Miradas de infancias: el trabajo infantil en la Argentina
En nuestro país, al igual que en diversas regiones del mundo, se oculta un delito: el trabajo infantil. Son niñas y niños invisibles y olvidados que se ven privados de su derecho a una infancia feliz por un sistema cruel que les roba su niñez.
12/06/2024 OPINIÓNEn nuestro país, al igual que en diversas regiones del mundo, se oculta un delito: el trabajo infantil. Son niñas y niños invisibles y olvidados que se ven privados de su derecho a una infancia feliz por un sistema cruel que les roba su niñez. En condiciones inhumanas y peligrosas, son explotados debido a la pobreza que los excluye y los condena a la marginalidad.
Según el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (ODSA-UCA), más del 57% de la población infantil vive en pobreza, principal factor que desencadena el trabajo infantil. Es la injusta distribución de la riqueza, que mantiene la marginalización y condena a los más vulnerables a la explotación, la causa por la cual niñas, niños y adolescentes pobres trabajan en ambientes insalubres y peligrosos, arriesgando su salud y su futuro. Así lo señala la CEPAL que indica que el 70% de los niños que trabajan lo hacen para contribuir al ingreso familiar. Las familias, atrapadas en una espiral de pobreza, ven a sus hijos sacrificar su educación y su niñez para ayudar en la subsistencia. Las cifras oficiales y los informes burocráticos no reflejan la angustia de estas infancias vulneradas, excluidas de una sociedad que prioriza el lucro y desestima la justicia social.
Son los «nadies», condenados a una vida de supervivencia diaria. En la edad en que deberían estar en la escuela, se ven obligados a trabajar sin recibir un salario digno ni poder reclamar sus legítimos derechos. Sus escasos ingresos, aún más reducidos en contextos inflacionarios, disminuyen su poder adquisitivo y les impiden acceder a los alimentos esenciales para vivir saludablemente. El trabajo infantil agrava esta situación: el 30% de las niñas y niños que trabajan sufren problemas de salud crónicos debido a sus condiciones laborales, tal como indica un estudio de la Universidad de Buenos Aires en los últimos cinco años.
Es fundamental reconocer que el trabajo infantil no afecta a todos por igual. La discriminación basada en clase social, etnia o situación migratoria agrava la situación para grupos vulnerables, como las niñas indígenas o las niñas y niños de familias migrantes. Conforme a un informe de UNICEF, las niñas indígenas tienen tres veces más probabilidades de trabajar en comparación con sus pares no indígenas.
En 1996, trabajaba como maestro de grado en una escuela primaria del Bajo Flores, a la cual asistían niñas y niños de las villas 1, 11, y 14. La mayoría de sus padres eran inmigrantes de países latinoamericanos y del interior de Argentina, quienes, con oficios como albañil, carpintero, yesero, herrero y pintor, venían a Buenos Aires con la esperanza de construir un futuro mejor para sus familias y ascender socialmente. La escuela representaba para ellos un lugar de esperanza. Sin embargo, muchos de nuestros alumnos y alumnas vivían en condiciones de pobreza y sus derechos fundamentales eran vulnerados.
Una de mis alumnas, Estela, de 9 años, realizaba numerosas tareas domésticas en su casa: preparaba la mamadera para su hermanito, lo cuidaba, lo cambiaba, lavaba los platos, cocinaba, y realizaba otras labores asignadas a los adultos. Además, trabajaba vendiendo flores en las calles, enfrentando los riesgos que esto implica. Cuando Estela abandonó la escuela, sentí la necesidad de visibilizar la causa de su abandono. En una época en la que lo audiovisual comenzaba a ganar relevancia, decidí hacer un documental sobre su vida.
