Nuevos desocupados en Córdoba: cierran los tambos y los obreros se refugian en los pueblos
Después de 40 años en este rubro, Valerio Guallanes perdió su trabajo y debió irse a vivir al pueblo. Pablo Valeriani era peón en un campo de Bengolea y hoy no sabe qué será de su futuro.
06/06/2017 MUNICIPIOSDespués de 40 años en este rubro, Valerio Guallanes perdió su trabajo y debió irse a vivir al pueblo. Pablo Valeriani era peón en un campo de Bengolea y hoy no sabe qué será de su futuro. Decenas de familias corrieron la misma suerte. La crisis del sector y la inundación conspiran contra esta actividad
En 2016 la estadística del sector lechero terminó con un cruel registro: cerraba en el país, y en particular en la provincia de Córdoba, un tambo cada 10 horas y así se perdían más de 5.000 puestos de trabajo, directamente. Las inundaciones agudizaron aún más esta situación, y hoy esta actividad decae día a día.
Más allá de las cifras frías, están las historias de las familias que pierden su fuente laboral y que deben refugiarse en las ciudades en busca de nuevas oportunidades laborales.
Valerio Guallanes (57) recuerda. “A los 15 años ya trabajaba en el campo, es lo que sé hacer. Hasta que terminó mayo y se terminó el tambo», agrega. Con tristeza dice que, a pesar de lo sacrificada que es esta actividad, para él era un gusto levantarse cada día a las 3 de la madrugada para empezar con el tambo. “Había más de 200 vacas”, recuerda.
El campo está ubicado a pocos kilómetros de La Playosa, por caminos de tierra «que siempre se inundaron, con pocos milímetros quedaban inutilizados, como ocurría con cada lluvia. Yo llegaba siempre en moto, desafiando lo que se cruzaba para llegar siempre a horario, pero mi patrón ya venía haciendo cuentas cada mes y me iba anticipando: ‘Si los números no dan, vamos a tener que cerrar el campo’».
Efectivamente, su «patrón» publicó el remate y la venta de su tambo, de unos 3.000 litros diarios, y busca dedicarse a otra actividad, mientras se desprende de algunos activos.
En tanto que el tambero Guallanes, mientras muestra algunas fotos en papel de sus recuerdos como tambero, agrega: «Ahora me vine a vivir a Ucacha, donde tengo familiares y estoy buscando trabajo, pero no está fácil para esta actividad», opina entre resignado y cabizbajo.
Junto a Valerio Guallanes, otras cuatro familias, dos de La Playosa y las restantes de Chazón, dejaron también de tener empleo al cerrarse el tambo. El establecimiento rural «Las Lomitas» luce cerrado y a la espera de nuevos dueños y, de hecho, de otra actividad más rentable que realizar un tambo.
«El precio de $ 5,3 por litro no les cierra a los tamberos. Difícilmente esta actividad pueda seguir y muchas familias más quedarán sin trabajo como nosotros”, sentencia el trabajador.
Sin trabajo
Pablo Valeriani (37) era peón en un tambo ubicado al sur de Bengolea, donde pasó a mediados de abril último a convertirse en exempleado, luego de que el tambo finalmente cerrara sus puertas. Sin caminos por donde sacar la leche, que obligaba en muchos casos a realizar grandes recorridos para trasladar la producción e incluso sumando días en que debieron tirar la leche al perder la cadena de frío, el propietario decidió poner un candado a esta actividad y dedicarse a producir soja y maní.
Sin que pueda «reciclarse» en esta actividad, perdieron su empleo no sólo el mencionado Valeriani sino dos familias oriundas de La Carlota y una de Santa Eufemia, quienes actualmente buscan trabajo. «No hay precio, no hay caminos y la soja cuesta menos trabajo y es más rentable. ¿Quién va a querer renegar con vacas, terneros y familias?”, se pregunta Pablo.
Es el final anticipado, sólo van a quedar grandes tambos y estos que empleaban 5 o 6 familias cada uno están marcados para desaparecer, si no es por inundaciones o falta de caminos, será por el precio y la rentabilidad.
En extinción
Memoriosos recuerdan que en la zona que incluye Villa María, Ucacha, La Playosa, Las Perdices, Bengolea, General Deheza y Chazón, existían hace algunos años más de 70 tambos, con una producción promedio de 5.000 litros diarios y que empleaban a más de 300 familias.
Los últimos datos indican que apenas 23 tambos subsisten en la zona de Villa María y zona, en tanto que queda uno en funcionamiento en General Deheza (Boscariol), Carnerillo (Cucci) y General Cabrera (Pereno), además de 11 tambos, entre chicos y grandes, repartidos entre Chazón, Bengolea y Ucacha.
Precisamente, Elmer Pereno, productor lechero y agropecuario de General Cabrera, en diálogo con PUNTAL grafica la situación actual que atraviesa su sector. «Para mil litros de producción, se necesita una familia, un empleado, por eso esta actividad da mucho trabajo, aunque cuesta mantenerse con el precio actual del litro de leche», indica el productor.
«Es muy sacrificado el trabajo, se realizan tres tambos por día y no importa si hace frío o calor, a las 4 de la madrugada tenés que estar haciendo el tambo, todos los días», agrega Pereno.
Hoy una serie de factores conspiran contra esta actividad: por un lado el bajo precio que paga la industria al productor y por el otro los costos operativos. A estos hay que sumarles la crisis hídrica de los últimos años que impide sacar la producción y obliga a rematar los animales.