-sí”: estudian y trabajan

Son casi 30 mil adolescentes de 14 a 17 años en toda la provincia. La mayoría tiene un empleo precario e informal y vive en hogares pobres. La ley prohíbe el trabajo a menores de 16 años. Cuáles son los riesgos.

Son el primer eslabón de los chicos “sí-sí”, el polo opuesto a los jóvenes que no trabajan ni estudian. Pero la preocupación que generan estos últimos los ha colocado en los grises de la estadística.

Sin embargo, los adolescentes de 14 a 17 años que reparten su día entre la escuela y un empleo integran un grupo sensible con diversos grados de vulnerabilidad: la mayoría vive en hogares pobres y de clase media baja, muchos tienen empleos precarios e informales y todos redoblan su esfuerzo para continuar sus estudios.

Florencia Martí (17), que cursa quinto año de la Escuela Nicolás Avellaneda, de San Francisco, trabaja en un vivero. “Me queda muy lejos. Al principio, me cansaba mucho porque vengo en bicicleta, pero me fui acostumbrando. Ahora estoy muy contenta y más segura”, afirmó. Dice que no es fácil, pero que se puede.

Cuántos son

¿Cuántos son? No es simple saberlo con precisión, por la volatilidad de entrada y salida en el mercado de trabajo. Por eso las encuestas terminan siendo fotos de un momento que no capta la dinámica del fenómeno.

La radiografía más abarcativa es la del Censo de 2010, que arrojó que había unos 221 mil chicos de 14 a 17 años en toda la provincia y que casi 30 mil estaban estudiando y trabajando, es decir, el 13,2 por ciento.

Son casos como el de Dalma Torres (17), que empezó a trabajar como moza en un bar de Villa María, hace dos años, cuando en su casa hizo falta dinero. Y sigue, a pesar de que la economía familiar mejoró. “Cuando empezás a trabajar les das más valor a las cosas”, dice.

Trabaja ocho horas, de lunes a viernes, y entre nueve y 10 horas los fines de semana.

Una foto

Para Daniel Ortega, director de Estadísticas Sociodemográficas de la provincia, “la foto censal de octubre de 2010 es buena en términos representativos”. Es probable que esa imagen sea similar a la actual, aunque no pueda establecerse con igual grado de precisión.

Las encuestas de hogares del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), sean trimestrales o anuales, no están diseñadas para captar un buen grado de representatividad en este grupo. “Se necesitaría otro tipo de instrumento y de investigación”, opinó Ortega.

Igual, hay datos que ayudan. Según un procesamiento que realizó Idesa con los resultados de la Encuesta Anual de Hogares Urbanos, el porcentaje de menores de edad que estudian y trabajan en Córdoba era similar para el tercer trimestre de 2010 y de 2014.

Algo parecido ocurre con un cálculo de Gerardo García Oro, de la Fundación Mediterránea, a partir de un promedio anual de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH).

Pero también hay cambios: en los últimos cinco años es mayor la presencia, en este grupo, de jóvenes que viven en el 20 por ciento de los hogares más pobres, según Idesa.

Por su parte, una investigación de Ángel Robledo y Livio Grasso, de la Universidad Católica de Córdoba (publicada en 2010), señala que “la proporción de jóvenes trabajadores entre los estudiantes de sexto año” era, en ese momento, de 20,8 por ciento.

El nivel de informalidad laboral es muy alto y la mayoría trabaja en comercios, servicio doméstico, construcción y algunas ramas industriales.

Es la situación de Luciano Gutiérrez (17), que cursa quinto año en el Ipet 78 de Unquillo, y de viernes a domingo trabaja en una panadería. También hace labores de jardinería en parques de la zona. “Si sale una changa no la desecho. Puedo llegar a ganar unos 200 pesos diarios y ayudo en mi casa”.

Vulnerables

La ley Nº 26.390, que prohíbe el trabajo infantil y adolescente, establece que la edad mínima para poder trabajar es de 16 años (ver aparte).

El Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, que elabora la Universidad Católica Argentina (UCA), advierte que “existe suficiente evidencia sobre cómo el trabajo condiciona la terminalidad educativa”.

Un estudio realizado por Daniela Cristina, Héctor Gertel y José Luis Navarrete (Instituto de Economía y Finanzas de la UNC) para el Consejo para la Planificación Estratégica (Copec) provincial, añade que el riesgo tiene una doble escala: dejar el colegio y ser un trabajador de baja calificación.

Esa es la razón por la que Alejandra Torres, de Idesa, considera que “hay que privilegiar la retención en la escuela”.

Dolores Roca, directora del Ipem 271 Dalmacio Vélez Sársfield, de Santa Rosa de Calamuchita, indica que, en su escuela, trabajan entre 40 o 50 chicos, de un total de 430.

“Muchos cuidan hermanitos y les pagan algo por eso. En verano, siendo una ciudad turística, son más los que trabajan limpiando casas, de jardineros o mozos”.

En Córdoba, el Plan Primer Paso (PPP), que en la actualidad abarca a 15 mil jóvenes, cuenta con 1.050 chicos de 16 a 17 años (siete por ciento) que también estudian.

También está el programa Confiamos en Vos, focalizado en los llamados jóvenes “ni-ni” (no trabajan ni estudian). De los 10 mil beneficiarios, el 30 por ciento son chicos de 14 a 17 años y la mayoría ha vuelto a ser contenido en el sistema educativo.

Qué dice la ley

Marco. En junio de 2008 se promulgó la ley 26.390 de “prohibición del trabajo infantil y protección del trabajo adolescente”. Estableció en 16 años la edad mínima para celebrar contratos de trabajo, con autorización de sus padres.

Jornada laboral. De 16 a 18 años, no puede superar seis horas diarias o 36 semanales, salvo excepciones autorizadas. Está prohibido que trabajen entre las 20 y las 6 del día siguiente.

Excepción. Los menores de 14 y 15 pueden trabajar en empresas familiares no más de tres horas por día y 15 a la semana.

Aportes. Los menores no realizan aportes ni contribuciones previsionales sobre su sueldo. Sí, para la obra social.

Vacaciones. Licencia anual de, al menos, 15 días corridos.

Independientes. Los jóvenes de 16 y 17 años pueden trabajar por cuenta propia y adherir al Monotributo o inscribirse como autónomos.

Monotributo. Tienen que pagar un monto reducido (tramo impositivo) ya que no abonan el componente previsional de la cuota mensual.

Autónomos. También tienen un aporte menor. En este caso, los menores de 21 años quedan incluidos en la categoría I y pagan el aporte más bajo.

Fuente: La Voz del Interior