El documental, titulado «El futuro ¿será para todos?», tenía un fuerte valor testimonial y denunciaba el trabajo infantil doméstico desde la perspectiva cotidiana de una niña, mostrando su impacto en el rendimiento escolar. En él, retratamos las intersecciones entre género, trabajo infantil y educación. El título surgió de la reflexión sobre el futuro de los niños y niñas pobres. Hoy, en 2024, me hago la misma pregunta al observar el alarmante incremento en la cantidad de niños y niñas en situación de pobreza en el país y el mundo.
Mientras la pobreza, la injusticia y las desigualdades flagrantes persistan, ninguno de nosotros puede descansar, dijo Nelson Mandela. Este principio nos llama a la acción, a no quedarnos pasivos ante esta injusticia que afecta a los más vulnerables de nuestra sociedad. Según el último informe de ODSA-UCA, la desigualdad en Argentina ha alcanzado niveles críticos, con el 10% más rico de la población concentrando el 40% de la riqueza total
Las niñas, además de trabajar, asumen responsabilidades en el hogar, limitando su tiempo para la educación y el juego. A través de historias como la de Estela, una niña que pregunta “Voy a 4° B, me encanta la escuela ¿está mal?», el documental nos invita a reflexionar sobre las complejas vinculaciones entre género, trabajo infantil y educación, mostrando cómo estos factores afectan el desarrollo y el bienestar de la niñez. Las niñas que trabajan tienen un 35% menos de tiempo libre en comparación con los niños, indica la UNESCO.
Los datos oficiales del Instituto de Estadísticas y Censos (INDEC) indican que en Argentina más del 41% de la población era pobre o indigente a fines de 2023.Según el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), la pobreza trepó al 57,4% de la población y el 32% de niños y adolescentes sufren carencia . La pobreza en el primer trimestre del año 2024 llegó al 55,5% de la población y la indigencia al 17,5%,.En el tercer trimestre de 2023, el indicador de pobreza era del 44,7% y el de indigencia, 9,6%. Lo que dice este estudio es que 24,9 millones de personas residentes en áreas urbanas del país están en situación de pobreza, por debajo de la canasta básica total. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), el poder adquisitivo de las familias ha caído un 20%
El mismo trabajo sostiene que 7,8 millones de personas están en un estado de pobreza extrema o indigencia, por debajo de la canasta básica alimentaria. Los comedores populares se multiplicaron en los últimos años para ofrecer alimentos gratuitos a los sectores pauperizados. Si bien en el registro público hay más de 40 mil inscriptos en todo el país, hasta el año pasado había 4,200 comedores matriculados y, de esos, 2,314 recibían asistencia estatal. En el primer trimestre de 2024, la pobreza llegó al 55,5% y la indigencia al 17,5%, destacando el aumento constante de la pobreza extrema.
No obstante, la ministra de Capital Humano fue denunciada por la mercadería acaparada en los galpones que estaba exclusivamente destinada a atender a población vulnerable en comedores y merenderos comunitarios, de acuerdo con los convenios de adquisición firmados por el Estado con la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), aportantes de fondos para los programas contra el hambre. Eran 5.000 toneladas de alimentos, algunos con fecha de vencimiento muy cercana. Esta negligencia institucional agrava aún más la situación de las familias en pobreza extrema
La causa de estas injusticias se encuentra en un modelo de producción que no valora el medio ambiente ni la vida humana y que prioriza el beneficio económico sobre la dignidad y los derechos de los más vulnerables. El trabajo infantil es una problemática global que afecta a millones de niños y niñas en todo el mundo. Según la OIT y Unicef, actualmente hay 160 millones de menores de entre 5 y 17 años trabajando, y casi la mitad de ellos realizan labores peligrosas. A pesar de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que buscan erradicar esta situación para el año 2025, se proyecta que aún habrá 140 millones de niños trabajando en esa fecha. Esta realidad subraya la urgencia de tomar medidas efectivas a nivel nacional e internacional para proteger los derechos de la infancia.
