¿Por qué postergar la edad del retiro?

El gobierno se comprometió con el Fondo Monetario a avanzar en un estudio sobre “mecanismos para promover la extensión voluntaria de la vida laboral”. Cuáles son las ventajas y desventajas de esa alternativa.  

El gobierno se comprometió con el Fondo Monetario a avanzar en un estudio sobre “mecanismos para promover la extensión voluntaria de la vida laboral”. Cuáles son las ventajas y desventajas de esa alternativa.

Discusión necesaria y relevante
Por Rafael Rofman (*)

El tema de la edad de retiro del sistema previsional ha vuelto ser discutido en los últimos días, en parte por el compromiso del Gobierno en el acuerdo con el FMI para preparar y publicar, en diciembre de 2022, un estudio sobre “mecanismos para promover la extensión voluntaria de la vida laboral”. La discusión parece necesaria y relevante: la última revisión de la edad de retiro que hubo en Argentina fue hace casi 30 años. Desde entonces, la expectativa de vida a la edad de retiro aumentó, las condiciones de salud mejoraron y las nuevas tecnologías generaron fuertes cambios en los mercados de trabajo.

En Argentina la ley 24.241 dice que los varones pueden jubilarse a partir de los 65 años y las mujeres a los 60 años. Prácticamente no hay posibilidad de anticipar el retiro y la decisión de postergarlo no es promovida. Al mismo tiempo, tenemos un amplio abanico de regímenes excepcionales que, con distintos argumentos permiten el retiro a otras edades, lo que hace al sistema confuso, costoso e inequitativo.

Las discusiones sobre edad jubilatoria combinan tres dimensiones, vinculadas a aspectos fiscales, de derechos y de productividad de la economía. El argumento fiscal (que busca reducir el gasto mediante un aumento en la edad mínima de retiro) suele ser el más visible, pero no es el más importante. El sistema previsional argentino es caro y difícil de financiar, pero la principal causa de esto no es la edad de retiro, sino los regímenes de excepción y las duplicaciones de beneficios. En cambio, la discusión de derechos (es decir, la posibilidad que una persona anticipe o postergue su retiro en función de su situación personal o preferencias) y la de productividad parecen más críticas.

El mercado laboral argentino es cada vez más heterogéneo, donde los trabajadores (al igual que en el resto del mundo) tienen más diversidad en su relación con el mundo del trabajo, con períodos de actividad e inactividad, empleo formal e informal, asalariado e independiente. También son cada vez más diversas sus preferencias. Algunos buscan jubilarse más temprano, otros prefieren continuar en actividad. Sin embargo, el sistema previsional casi no reconoce estos cambios. En los últimos años hubo avances (como el aumento de la edad a la que un trabajador puede ser obligado a jubilarse, sancionado en 2017, o la posibilidad de anticipar el retiro para desocupados aprobada el año pasado), pero sin modificar el principio básico de uniformidad.

Al mismo tiempo, el desafío demográfico del envejecimiento poblacional implica que la sociedad necesita que las personas adultas en edades cercanas al retiro que aún pueden y deseen trabajar así lo hagan, contribuyendo a la producción de bienes y servicios. Las mejoras en las condiciones de salud de la población y los cambios en el ámbito laboral con más tecnología y menos trabajo físico hacen posible que la vida laboral se extienda.

Por esto, parece razonable avanzar hacia una reforma previsional que, entre otros aspectos, busque dar más flexibilidad al retiro, con incentivos a la postergación y posibilidad -con costos- de anticipar la jubilación. El sistema definiría ya no una edad mínima, sino una “edad normativa” (que podría ajustarse automáticamente en base a cambios en la expectativa de vida u otros indicadores similares) a la cual se percibe un haber previsional determinado, para luego permitir el adelantamiento o postergación de la misma con ajustes actuariales y de incentivos.

Un debate sobre la edad de acceso a beneficios jubilatorios no sólo es necesario, sino inevitable en la Argentina de los próximos años, como parte de una discusión más amplia sobre el rol y diseño del sistema previsional. La opción parece estar entre postergarlo para que en algún momento se produzca un ajuste brusco, con impactos no deseados en lo social, político e institucional, o avanzar en un proceso que busque asegurar que los cambios se formulen considerando objetivos de flexibilidad, previsibilidad, transparencia y gradualismo.

(*) Director de Desarrollo Económico y Protección Social de CIPPEC.

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Debate inconducente
Por Miguel Fernández Pastor (**)

Cuando el mundo se debate en disminuir la semana laboral a cuatro días, con la esperanza cierta de aumentar las posibilidades de empleo de una gran masa de trabajadores y disminuir las angustiantes tasas de desempleo y sub empleo que padece la población mundial, resulta absurdo estar discutiendo la posibilidad de que las personas que tienen los requisitos cumplidos para obtener una jubilación sigan trabajando, sustrayendo puestos de trabajo a las personas jóvenes que son, precisamente, quienes padecen la mayor desocupación.

Pero el mundo está muy loco, y cualquiera puede plantear un dislate mientras lo haga en forma acartonada y ante un importante auditorio. Mucho más aún si es el propio Fondo Monetario Internacional quien lo pone en discusión. Máxime si la discusión del eventual aumento de la edad – aunque sea voluntaria – se da en un país como el nuestro, que ostenta la edad jubilatoria más alta del continente junto a Costa Rica, México, Perú, Chile, Cuba y Honduras. Como si estos datos fueran pocos, la edad jubilatoria de algunos países desarrollados como Francia con 62 años, Estados Unidos de Norte América, Alemania y España con 65 muestran que Argentina se encuentra alineada entre los países que presentan la edad jubilatoria más alta del mundo.

En su momento, tuve oportunidad de participar en el debate que llevó la edad jubilatoria de 60 a 65 años y puedo decir que no fue de ninguna utilidad económica, ya que los cambios son por única vez y sólo sirvió para entorpecerle la vida a la gente común. Siempre me pregunté por qué se insiste con un tema que no tiene beneficio alguno, y la única respuesta que encuentro es que se usa para crear un manto de humo para tapar la concreción del verdadero ajuste sobre el sistema previsional que siempre impone el Fondo Monetario Internacional.

Este caso no escapa de esa lógica, ya que se termina lo poco que queda de la moratoria previsional por lo que el ajuste será el resultado inexorable, por lo que incitan a discutir el tema de la edad mientras no se renueva la moratoria y el verdadero ajuste toma forma bajo una inexorable baja de la cobertura del sistema previsional. Por eso y como siempre hasta ahora, quienes pagarán el precio del ajuste serán los que menos tienen, mientras los poderosos sonríen mirando para otro lado y se divierten incentivando debates inconducentes.

(**) Abogado especialista es Seguridad social.

Fuente: Página 12