En San Francisco enseñan a hacer el pan para llevar a casa

En San Francisco, La Luciérnaga creó un taller de cocina en el que los jóvenes se llevan lo que producen para ayudar a sus familias. Perciben una mayor demanda de ayuda. Ahora imaginan montar una “panificadora social”.

En San Francisco, La Luciérnaga creó un taller de cocina en el que los jóvenes se llevan lo que producen para ayudar a sus familias. Perciben una mayor demanda de ayuda. Ahora imaginan montar una “panificadora social”.

Un análisis elaborado por el centro de estudios Cippec sobre los datos recientes difundidos por el Indec reveló que el 47,4 por ciento de los niños menores de 14 años en el país viven en situación de pobreza. De esa realidad no escapa el interior cordobés y San Francisco no es la excepción. Entre las instituciones de esta ciudad que llevan años trabajando para reducir ese impacto aparece La Luciérnaga, un grupo local que nació a imagen del creado con igual nombre en Córdoba pero que con el tiempo adquirió vuelo propio.

Además de los talleres culturales y laborables que ofrece, brinda diariamente desayuno, almuerzo y merienda a más de 150 niños y jóvenes. “A principios de año se incrementó la cantidad de chicos que nos dicen que tienen hambre y que en sus casas no tienen qué comer”, contó Alejandra Aladín, una de las trabajadoras sociales de la institución.

Con la donación de bolsas de harina y la incorporación de voluntarias con conocimientos culinarios, el equipo organizó un taller de cocina para adolescentes y jóvenes de 13 a 21 años. “Empezamos con un grupo de cinco chicos que elaboraban productos de panificación, que es lo más fácil, y se fueron agregando más”, indicó.

Para la trabajadora social, el éxito de la iniciativa se debió a la posibilidad de que los integrantes puedan llevarse los productos que elaboran y colaborar con la economía de sus familias. “Para los chicos es muy gratificante poder ayudar a sus padres con algo tan importante como la comida, y hecha por sus propias manos. Esa sensación no tiene precio y por eso crece el número de participantes”, señaló Aladín.

Algunas veces, parte de la producción se destina al comedor que funciona en la institución.

“Los integrantes del taller comparten lo que hacen con los más chicos y eso hace que se fortalezcan los lazos entre ellos”, agregó la mujer.

Mejor convivencia

La cocina de La Luciérnaga se convirtió en un “lugar de comunión” entre sus miembros. A pesar del poco espacio y los escasos elementos, todos resaltan la buena convivencia que se generó.

Adriana es una de las voluntarias del taller de cocina. Este año se jubiló después de trabajar toda una vida en una panadería. “Tenía tiempo libre y me pareció una buena idea sumarme a este proyecto”, apuntó. “Me parece muy bueno que los chicos aprendan algo que les pueda resultar una salida laboral. También es positivo que se lleven lo que hacen a su casa porque además de ayudar a sus padres aprenden a hacer una comida rica, sana, sin conservantes y con pocos materiales”, dijo mientras ayudaba a unir una masa para tallarines.

Virginia, otra de las colaboradoras, es chef. “Un día nos donaron mucha harina y se nos ocurrió empezar un taller para que aprendan a hacer panes y luego fuimos sumando más recetas”, afirmó.

Ya elaboraron panes caseros rellenos, diferentes tortas, masitas dulces y tallarines, entre otras recetas.

“Les damos los ingredientes, les explicamos el procedimiento y los secretos que todo cocinero debe aprender”, contó Virginia.

La chef resaltó que se debe respetar la organización, el trabajo en equipo y la paciencia. “Acá todos nos ayudamos y cuando uno viene atrasado los otros esperan. También cuidamos entre todos la higiene y limpieza”, marcó.

Ahora están pensando en la creación de una panificadora. “Es nuestro próximo paso para brindarles a los jóvenes un oficio y una salida laboral ya que muchos están excluidos y tienen dificultades para insertarse en el marcado actual”, explicó Aladín.

La Luciérnaga

También en el interior. La ONG nacida en Capital tiene pares en otras ciudades.

La organización social que surgió para los chicos de la calle de la ciudad de Córdoba tuvo “hijos” en el interior. Las dos de mayor actividad son las de San Francisco y Río Tercero. En ambos casos, son ya autónomas de la ONG capitalina.

Fuente: La Voz del Interior