Sin embargo, las medidas adoptadas por el gobierno que asumió el 10 de diciembre de 2023 están claramente orientadas a desencadenar una catástrofe socioeconómica. La reducción del gasto público en educación y salud afecta directamente a la niñez pobre. La eliminación de programas sociales que brindaban asistencia a familias de bajos ingresos ha aumentado la presión económica sobre estas, forzando a más niñas y niños a integrarse a la fuerza laboral para contribuir al sustento familiar. Como se ha evidenciado en crisis previas tanto en Argentina como en otros países, esta situación conlleva inevitablemente a un incremento dramático en la explotación laboral de infancias y adolescentes.
Unicef estima que siete de cada diez niños en Argentina viven en la pobreza, ya sea por carencia de recursos económicos o privación de derechos básicos como vivienda, educación o salud. Este panorama afecta a aproximadamente 8,6 millones de niños y adolescentes, con un 31% enfrentando pobreza en ambas dimensiones. La situación se agrava con el incremento acelerado de la pobreza e indigencia, que afecta a más de siete y dos millones de menores respectivamente, desde 2017. En una nación donde alrededor del 70% de su niñez vive en la pobreza, es la falta de recursos económicos la que obliga a muchas familias a recurrir al trabajo infantil para sobrevivir, limita el acceso a necesidades básicas como la educación y la salud, empuja a las niñas y niños a trabajos peligrosos e informales, consolidando un ciclo de marginación y explotación.
La solidaridad es fundamental para erradicar el trabajo infantil. Es la necesidad absoluta e ineludible de la solidaridad lo que nos impulsa a actuar en conjunto para construir un mañana donde todas las niñas y niños disfruten su infancia. A través del esfuerzo colectivo y empático, debemos abordar los problemas que afectan a los más vulnerables, uniendo fuerzas para promover el cambio y la justicia social.
Las políticas del gobierno anarcocapitalista de Milei, que incluyen recortes en servicios sociales y desregulación del mercado laboral, están exacerbando la desigualdad y la precarización. Estas medidas aumentan la vulnerabilidad de las familias pobres, obligando a sus hijas e hijos a trabajar en condiciones aún más precarias y peligrosas, prolongando el ciclo de pobreza y explotación infantil. De esta manera el gobierno agrava la desigualdad y la precarización. La casta de Milei no la ve.
Este sistema, que perpetúa la explotación infantil, queda invisibilizado o tratado de manera superficial por ciertos medios de comunicación que eluden la responsabilidad de informar, denunciar y educar a la sociedad sobre la realidad del trabajo infantil y sus implicancias. Este tratamiento implicaría proteger los derechos fundamentales y el bienestar de las infancias.
Documentales como «Tareferos» y «Tabacaleros» testimonian, en primera persona, la cruda realidad del trabajo infantil en la agricultura. En «Tareferos» puede verse como niños y niñas trabajan largas horas en los yerbatales, soportando condiciones climáticas extremas y sin acceso a servicios básicos. En el cultivo de la yerba mate, conocido como tarefa, la alta precarización e informalidad laboral fomentan el uso de mano de obra infantil y adolescente. Sandra, de 11 años, trabaja largas horas en los yerbatales para ayudar a su familia. «Quiero ir a la escuela, pero no puedo dejar de trabajar», dice con tristeza. «Trabajamos de día para comer a la noche».
Por otro lado, el documental «Tabacaleros» revela la exposición de las niñas y niños al tabaco y a productos químicos tóxicos, poniendo en riesgo su salud a corto y largo plazo. Los tabacaleros, que solo reciben un ínfimo porcentaje del valor de su producción, relatan cómo en tiempos de cosecha «no hay feriados, no hay domingos». Estas historias, con sus hijos pequeños ayudando en tareas peligrosas como la manipulación de hojas de tabaco impregnadas de pesticidas, reflejan la desesperanza y la necesidad de estas familias.
Estas producciones nos confrontan con la vida de infancias y jóvenes que, en lugar de estar en una escuela, pasan sus días trabajando arduamente para apenas poder comer. Niñas y niños que no son vistos como sujetos de derechos, sino como manos pequeñas para la labor.
