Vamos a poder

En adelante, la frase ya no será: “¡Vamos a volver!”, sino: “Vamos a poder”. Del énfasis bullanguero y facultativo, a la ética de la responsabilidad.

En adelante, la frase ya no será: “¡Vamos a volver!”, sino: “Vamos a poder”. Del énfasis bullanguero y facultativo, a la ética de la responsabilidad.

En primer lugar, es difícil predecir cómo se va a disparar “la realidad”. Cuando se trata de totalizar (como en una elección), “la realidad” golpea a uno y exime al otro. Pero es cosa del momento, si el otro conoce el juego. Sólo los novatos se llevan por delante los cordones de las veredas.

A partir de ahora hay una reyerta de espejos, una espesura de nudos. Por un lado, la manzana del Edén: “Políticos: basta de realidades; ¡queremos promesas!”. Por el otro, las virtudes de Churchill: “No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”, lo que era una realidad y al mismo tiempo una promesa: vencer.

Pero aquí no hay Segunda Guerra, y por lo tanto no tendría espacio un Churchill: somos todos argentinos. Ni “Argentina Potencia” ni “Achicar el Estado es agrandar la Nación”. Ni lo uno ni lo otro, y ambas cosas, que en algún momento nos hicieron soñar con el atajo, nuestra verdadera pasión nacional.

De modo que esa maleza está allí, y por un tiempo habrá que lidiar con ella, explicando por qué no es nuestra responsabilidad, pero al mismo tiempo sin sacar el cuerpo, especialidad en la que los argentinos somos virtuosos.

Éste es un primer y gran desafío. Cuando Napoleón fue coronado como Emperador, declaró: “Lo asumo todo, de Clovis al Comité de Salud Pública”. Así, concilió tres discursos políticos, prolongando el poder de Carlomagno, así como la herencia de los Reyes de Francia, sin olvidar los ideales del régimen heredado del “Siglo de las Luces”.

Los recursos energéticos y de resistencia de material para esta tarea son difíciles de imaginar; hablo de aquellos a quienes toque representarnos. Generación de riqueza para el desarrollo, contención de la pobreza inaceptable, orden y progresismo, inteligencia y progreso, distribución igualitaria de las cargas comunes, reparto equitativo del ingreso, seriedad en la vinculación con el resto de los países, determinación y cuantificación de las metas… la lista es tan grande cuanto lo son las asignaturas pendientes. Ejemplaridad, sacrificio compartido, claridad en el rumbo de dirección. Vamos a volver; ¿podremos poder?

Lo mejor de cada casa: para un argentino no habrá nada mejor que otro argentino, a condición de que esté dispuesto a serlo. El dinero en cuentas off shore es peor porque no está invertido productivamente en nuestro suelo, que por el repudio moral que provoca frente a las carencias. El que delinque debe responder ante las instituciones, a condición de que no haya nada que reprocharnos. Basta de ganamos y perdieron: ganamos todos, o perdemos todo. Todo.

El problema real de nuestro país no es “la grieta”; es que está agrietado institucionalmente; un problema con una solución difícil. Si colectivamente no entendemos que el mejor camino es el asfaltado, ¿por qué un colectivo habría de seguirlo? Convencer a la sociedad de que lo correcto es lo ineludible y lo más redituable, es otra manera de hablar de una crisis y de una redención de un sistema de valores comunitario.

Si hay una historia compartida, si el repertorio de ideas presentes nos representa a la mayoría y nos hace disfrutar del tiempo que compartimos, si podemos proyectar esa noción hacia el futuro, habrá una Nación. Sin esa noción, habrá una confederación de creencias con un título demasiado pomposo (y por ello inexacto): República Argentina. Lo dicho, una cantidad inimaginable de recursos en energía individual y colectiva, y una homérica resistencia en los protagonistas.

Efectivamente, la Patria son los otros; El héroe siempre es colectivo. Pero se dice más fácil de lo que se piensa y se piensa más fácil de lo necesario para hacerlo. La voluntad conjugada con pretensión de que sea compartida, es convencer para vencer.

Nada de lo que viene será fácil. Nada para patrullas perdidas. Nada para inspirados por el instante. Nada sin sacrificio previo. Nada que llueva del cielo. Nada para confiar en las manos del “ojalá”, sino en las de “hoy es siempre, todavía”. Nada furioso, nada intemperante o intempestivo. Nada para la casualidad, nada para el azar. Estar donde tenemos que estar, y dar la talla. ¡Tanto tiempo esperándonos!

Lo demás son herramientas. De las que abundan. De las que se buscan con alegría y deben encontrarse con seriedad. Siempre que sea para depositarlas en las manos adecuadas.

Por Rafael Bielsa

Fuente: Página 12