Como educador y documentalista, he intentado visibilizar esta injusticia para generar conciencia crítica en nuestra sociedad, promoviendo la empatía y la solidaridad. La educación, como componente estratégico, debe abordar las situaciones de vulneración de derechos y problemáticas ambientales. Debemos trabajar para cambiar los patrones de producción y consumo que sostienen la explotación y el saqueo.
La erradicación del trabajo infantil no es solo una obligación moral, sino una prioridad para construir un porvenir más justo y humano. La responsabilidad del Estado, de acuerdo con la Convención sobre los Derechos del Niño, es garantizar los derechos de la infancia, asegurando que cada niño y niña pueda vivir, crecer y desarrollarse en un entorno seguro y saludable. En Argentina, el trabajo infantil está prohibido por la legislación laboral y se considera un delito penal. La Ley 26.727 establece el Régimen de Trabajo Agrario, que prohíbe específicamente el trabajo infantil y establece modalidades de protección para los trabajadores agrarios.
Es imperativo que el gobierno tome medidas efectivas para proteger a los sectores más vulnerables de la sociedad. La educación, la salud y el bienestar de las niñas, niños y adolescentes deben ser prioridades absolutas en la agenda política, para construir un futuro más digno. La educación es un derecho fundamental que debe ser garantizado a todos los niños y niñas. Es esencial que se implementen políticas públicas que aseguren el acceso y la permanencia en el sistema educativo, especialmente para los niños en situación de vulnerabilidad. Programas de apoyo escolar, becas y comedores escolares son medidas que pueden marcar la diferencia en la vida de estos niños, brindándoles la oportunidad de un futuro mejor. La inversión en educación es una inversión en el futuro del país, y es responsabilidad de todos garantizar que ningún niño se quede atrás.
Al invertir en el bienestar de la infancia, estamos invirtiendo en el futuro de nuestra sociedad. Debemos asegurar que la única labor de nuestros niños y niñas sea aprender y jugar, no trabajar para sobrevivir.La escuela debe ser el único lugar para nuestros jóvenes, un espacio de esperanza y desarrollo, no de explotación y sufrimiento.
Como escribió uno de nuestros máximos poetas, Armando Tejada Gómez:
Es honra de los hombres proteger lo que crece,
Cuidar que no haya infancia dispersa por las calles,
Evitar que naufrague su corazón de barco,
Su increíble aventura de pan y chocolate
Poniéndole una estrella en el sitio del hambre.
De otro modo es inútil, de otro modo es absurdo
Ensayar en la tierra la alegría y el canto,
Porque de nada vale si hay un niño en la calle.
En un mundo donde prevalece la indiferencia y el silencio, es nuestro deber como educadores y ciudadanos alzar la voz por aquellos que no pueden hacerlo. Porque lo que no se ve, también existe, y es nuestra responsabilidad sacarlo a la luz y combatirlo. Cada uno de nosotros debe asumir un rol activo en la denuncia y erradicación del trabajo infantil, promoviendo cambios estructurales que aseguren una vida digna para todos las niñas y niños.
Iniciativas de educación y conciencia
La Universidad Nacional de José C. Paz (UNPAZ) ha lanzado el “Ciclo Miradas de Infancias”, un espacio de reflexión sobre la relación entre la niñez y la escuela. El objetivo es fortalecer los derechos de niñas y niños en respuesta a los desafíos actuales. En el marco de esta iniciativa, se llevó a cabo el tercer encuentro titulado ‘Infancias, Educación y Trabajo Infantil’ con motivo del Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Durante este evento, se analizó el papel crucial de la escuela en la prevención y erradicación del trabajo infantil, así como las estrategias educativas para proteger a niñas y niños en situación de vulnerabilidad. Estas actividades buscan sensibilizar a la comunidad educativa sobre la gravedad del trabajo infantil y la relevancia de su erradicación.
Por Claudio Altamirano